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sábado, 31 de enero de 2009

LA TERCERA DE FERIA DEL AÑO 1971 EN VALLADOLID.

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.













Expectación extraordinaria en esta corrida donde actuaban dos veteranos maestros junto a un joven diestro de Linares. Expectación que llevó a que nuevamente se llenará el coso del Paseo de Zorrilla.
Preside el comisario del Cuerpo General de Policía señor Zalama Herrera que es auxiliado en materia taurina por el que fue novillero Fernando Merino.
La Reina de las Fiestas, un día más ocupando su sitial en el palco reservado a su mandato.
Euforia desde el comienzo del espectáculo que no decayó a lo largo del todo el desarrollo del festejo por aquello de ir de menos a más.

Abre plaza un toro de capa negra marcado con el número 105 que se llama “Capirote” y que pesa 470 kilos. El maestro Antonio Bienvenida lo lancea a la verónica de forma extraordinaria, rematando la serie con una media verónica clásica y una graciosa revolera merecedoras de una enorme ovación.
En la primera entrada al caballo, el jaco es corneado. Nueva entrada al piquero, quien se agarra arriba y le administra una excelente vara.
El toro en el quite que realiza el maestro de Caracas demuestra nobleza y embestida pastueña lo que propicia la consecución de una gran faena.
Antonio Bienvenida brinda al público vallisoletano y comienza su faena con dos pases sentado en el estribo a los que siguen unas series de redondos y naturales suavísimos de ejecución, rematados con los consabidos pases de pecho para, una vez conseguida la faena, deleitar a la concurrencia con graciosos y elegantes estatuarios, ayudados por alto y por bajo, que arrancaron las notas de la Banda de Música, los sones de las charangas y las ovaciones de los graderíos.
Especial entusiasmo levantaron los pases de “kikiriki” que más que ejecutar, dibujó.
Una faena de gran altura artística, a un toro bueno y sin dificultad alguna, que perfectamente asimilada por el entendido público vallisoletano, hizo que la plaza se viniera abajo ante la enorme labor de un maestro de la torería todo arte y sapiencia taurina.
Mató al de Juan María Pérez Tabernero de una estocada caída que al doblar el toro y ser atronado al primer intento por el puntillero mereció, a juicio de la presidencia, y ante la petición del público, la concesión de las dos orejas con las que dio la vuelta al anillo.

A la salida de su segundo oponente que era el número 14 “Alineado”, negro bragado y con 484 kilos sobre los costillares, el maestro Bienvenida se dio cuenta de la dosis de mansedumbre que atesoraba.
Lo sacó de su querencia a tablas para instrumentarle una serie de verónicas de gran clase que remató con una media verónica muy ceñida. Recibe una gran ovación.
Ha de trabajar el piquero para consumar su función, pues el toro en vez de ir al caballo se va en busca de un monosabio que afortunadamente libró el aprieto.
Banderilleado deprisa, para que no aprendiera más de la cuenta, de inmediato Antonio Bienvenida comienza doblándose, para seguidamente continuar con series sobre ambas manos ejecutadas con maestría y efectividad en el dominio del manso, en medio de los sones de la música y los aplausos de la concurrencia.
Dos series de naturales, no sin exposición, finalizan con pases de trinchera y cambios de mano de muleta delante de la cara con la gracia más propia de la escuela sevillana, en medio de las dificultades del viento.
En la suerte natural una media estocada seguida de certero golpe de descabello despenan al toro que se va al desolladero sin una oreja que, a petición del público y con el beneplácito de la presidencia pasó a manos del diestro para dar la vuelta al ruedo en medio de una gran ovación.

El primero de Luis Miguel Dominguín es un toro negro de bonita lámina que responde por “Quebrado” marcado con el número 60 y un peso de 485 kilos.
Muy aquerenciado a tablas. Tanto que le cuesta trabajo al diestro madrileño sacarlo al tercio, haciendo imposible el lucimiento con la capa.
Con una sola vara en la que el astado, recarga, se pasa al tercio de banderillas que es cambiado con tres palitroques en lo alto.
De muleta y a pesar de las dificultades que el cornúpeta presenta, Luis Miguel le templa con la flámula en pases en redondo que remata con pases cambiados y desplantes toreros. (Gran ovación en medio de los sones de la música).
Serie de naturales que ha de provocar dándole rodillazos en los cuernos para que el toro se arranque, lo que no es muy torero pero sí encandila a las masas.
Pases artísticos seguidos de desplantes con caricia de testuz, ponen fin a una faena caracterizada por la voluntad del torero.
Media estocada trasera propicia la concesión de una oreja con la que da la vuelta al ruedo.

Su segundo corresponde al quinto de la tarde herrado con el número 37. Es negro listón de capa. Responde por “Avalancha” y pesa 439 kilos.
Luis Miguel lo recibe con una larga cambiada demostrando que sale a “revienta calderas”.
Un toro todo dificultades al que Luis Miguel Dominguín en una faena antológica dejó la impronta de su saber y su dominio en un quite por verónicas pura estética y buen remate, que abrochó con una media antológica.
Tras brindar la faena al Alcalde de la ciudad don Antolín de Santiago y Juárez, que ocupaba su barrera del tendido 8, se va en busca del astado a los terrenos del 2 para comenzar una faena por estatuarios y seguir con una serie de redondos abrochados por el obligado de pecho, ceñidísimo. Nueva serie sobre la derecha donde el temple y el remate a la cadera son la nota dominante.
La muleta sobre la zurda para instrumentar una serie de naturales perfectos de ejecución y remate. Y finalmente los pases de relleno y adorno a base de afarolados, circulares completos y desplantes todos ejecutados con sencillez y limpieza de maestro en el arte de Cúchares.
Un molinete de rodillas ajustadísimo fue la guinda del pastel que culminó la faena de Luis Miguel en Valladolid. Se pide la oreja antes de que el maestro entre a matar.
Una estocada que cae baja y que el propio Luis Miguel saca limpiamente. Unos pases, los justos para cuadrar nuevamente al toro y ¡ahora sí! un estoconazo en todo lo alto que propicia el que se pidan las dos orejas que la presidencia concede y con las que el diestro madrileño da dos vueltas al ruedo.

Y en medio de estos ilustres veteranos, un joven torero. Es de Linares y se llama Sebastián Palomo que deleitó al publico de Valladolid con dos faenas rabiosamente toreras, profundamente efectistas y estéticamente perfectas para deleite de la vista.
Su primero toro que respondía por “Barullo” herrado con el número 19, negro y de 481 kilos, de salida demostró mansedumbre y como fue muy protestado por el público, el presidente devolvió a los corrales.
Palomo Linares hace correr el turno y sale a la arena el que estaba encargado de ser su segundo oponente dejando el sobrero para el final de corrida.
Es el toro nº 70. “Tostado” de nombre. Negro de capa y con 475 kilos de peso.
Sebastián lo recibe con lances muy apretados que hacen surgir los primeros aplausos de la concurrencia.
Tras los dos primeros tercios que transcurren sin nada digno de mención, Palomo comienza su faena de muleta con cuatro pases rodilla en tierra que abrocha con el de pecho, derechazos, un circular completo que enerva a los graderíos.
Sigue por redondos suaves, largos y bien rematados. La muleta sobre la izquierda dibuja unos naturales perfectos de ejecución que son rematados con trincherillas y molinetes en cadena.
¡El público entusiasmado ante la magistral obra del joven torero jienense!
La suerte suprema trata de realizarla recibiendo, pero encuentra hueso en su ejecución al igual que en otras dos ocasiones más. Finalmente tampoco estuvo acertado con el verduguillo lo que le privó de los máximos trofeos, no obstante lo cual el público, entusiasmado con su labor, le obligó a dar dos vueltas al ruedo cuando el toro pasó al desolladero en medio de la ovación del público.
Como era el intermedio de la corrida a petición del público los tres espadas saludaron desde el tercio en medio de ovación unánime.

Y sale el último astado de la tarde. El anunciado como sobrero que pertenece al hierro de doña María Lourdes Martín de Pérez Tabernero que lleva al número 44 y tiene por nombre “Matapotros”.
Sebastián Palomo Linares le recibe por verónicas entre los aplausos del público.
La suerte de varas transcurre en medio de cierto desbarajuste y como entra varias veces al caballo de picar propicia un quite de Antonio Bienvenida que fue muy aplaudido.
En banderillas un excelente par de Antonio Martín Caro.
Sebastián Palomo Linares brinda a sus dos maestros de terna para comenzar la faena con tres ayudados por alto, perfectos de ejecución y quietud.
Acto seguido la muleta a la izquierda para ejecutar dos tandas de naturales perfectas de ejecución y remate (Gran ovación).
Continúa por redondos citando al toro de lejos y aguantando estoicamente la llegada del astado. Remata con afarolados, orteguinas y jugueteando con el toro.
¡Extraordinaria y bonita faena! la realizada por Palomo.
Mata de menos de media estocada en el sitio y como el toro dobla de inmediato, se le conceden las dos orejas y el rabo con lo que sale a hombros de la plaza en solitario, pues sus dos compañeros de cartel se negaron y consiguieron salir por su propio pie. Palomo aunque también quiso acompañar a pie a sus dos compañeros, no pudo librarse de salir a hombros.

Con un público y Presidencia así, debe dar gusto torear en Valladolid.