LAS
VERDADES DEL TOREO.
Por
LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.Triunfar en Madrid, ¡No es cuestión de desniveles de piso de plaza! ¡Es cuestión de grandiosidad de cuarto de kilo y de vergüenza torera!
Hay
determinados coletudos que de no ser porque demasiados “forofos taurinos”, - que
no ven más allá de sus narices acatarradas y jalean hasta los andares - no le
tuvieran tanta consideración, estarían en el ostracismo más absoluto, puesto
que: “Si
obras son amores y no buenas razones” no hay porque entronizar a quién
tarde tras tarde se va con el rabo entre las piernas y esa sonrisa ficticia de
conformismo ante el fracaso continuado de casi la generalidad de sus
actuaciones, que son demasiadas y reiteradas en algunos ciclos de los más
significativos del panorama taurino español. Al final acaba fumándose
materialmente un puro y…hasta el próximo fiasco.
Claro
que si luego, tras cuatro actuaciones con OCHO TOROS para él solito y, alguno
más, si venía al caso para tratar de que triunfara, no lo hacía, ahí estaba la “prensa
especializada” para glosar sin rubor alguno y desvergüenza total los
lances administrados a un toro que era unas perita en dulce, en una tertulia
montada en una sala del Hotel Colón a la que asistí para sentir vergüenza ajena
de tantas insensateces y mentiras como pudimos oír los 17 asistentes que
componíamos la audiencia. Menos mal que aún no habíamos comido ese mediodía y
así no hubo corte de digestión
Afortunadamente
a Madrid en el ciclo más largo del mundo, solamente vino una tarde fuera del
ciclo en esa nueva corrida de ¡Demasiado poco bagaje para la primera plaza del mundo!
También
el refrán lo dice: “Más vale caer en gracia, que ser gracioso” y, de eso que lleva
al mito, viven algunos que sin exponer un alamar se lo están llevando crudo
aunque al final del espectáculo hayan de salir un poco más acomplejado cada
tarde por aquello de que…se le escapó un nuevo toro inmaculado..
Claro
que, a posteriori, sus mentores le convencerán de que: “Mientras el chollo continúe…no
hay que apurarse”
¡Siempre he admirado a aquellos toreros
que salen cada tarde a darlo todo! porque
esta es la verdad de este oficio donde la muerte ronda cada tarde en cada coso,
pero… cuando uno se inhibe hasta el extremo de llevar a la desesperación, por
su insolvencia, a los verdaderos aficionados… ¡va un abismo!
Hoy
la verdad es que me encuentro con el ánimo por los suelos a consecuencia de la
muerte de un torero que la verdad es que daba todo en el ruedo. Podría gustar
más o menos pero de eso a inhibirse…NADA DE NADA.
Me
refiero a Iván Fandiño, ese orduñés
que, desde el momento en que pisaba las dependencia de la plaza de toros en la
que actuara, se refugiaba en su recogimiento, se alejaba del mundanal ruido,
desconectaba de todo, apretaba sus dientas hasta hacer visibles las
contracciones de sus músculos maseteros y esperaba a que saliera por chiqueros
lo que fuera en forma de toro para entregarse en cuerpo y alma a ejercer su
oficio consciente de que el público pagano asistía no para ver tragedias pero
sí para que no se les defraudara con inhibiciones.
¡Siempre
exponía al máximo! no importándole que su oponente no colaborara, ni que
punteara, ni buscara las zapatillas. Era consciente que para ser figura del
toreo, había que exponer y él estaba dispuesto a escalar los primeros puestos
del escalafón taurino.
Luchó
contra los trusts empresariales al lado de su escudero y amigo Néstor García.
Estos, en no pocas ocasiones, le negaron contrataciones, pero el tándem no
desesperó y siguió luchando: uno en el ruedo con la verdad por delante cada
tarde y ante cualquier tipo de ganado y el otro en los despachos peleando a
brazo partido, exponiendo los triunfos de su torero. Así lograban temporada
tras temporada seguir adelante.

Iván
ha dejado su vida en una plaza de no excesiva importancia como es la de
Aire-Sur-L’Adour y, precisamente haciendo gala de su no inhibición, realizar un
quite, tras haber cortado una oreja en su primer oponente, al toro de su
compañero. Un cuerno le perforó el costado derecho llevándose por delante
pulmón y algún órgano vital que hizo inviable el traslado al hospital de Mont
de Marsan.
Desde
el momento de la cornada Iván fue consciente de que su vida se había acabado de
ahí que le dijera a su compañero de terna el matador francés Thomas Dufau: “Que me lleven pronto al hospital, que me
estoy muriendo”..
Pero
este vasco de nacimiento con raíces gallegas, tenía unos conceptos taurinos muy
claros tales como: que Madrid valora el
toreo puro a diferencia de Sevilla que valora el arte o Bilbao donde la
categoría y la clase son sus señas de identidad.
Como
era consciente de que cuando toreas te expones a la cornada y corres unos
riesgos que hay que llevarlos con mucha entereza y fuerza, pues para torear hay
que tener tanto el corazón como la mente
muy bien puestos porque en
milésimas de segundo una reacción y un
movimiento puede ser vital
Iván
conocía de sobra lo que le ocurrió a “Paquirri” el 23 de septiembre de 1984 en
la plaza de Pozoblanco y más tarde a “Yiyo” el 30 de agosto del siguiente año en
la plaza de Colmenar Viejo y, recientemente a su compañero de generación, Víctor
Barrio en Teruel el 9 de julio del año pasado, pero a pesar de ello y de haber
sufrido graves cornadas en sus propias carnes quería seguir siendo torero para
demostrar al público y al aficionado sus progresos taurinos y ofrecerle sin
inhibiciones su vida a cambio de triunfar.
¡Qué
grandes diferencias hay entre unos toreros y otros!
Unos
quieren estar por encima de todos los toros y todas la tardes, mientras
otros…sólo se emplean a cuenta gotas con los
toros babositas y bobalicones y lo grave del asunto es que ¡el público encumbra a estos últimos! mientras
cuestiona su pervivencia a los primeros en una injusticia más de esta sociedad
sumamente deteriorada y poco selectiva de valores.

Madrid,
Bilbao Valencia, Zaragoza, Salamanca, Arlés, Nimes, Lima y Cali abrieron sus
puertas grandes para que salieras triunfante.
Este
artículo es mi homenaje mientras esperas en tierras extranjeras que te traigan
a la tuya para esparcer tus cenizas en cualquier paraje de Orduña a la que
paseaste con orgullo por todas las
plazas del mundo taurino en las que triunfaste.
¡D.E.P TORERO!