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jueves, 24 de abril de 2008

EL VESTIDO DE TOREAR (I).

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

“El traje de los primeros toreros populares era el harapo” según palabras de D. José Ortega y Gasset.
Luego, a medida que los diestros comienzan a cobrar honorarios y estos daban para comer y vestirse, evolucionan hacia trajes que no acusan riqueza –ya que en el siglo XVIII el vestido tenía carácter jerárquico y, por ello el diestro no podía rebasar la clase social a la que pertenecía- pero sí, utilidad.
Siendo precisamente en el momento en que, el torero pasa de la oscuridad en que estaba sumido a ídolo popular, cuando se viste con el ampuloso, llamativo y bellísimo traje denominado de “luces”.
En cuanto a su evolución se refiere podemos decir que:
En un principio los toreros vestían como cualquier ciudadano de la época, diferenciándose de estos únicamente por la banda de tafetán que solían llevar cuando actuaban en las corridas. Era un distintivo que, recogido en las carnecerías, les servía para poder torear, puesto que sin la banda no podía bajar al ruedo.
¿Por qué ese distintivo?
Como consecuencia del informe que dio el doctor Cristóbal Pérez de Herrera que era médico de las galeras de España, en el que dijo que:
“Cada año morían en los cuernos de los toros unos trescientos hombres y recomendaba que únicamente bajaran a la plaza la gente experta, la cual sería reconocida por llevar una gorra colorada”
No prosperó su idea del gorro, pero al menos pusieron tafetán (unas tiras de una especie de seda) el cual se daba en la proporción de tres varas por diestro (equivalente a dos metros y medio de los actuales). Banda de tafetán que llevaban los profesionales y que era lo que les distinguía de los ventureros, que no eran profesionales sino gente de “mal vivir” (soldados cesantes, individuos salidos de galeras etc) que no les importaba jugarse la vida, puesto que era una “perra vida” la que llevaban.
En aquella época había dos tipos de torero: los de banda y estoque (entre los que estaban agrupados los matadores y los subalternos) y los de banda.
La referencia más antigua que tenemos del vestido de torear es la:
“Cartilla en que se anotan algunas reglas de torear a pie en verso y en prosa”
en la que se dice que los toreros llevaban coleto y calzón de ante, además de un correón de cuero en la cintura con una hebilla muy grande delante. Las mangas acolchadas y de terciopelo con la finalidad de disminuir el riesgo de las cornadas.
¿El por qué vestían trajes confeccionados a base de ante?
Porque el toreo actual tuvo sus precursores en Navarra y allí hacía frío y era donde los diestros navarros (procedentes de los pastores de reses bravas) participaban en las fiestas de las villas y aldeas de la región vasco navarroaragonesa, cobrando honorarios por ello para ayudarse en su otro oficio. Honorarios que eran cobrados por los apoderados como encargados de hacer los contratos con las plazas de toros.
El traje de torero era así:
“Casaquilla grana forrada de lienzo. Armadores de lama falsa. Entreforros de esterlín. Torzal y botones de plata falsa. Vestidos guarnecidos de galón y espiguetillas de plata. Medias encarnadas”.
En Andalucía los toreros visten trajes más livianos, confeccionados a base de seda, pues allí el clima es más dulce y además los diestros andaluces van de acompañantes de los caballeros, a los que auxilian. De ahí que su arte sea distinto al duro arte vasco-navarro, basado en el zig-zag, en el quiebro, en los movimientos rápidos, en las apariciones y desapariciones, porque el toro navarro, pequeño y vivaracho (dotado por ello de gran vivacidad y movilidad), lo impone. En cambio el toro andaluz, más largo , más tranquilo y más hondo, permite el toreo más reposado y artístico.
Luego viene una época en la que se aúnan el ante y la seda en el traje, de torero.

Pero la evolución del traje de torear no para ahí, sino que copia de los trajes de los soldados, al ser estos los únicos que podían vestir como “les viniera en gana” saltándose la prohibición del monarca Felipe IV sobre el uso de oro y plata en los vestidos.
De ahí que haya de hablar de los trajes militares, ya que fueron en parte, la base de los actuales trajes de torear.
Hasta finales del siglo XV no existían reglamentariamente las divisas en el Ejército. Pero por aquél entonces los Sargentos usaban la alabarda (arma-divisa) y los Capitanes y Superiores, la banda.
En el siglo XVI, los Sargentos empezaron a usar la llamada jineta que eran unas cintas de colores que portaban en el hombro derecho. Los Oficiales Superiores llevaban esas mismas cintas, pero de oro y plata. Los Coroneles las llevaban en ambos hombros. Los Sargentos Mayores en el hombro derecho y en el izquierdo, los Capitanes.
En el siglo XVIII aparecen los alamares (a base de un galón de tres dedos de ancho). Los de los Oficiales en oro y plata. Los de los Sargentos en estambre con el color de la divisa del Regimiento de pertenencia.
Reinando Carlos III, aparece un R.D (el día 1 de enero de 1785) por el que se dispone que a los alamares se les denomine charreteras. Estas a base de hilo de oro o plata, las llevan los Capitanes a pares (una en cada hombro). Los Tenientes solamente una (del mismo material) en el hombro derecho y los Alféreces o Subtenientes, una en el hombro izquierdo. En los Sargentos la charretera es de otro material (concretamente estambre) y el color es el de la divisa del Regimiento. Los Sargentos primeros llevaban dos (una en cada hombro), mientras que los Sargentos segunda, llevaban una sola en el hombro derecho.
A principios del siglo XIX los uniformes, sufren unas modificaciones. Los Oficiales siguen usando charreteras, pero ahora, los Subalternos añaden una capona del mismo metal (oro o plata) en el hombro que no lleva charretera. Lo mismo acontece con los Sargentos.
Entre los años 1809 y 1814 el Ejército de José Bonaparte lleva las siguientes charreteras:
Charreteras con canelón de oro o plata llevan:
Coronel y Mayor, en ambos hombros.
Comandante, en hombro derecho.
Capitán, en ambos hombros.
Teniente, sólo en el derecho y capona en el izquierdo.
Subteniente, solo en el izquierdo y capona en el derecho.
También se usaban las charreteras en el dolman.
A partir del año 1860 desaparecen las charreteras definitivamente. Durante el siglo XVIII, los toreros a medida que iban ganado puestos en la sociedad, tendieron hacia la imitación de los militares, llegando no solo a usar oro y plata en los vestidos, sino a ostentar signos visibles (en los trajes) de los triunfos obtenidos. Caso de José Romero quién al traje que le regaló la Duquesa de Alba le añadió el capote jerezano, el pañuelo rondeño y la faja sevillana que conmemoraban los triunfos cosechados en estas tres ciudades. Eran al fin y al cabo la representación taurina de las medallas militares a los méritos guerreros conseguidos.
Después como sigue ganado puestos la interpretación a pie del toreo, Joaquín Rodríguez “Costillares” solicitó a la Maestranza de Sevilla, la concesión de galón de plata para los toreros de a pie, con el fin de igualarlos con los picadores.
Pero los “toreadores” siguen su marcha ascendente hasta conseguir Francisco Montes “Paquiro” la subordinación de los varilargueros al Jefe de cuadrilla.
Extractado de mi libro: “Incursión por el mundo de los toros” Quirón Ediciones. I.S.B.N: 84-87314-34-1.