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miércoles, 22 de diciembre de 2010

¿QUIEN DEBE ESTAR A CARGO DEL CAMBIO DE LA SUERTES DE VARAS?
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

Permítanme una serie de consideraciones sobre la reacción al castigo de las reses de lidia:
“El toro bravo es agresivo y cauto por saberse defender de las fieras y del hombre” (Vidal Munne).
“El toro bravo tiene como misión principal conservar su ser y perpetuar la especie, de ahí que se defienda y ataque a quien le moleste” (Sanz Egaña).
“El toro bravo está dotado de agresividad y acometividad consecuencia del enfurecimiento producido por la excitación y la irritabilidad en la que intervienen factores intrínsecos: secreciones hormonales y el sistema neurovegetativo” (Gómez Aparicio).
¿Cómo se le excita?
Fundamentalmente por: el movimiento, los colores y el dolor.
Movimiento:
“Ante los toros hay que andar sin aspavientos, hablarles sin gritos y con voz templada, ya que si se les habla de forma desordenada se encampanan y se arrancan”
Colores:
“El color rojo les llega a producir irritación y dolor en el órgano de la visión”
“En la suerte de varas se arrancan más fácilmente a los caballos de capa torda en fase blanca, seguida de los de capa negra y luego a los de capas compuestas (castaños y alazanes).
Dolor:
“Esta sensación molesta, producida en cualquier parte de su anatomía, cuando llega al cerebro le produce un enfurecimiento con la finalidad de defenderse y por ello embiste”.(Francisco Abad Boyra).
“Los grandes traumatismos producidos en la suerte de varas producen copiosas hemorragias que de no ir seguidas de una rápida coagulación con la consiguiente retractilidad de los vasos, consecuencia de que su fiereza es debida a que su sangre es muy rica en fibrina, le llevarían a la muerte” (Aristóteles).
“La pérdida de sangre produce una disminución de la presión sanguínea en el cerebro lo que motiva pérdida de sensibilidad consciente en 3-5 segundos” (Dembo).
¿A qué viene todo esto?
Pues a demostrar la importancia enorme que para el mayor lucimiento del matador tiene el que los toros lleguen bien picados al último tercio. Picados de manera rápida y efectiva con la finalidad de que no se den cuenta de su próximo fin.
Pero desgraciadamente ocurre que hoy día los matadores suelen ser los culpables de que suerte tan esencial haya venido tan a menos.
Y la derivación?... pues que en la actualidad cualquiera puede picar toros aún carente de facultades físicas, valor, afición, conocimiento y lo que es más grave sin ser un consumado jinete que, en otros tiempos cuando los toros tenían poder eran condiciones  imprescindibles en el picador, pues éste esperaba al toro en el ruedo procurando no hacerlo a la izquierda de chiqueros que es la salida natural del toro y por ende el lugar más perjudicial.
Hoy es el toro quien, normalmente una vez fijado, espera la salida de los picadores quienes con toda seguridad buscan el lugar de la contraquerencia de toriles.
Seguidamente deberá citar al toro en su rectitud y a una distancia de la barrera que no ha de sobrepasar los tres metros, y al acometer el astado debe procurar que al mismo tiempo que coloca la puya en lo alto del morrillo, cargarse sobre el palo y refrenar al caballo sesgándole hacia la izquierda, a fin de que el toro tenga salida para que el castigo de puya y quebranto del peto no sean excesivos. Antes hacían todas estas maniobras para defender al jaco de cornadas.
Hoy, como no hay que defender la vida del caballo (convertido en un blindado), los picadores se limitan a tratar de poner la puya donde caiga y apretar hasta que el toro se rinde o sale medio muerto para la hora final.
Antes, el plato fuerte de la Fiesta era la suerte de varas por ser la que servía para contrastar el mérito y la valía de las reses.
Y al respecto ahí van unas anécdotas:
“El famoso toro “Catalán” de Miura. Lo reunía todo. Tenía tipo, edad, nobleza, bravura y poder. Tomó nueve varas, dio seis caídas y mató seis caballos. Llegó completamente agotado al último tercio y “Bombita” que era el matador de turno se limitó a descabellarlo puesto que no podía hacer otra cosa. El público abroncó a Ricardo Torres. La culpa fue del Presidente de la corrida que entusiasmado con el comportamiento del animal dejó correr el tercio hasta que el toro e rindió por agotamiento”.

“Cuando Pagés firmó la exclusiva a Juan Belmonte y éste toreó la primera corrida en Madrid, recurrió a la amistad que un periodista tenía con Salerí que era asesor  del presidente de la plaza para que le dijera:
-Dile a Juan Sal (Saleri) que tenga cuidado con los toros de Juan Belmonte, no vaya a hacer un desaguisado y los apure en perjuicio del matador.
Salerí dijo al periodista:
-¿Cómo quiere los toros mi tocayo? ¿Con una vara más o más sueltos y con facultades?
El periodista replicó:
-Mira Juan: hazte cuenta que tú eres el que los tiene que torear de muleta y cuando les veas a tu gusto, entonces cambias el tercio.
Belmonte tuvo un éxito enorme debido a que Salerí era un torero magnífico y de una gran finura hasta el extremo de que cuando Guerrita lo vio torear de novillero alternando con Vicente Pastor, exclamó: “Madrid ya tiene un torero, ¡y bueno!, pero Salerí fue perdiendo valor con el número de actuaciones y acabó de asesor de los buenos.
Finalmente les diré a ustedes que, durante los muchos años que he actuado de asesor veterinario en las plazas de toros  de tercera categoría de la provincia de Valladolid, siempre aconsejé al presidente del festejo que en los momentos previos del acontecimiento taurino hablara con los matadores y les sugiriera la posibilidad de que fueran ellos quienes solicitaran el cambio de tercio tanto en la suerte de varas como en banderillas con la finalidad de hacernos una idea desde el palco presidencial de sus preferencias y posibilidades. Luego…naturalmente obraríamos en consecuencia si comprendíamos que su decisión era precipitada o errónea, pero en principio la responsabilidad de su acierto o fracaso ante el público, era del propio matador.