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sábado, 12 de marzo de 2011

ANÉCDOTAS DE CABESTROS.


ANÉCDOTAS DE CABESTROS.
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
Esos grandes toros castrados de capas berrendas, que hacen las delicias de muchos espectadores cuando con sus cabriolas corretean por el ruedo para reintegrar el toro devuelto a los corrales.
Suelen proceder de toros que no han dado la talla de bravura; por huir del hierro en el tentadero, hacer ascos a los capotes, buscar la salida y finalmente rajarse.
Para su elección han  de poseer fortaleza y capas berrendas fáciles de identificar a la luz de la luna (en las noches cortijeras) entre la manada de bravos.
Pero en otras ocasiones proceden de toros mansos y en este caso se les denomina "bueyes".
En cualquier caso estos mansos realizan un trabajo duro y peligrosísimo. Muchos de ellos mueren de cornadas de toros que les derrotan a la salida de chiqueros, lo cual nos da verdadera pena  pues se trata de animales nobles y humanitarios, si bien de vez en cuando surge alguno como “Estudiante” que suele arrancarse a los desconocidos.
Estos mansos tras la castración pasan por un aprendizaje de tres años que está dividido en tres fases:
1ª.- Imposición del cencerro, instrumento que influyendo sobre su psiquis le hace manso, al ser el típico tañido pacificador, pues sin el cencerro es un toro bravo de verdad.
2ª.- La de rodeo o careo.
3ª.- Es la fase específica, donde se le enseña la misión que va a desempeñar durante toda su vida: “estribo”, “tropa” o “caballo”. Misión que van a desempeñar  fundamentalmente en el campo, encargándose del traslado del ganado bravo de unos cercados a otros.
Los cabestros de “estribo” van a los lados del caballista para protegerle los flancos de las embestidas de los toros. Los de “caballo” van a la cola del équido para proteger su “retaguardia”. Y finalmente los de “tropa” son los que rodean a los toros y vacas propiciando la conducción acompasada a los sonidos de los cencerros, ya que suelen ser los únicos que los llevan pues los otros tipos de cabestros suelen llevar campanillas de bronce.
Pero también actuarán en las plazas de toros en el acto de desencajonamiento y siempre que sea necesario mover a los nerviosos bravos, si bien estos cabestros son objeto de doma distinta puesto que su misión consiste en conducir a corrales a los toros devueltos por presidencia durante el desarrollo del festejo. Normalmente suelen ser seis que se denominan: “liviano” el que, en cabeza, marca la dirección a seguir. “Arropadores” que como su nombre indica, arropan al toro y finalmente “arreador” que es el que lo fustiga.
Las condiciones a reunir son: temperamento, buena cabeza e inteligencia. Los mejores son los moruchos.
No suelen ser valerosos, como lo demuestra el hecho de que cedan el paso a los toros  a la entrada en chiqueros, ya que su instinto les indican que debe realizar esta “deferencia” para no ser corneados en las estrecheces de los pasillos. ¡Temen a los toros! Y eso es prudente.
También los cabestros han tenido sus anécdotas:
En las Actas del Ayuntamiento de Cádiz, guardadas desde el año 1596, se les daba mucha importancia no sólo para su utilización en los festejos taurinos sino también en la conducción del ganado de carne hasta la Casa de Matanza.
Los toros que se lidiaban en Cádiz pastaban los días previos en la Dehesa de Soto que el Ayuntamiento tenía alquilada. Desde allí los “arreadores” (uno de los cuales fue el famosos torero Jerónimo José Cándido) auxiliados de un cabestro eran llevados a Cádiz.
Este único cabestro tiene anécdotas:
Una en forma de queja del recaudador de la hacienda municipal de Cádiz contra el “arreador” del ganado que traía los toros desde la Dehesa de Soto (año 1810, libro 166, folios 337 vuelta y 338) por refrenar el ganado antes de la entrada por la puerta central de las Puertas de tierra, dejando que entrara solo el cabestro para seguidamente aguijonar a la manda para que entrara en tropel y dificultara el recuento a fines de pago arancelario.
La otra, en que este cabestro desapareció como consta en Actas del año 1811 (Libro 168, folios 35 a 38, 270, 369 y 518). Según trabajo  investigador de Guillermo Boto Arnau.
En el año 1870 cuando se retiraban los cabestros de la Plaza de Madrid, tras la conclusión de la corrida, fue avistado por el camino el viático que era llevado a un enfermo. A una voz del vaquero, los cabestros doblaron las manos y en esta posición permanecieron hasta que pasó el Santísimo.
El cabestro llamado “Respetable”, carismático por su aplomo y fortaleza, del que su mayoral llegó a decir que “para ser persona solo le faltaba hablar”, el que, con su presencia, daba seguridad a los todos los vaqueros y cabestros. El mismo que se hizo famoso porque cuando el Guadalquivir se desborda en noviembre, propiciando que los cortijos se aneguen, los cabestros conducen la “torada” a los “toruños”. En una de estas conducciones, al llegar allí, “Respetable” venteaba porque sabía que le faltaban dos toros. Oyó un mugido y rápidamente se fue  hacia donde procedía en medio del terreno encharcado y pantanoso, hasta llegar a aquel terruño donde estaban los dos toros que faltaban. Una vez allí empujó a los dos cuatreños hacia el río. Primero “por las buenas” y luego enfurecido, tratando de demostrarles que era la única salida posible hacia la salvación. Y....¡consiguió su objetivo!