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miércoles, 27 de octubre de 2010

BUSCANDO UN CULPABLE COMO PRETEXTO:EL TORO.
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
Si parto del axioma:
“No hay un solo hecho en el mundo en que el hombre no pueda irrumpir con éxito para poder aprovecharlo”
No puedo comprender por qué algunos toreros de los denominados “figurones del escalafón” de manera sistemáticamente, cuando no logran “cuajar” la faena que sueñan, echan la culpa a la falta de colaboración del toro.
Indudablemente es lo más cómodo al carecer el oponente de lenguaje útil para defenderse.
¿No será más bien que el torero no ha encontrado en su arte el complemento preciso para que su conjunción con el toro resulte de interés? ¡Es lo más probable! y ha optado por establecer, tras simplemente probar a su oponente, una dificultad insuperable en el desarrollo de su bravura que le aconseja brevedad.
¡El buen torero está obligado a encontrarlo! y dejarse de gestos cara al público denunciadores de que el toro no es apto por su falta de colaboración. ¡Si el toro no colabora al 100% quiere decir que lo que le falta lo ha de poner su matador a fuerza de valor e inteligencia!
¡Habrá que tratar de encontrar la solución al problema! ¿Cómo? Jugando con las distancias, con la colocación delante de él, con el inicio del pase, con la prolongación y el remate del mismo.
Probando por ambos pitones y tras descubrir el menos malo tratar de configurar la faena por él, para seguramente lograr, tras el sometimiento, que también por el otro “se deje”. Nunca optar por una aceptación cómoda.
La Fiesta de los Toros se trata de una repetición de frases enteras, conceptos completos y hasta palabras exactas como alguien dijo. Como si todo estuviera fatalmente dispuesto y obedeciera a los movimientos de una cosmología inflexible.
¿Que el toro a pesar de la selección de bravura tan selectiva a veces presenta dificultades? ¡Es indudable! Pero dificultades susceptibles de paliar “toreando por el otro lado”, “alejándose”, “acercándose”, “corriéndole para atrás”, “no dejándole respiro”, “pasándole por alto”, “desengañándole”, en una palabra, enseñándole a embestir que, a pesar de ser su obligación, NO CONOCE y no acogerse el torero nunca al pretexto.
El toro de bravura perfecta, perfecta, no sé si existe, pues en realidad se trata de un animal noble que sale al redondel de una plaza donde todo le es desconocido y además se le somete a engaños y persecuciones, y esto el toro lo nota. ¡Naturalmente! Y de cómo el torero lo entienda y lo enseñe desde el primer momento, dependerá su actitud y comportamiento posterior.
Por lo expuesto no debemos tratarlo sin respeto. Hemos de respetarlo tanto el público como, en mayor grado aún, el torero sea estilista o tremendista. No negarle nunca beligerancia y sí tratar de, en vez de demostrar impotencia, sacar a la vista de los aficionados lo que el toro solo no podía, no entendía o no quería sacar y esto es obra del torero que ha de poder, entender y querer.
Así que señores toreros déjense de utilizar frases como: “daba gañafones”, “se cernía mucho por el pitón izquierdo”, “buscaba y no me dejaba respirar”, “reponía en exceso”, pues al fin y a la postre es la obligación del toro bravo: ¡Tratar de coger a lo que tiene ante él! Y ustedes han de evitarlo con astucia, técnica, conocimiento y sobre todo ARTE.