HISTORIAS
DE UN VIEJO VETERINARIO. LA JACA HERIDA DE
JOAO MOURA.
Por
LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
Era
la feria de Medina del Campo donde la afición al caballo es grande por aquello
de la intervención de los mismos en los encierros de toros bravos.
Al
encierro de ese día habían acudido muchos caballistas de prácticamente toda la provincia de Valladolid dispuestos a ver la
corrida de rejoneo de la tarde donde actuaban tres afamados caballeros
rejoneadores: JOAO MOURA, GINES CARTAGENA Y FERMÍM BOHÓRQUEZ HIJO para
finiquitar los ejemplares de la vacada de Molero Hermanos.
La
plaza casi se llenó con la correspondiente alegría de los empresarios, familia CAMINERO.
presidencia ocupada por el amigo
Matilla que, además de un presidente con base y conocimientos, era tío de Raúl
el fenomenal futbolista del Real Madrid y Presidente de la Peña Taurina festiva
denominada “La Sopa de Ajo” donde tantas y tantas veces hemos sido invitados a
comer durante nuestros años de veterinario de la plaza de toros de Medina. En
la actualidad conservo; un pañuelo que me regalaron con el escudo de Medina
artísticamente bordado, otro donde reza “Peña La Sopa de Ajo” y naturalmente el cariño a
cuantos componentes me demostraron su aprecio y consideración.
Joao Moura habría terna. Hacía
unas semanas que había adquirido a Vista Alegre, una alegre y estilizada yegua
alazana cruzada en árabe, por una
cuantía económica importante. El “Niño Moura” trató de parar al molero, pero el
astado le cortó el terreno, apretó hacia los adentros, estampanando al animal contra las tablas de
la barrera del callejón de los terrenos de sol frente a presidencia y delante
de la puerta grande, aprovechando para introducir el cuerno, reglamentariamente
arreglado, hasta la cepa. Cornada profunda en el tercio superior de la pierna
derecha entre la unión del borde posterior del músculo glúteo superficial con el borde anterior del músculo largo
vasto, llegando hasta el músculo glúteo profundo, que perforó una ramificación
de la artería ilíaca, concretamente el origen de la arteria muscular grande
posterior del muslo
Desde
nuestra privilegiada atalaya de Presidencia, pude ver como la sangre manaba a borbotones de la herida infringida a pesar de que, los otros dos rejoneadores
de la terna con toallas, trataban de tapar el enorme boquete de la cornada
mientras Moura llevaba a su yegua herida al patio de caballos.
Durante
el camino pidió a su hermano que llamara por teléfono a un prestigioso cirujano
equino cordobés para que tomara un helicóptero y se trasladara a Medina. ¡No le
daría tiempo a llegar! ¡La yegua requería intervención inmediata!
Desde la posición que ocupaba, pude ver la gravedad de la cornada, por lo que me vi en la obligación
de prestar ayuda al animal. Pedí permiso al presidente amigo, para ausentarme de
la presidencia e ir al patio de caballos.
Cuando
llegué, Moura estaba lidiando al toro agresor. Tras ofrecerme para operar a la yegua al hermano, que
estaba tapando la herida, me encaminé a tomar lo
necesario al maletero de mi coche, aparcado desde primeras horas de la mañana
en dicho patio por haber tenido que atender a tres caballos heridos en los
encierros.
Joao
Moura no me conocía como veterinario clínico especialista en équidos, sí como
veterinario taurino al haber coincidido en varias plazas.
Para
cambiar de cabalgadura, tras colocar los rejoncillos de castigo, pasó por el
patio de caballos para interesarse por el estado de su yegua. Al encontrarme
operándola me preguntó:
-
Está usted capacitado para arreglar la cornada.
-
Naturalmente, fue mi respuesta. Me he decidido a intervenir porque el compañero Sanz Parejo, no hubiera llegado a tiempo
-
Comprendo, comprendo. Pues…adelante.
Ya
tenía a la yegua dormida en pie con la misma anestesia que utilizaba para
castrar a los caballos en esa posición mientras comían tranquilamente el pienso en su comedero de la cuadra.
Ayudado
por el hermano del rejoneador (que e.p.d, trás accidente de tráfico) traté de
encontrar el comienzo de la arteria rota, no sin ciertas dificultades al no
querer dilacerar demasiados tejidos en la apertura que luego retrasarían la cicatrización de la herida.
¡Logré
encontrarla y ligarla! Tras colocar las sondas pertinentes, procedí a suturar
por planos.
Todo
fue un éxito, corroborado por los aplausos de los numerosos aficionados al
mundo del caballo que se habían dado cita en el quirófano improvisado, al que
hubieron de acordonar los policías municipales para permitirnos trabajar.
Numerosas
cámaras de vídeo grabaron la operación que finalizó momentos antes del final de
la corrida. Moura estuvo a nuestro lado acariciando a su yegua todo el tiempo
que le permitió la lidia de su lote.
Tras
inducir la recuperación anestésica, la yegua por su propio pie subió al camión
del rejoneador que lo llevó a su finca en Villafranca de Xira donde se recuperó
satisfactoriamente de la operación.
Como
anécdota les contaré que Moura me emplazó para abonarme los honorarios de mi
operación, al Hotel San Roque, emblemático establecimiento taurino.
A
esta corrida había asistido mi hijo mayor, Luis, acompañado de un amigo y
condiscípulo de la Facultad de Medicina. Llegaron antes que un servidor al
hotel y, mientras tomaban una cerveza en el bar de dicho establecimiento, oyeron
la siguiente conversación que mi hijo me transmitió nada más verme llegar al Hotel.
Ginés Cartagena le dice a Joao Moura:
- No
temas la cornada de la yegua. La cornada fuerte va a ser la que te va a meter
este veterinario que la ha operado.
Cuando
llegué a la barra del bar del hotel, Moura me estaba esperando y tras invitarme
a un vino de Ribera de Duero, me preguntó por el importe de mis honorarios.
Mi
respuesta fue la siguiente:
- A
usted no le cobro nada, pues he bajado de Presidencia a atender a un animal
porque mi ética profesional me pedía que no le dejara morir desangrado. Pero a
éste, y me dirigí a Ginés Cartagena, que me ha tildado de pesetero sin
conocerme, no le atenderé un caballo herido aunque me lo pidiera de rodillas.
La
cara de estupor de Fermín Bohórquez que presenció la escena fue de cine.
¡Sin
duda alguna me había salido el componente genético de mi santo padre!
Un
buen día a la Academia de Caballería, coincidiendo con los días de la Feria de
Septiembre, llegó el hermano de Moura preguntando por el veterinario para
regalarme una silla de montar portuguesa de Do Sal, idéntica a las que el gran
rejoneador portugués utilizaba en el desarrollo de su depurado arte ecuestre de
rejoneo. Silla que no he utilizado porque quiero admirarla subida en su
caballete en el despacho de mi casa al tiempo que recuerdo a la yegua Vista
Alegre y a su señor dueño el gran rejoneador
conocido como “El Niño Moura” por su actuación en Madrid con 15 años de edad, al que me une una buena y desinteresada
amistad.
Nota: Si éste artículo cayera en manos
de alguna persona de los que grabaron la operación, les agradecería que se pusieran en
contacto conmigo, pues es un documento gráfico que me gustaría tener. GRACIAS.
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