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jueves, 5 de diciembre de 2013

HISTORIAS DE UN VIEJO VETERINARIO. LA JACA HERIDA DE JOAO MOURA.



HISTORIAS DE UN VIEJO VETERINARIO. LA JACA  HERIDA DE JOAO MOURA.

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

Era la feria de Medina del Campo donde la afición al caballo es grande por aquello de la intervención de los mismos en los encierros de toros bravos.

Al encierro de ese día habían acudido muchos caballistas de prácticamente toda la provincia de Valladolid dispuestos a ver la corrida de rejoneo de la tarde donde actuaban tres afamados caballeros rejoneadores: JOAO MOURA, GINES CARTAGENA Y FERMÍM BOHÓRQUEZ HIJO para finiquitar los ejemplares de la vacada de Molero Hermanos.

La plaza casi se llenó con la correspondiente alegría de los empresarios,  familia CAMINERO.
Un servidor de ustedes estaba de asesor en
presidencia ocupada por el amigo Matilla que, además de un presidente con base y conocimientos, era tío de Raúl el fenomenal futbolista del Real Madrid y Presidente de la Peña Taurina festiva denominada “La Sopa de Ajo” donde tantas y tantas veces hemos sido invitados a comer durante nuestros años de veterinario de la plaza de toros de Medina. En la actualidad conservo; un pañuelo que me regalaron con el escudo de Medina artísticamente bordado, otro donde reza “Peña La Sopa de Ajo” y naturalmente el cariño a cuantos componentes me demostraron su aprecio y consideración.

Joao Moura habría terna. Hacía unas semanas que había adquirido a Vista Alegre, una alegre y estilizada yegua alazana  cruzada en árabe, por una cuantía económica importante. El “Niño Moura” trató de parar al molero, pero el astado le cortó el terreno, apretó hacia los adentros,  estampanando al animal contra las tablas de la barrera del callejón de los terrenos de sol frente a presidencia y delante de la puerta grande, aprovechando para introducir el cuerno, reglamentariamente arreglado, hasta la cepa. Cornada profunda en el tercio superior de la pierna derecha entre la unión del borde posterior del músculo glúteo superficial  con el borde anterior del músculo largo vasto, llegando hasta el músculo glúteo profundo, que perforó una ramificación de la artería ilíaca, concretamente el origen de la arteria muscular grande posterior del muslo 

Desde nuestra privilegiada atalaya de Presidencia, pude ver como la sangre manaba a borbotones de la herida infringida a pesar de que, los otros dos rejoneadores de la terna con toallas, trataban de tapar el enorme boquete de la cornada mientras Moura llevaba a su yegua herida al patio de  caballos.

Durante el camino pidió a su hermano que llamara por teléfono a un prestigioso cirujano equino cordobés para que tomara un helicóptero y se trasladara a Medina. ¡No le daría tiempo a llegar! ¡La yegua requería intervención inmediata!

Desde la posición que ocupaba, pude ver la gravedad de la cornada, por lo que me vi en la obligación de prestar ayuda al animal. Pedí permiso al presidente amigo, para ausentarme de la presidencia e ir al patio de caballos.

Cuando llegué, Moura estaba lidiando al toro agresor. Tras ofrecerme para operar a la yegua al hermano, que estaba tapando la herida, me encaminé a tomar lo necesario al maletero de mi coche, aparcado desde primeras horas de la mañana en dicho patio por haber tenido que atender a tres caballos heridos en los encierros.

Joao Moura no me conocía como veterinario clínico especialista en équidos, sí como veterinario taurino al haber coincidido en varias plazas.

Para cambiar de cabalgadura, tras colocar los rejoncillos de castigo, pasó por el patio de caballos para interesarse por el estado de su yegua. Al encontrarme operándola me preguntó:

- Está usted capacitado para arreglar la cornada.

- Naturalmente, fue mi respuesta. Me he decidido a intervenir porque el compañero Sanz Parejo, no hubiera llegado a tiempo

- Comprendo, comprendo. Pues…adelante.

Ya tenía a la yegua dormida en pie con la misma anestesia que utilizaba para castrar a los caballos en esa posición mientras comían tranquilamente el pienso en su comedero de la cuadra.

Ayudado por el hermano del rejoneador (que e.p.d, trás accidente de tráfico) traté de encontrar el comienzo de la arteria rota, no sin ciertas dificultades al no querer dilacerar demasiados tejidos en la apertura que luego retrasarían la cicatrización de la herida.

¡Logré encontrarla y ligarla! Tras colocar las sondas pertinentes, procedí a suturar por planos.

Todo fue un éxito, corroborado por los aplausos de los numerosos aficionados al mundo del caballo que se habían dado cita en el quirófano improvisado, al que hubieron de acordonar los policías municipales para permitirnos trabajar.

Numerosas cámaras de vídeo grabaron la operación que finalizó momentos antes del final de la corrida. Moura estuvo a nuestro lado acariciando a su yegua todo el tiempo que le permitió la lidia de su lote.

Tras inducir la recuperación anestésica, la yegua por su propio pie subió al camión del rejoneador que lo llevó a su finca en Villafranca de Xira donde se recuperó satisfactoriamente de la operación.

Como anécdota les contaré que Moura me emplazó para abonarme los honorarios de mi operación, al Hotel San Roque, emblemático establecimiento taurino.

A esta corrida había asistido mi hijo mayor, Luis, acompañado de un amigo y condiscípulo de la Facultad de Medicina. Llegaron antes que un servidor al hotel y, mientras tomaban una cerveza en el bar de dicho establecimiento, oyeron la siguiente conversación que mi hijo me transmitió nada más verme llegar al Hotel.

Ginés Cartagena le dice a Joao Moura:

- No temas la cornada de la yegua. La cornada fuerte va a ser la que te va a meter este veterinario que la ha operado.

Cuando llegué a la barra del bar del hotel, Moura me estaba esperando y tras invitarme a un vino de Ribera de Duero, me preguntó por el importe de mis honorarios.

Mi respuesta fue la siguiente:

- A usted no le cobro nada, pues he bajado de Presidencia a atender a un animal porque mi ética profesional me pedía que no le dejara morir desangrado. Pero a éste, y me dirigí a Ginés Cartagena, que me ha tildado de pesetero sin conocerme, no le atenderé un caballo herido aunque me lo pidiera de rodillas.

La cara de estupor de Fermín Bohórquez que presenció la escena fue de cine.

¡Sin duda alguna me había salido el componente genético de mi santo padre!

Un buen día a la Academia de Caballería, coincidiendo con los días de la Feria de Septiembre, llegó el hermano de Moura preguntando por el veterinario para regalarme una silla de montar portuguesa de Do Sal, idéntica a las que el gran rejoneador portugués utilizaba en el desarrollo de su depurado arte ecuestre de rejoneo. Silla que no he utilizado porque quiero admirarla subida en su caballete en el despacho de mi casa al tiempo que recuerdo a la yegua Vista Alegre y a su señor dueño el gran rejoneador  conocido como “El Niño Moura” por su actuación en Madrid con 15 años de edad, al que me une una buena y desinteresada amistad.

Nota: Si éste artículo cayera en manos de alguna persona de los que grabaron la operación, les agradecería que se pusieran en contacto conmigo, pues es un documento gráfico que me gustaría tener. GRACIAS.

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