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jueves, 14 de febrero de 2008

UNA PERSONALIDAD TAURINA.
(D. José María de Cossío y Martínez Fortún).

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

Don José María de Cossío, fuera de sus muchas facetas (escritor, investigador, académico, bibliófilo y literato) por la que más se le conoce es por su obra “LOS TOROS”, en definitiva la obra magna de la Tauromaquia.
He tenido la oportunidad de conocer muchas cosas de él a través de mí respetado y buen amigo D. Emilio Casares Herrero, quién al ser vallisoletano y por tanto paisano de él, durante muchos años fue amigo y tertuliano de D. José María.
De un pensamiento común, surgió mi último libro titulado ”De pronóstico reservado” actualmente en la Diputación de Valladolid pendiente de publicación. Libro en el que analizo la incongruencia de esa frase tan manida de: “La Fiesta se hunde” que no deja de ser una apreciación de los pesimistas, pues...nuestra incomparable Fiesta ha tenido a lo largo de los tiempos tantos “altos y bajos” que hundirse, lo que se dice hundirse...ni se ha dado, ni se dará mientras haya un solo aficionado.
Y partiendo de esta premisa, me puse "manos a la obra" para escribir la cronología de esta evolución.
Así lo pensaba también D. José María, pues D. Emilio me decía que en una entrevista que le hizo Vizcaíno Casas vino a decir más o menos que: “no creía que pudiera hablarse de un momento determinado, bueno o malo, pues los había habido extraordinarios; después llegó el bajón y de inmediato se dijo que los toros se acababan, hasta que de nuevo entraban en una fase brillante”.
Palabras que a decir verdad, las decía allá por los años 70 cuando los toreros que había en el mundo del toro eran nada más y nada menos que: Paco Camino: al que consideraba “un lidiador fenomenal”, Diego Puerta “el torero más valeroso” para él y Manuel Benítez “El Cordobés” del que reconoció se trataba de “un fenómeno muy interesante al que había que analizar con toda atención, al tener una gran personalidad dentro de un estilo poco ortodoxo, pero único y original”
D. José María nunca se atrevió a tomar partido por el “valor” o el “arte” de ahí que no se decantara ni por “Machaquito” que era “todo valor”, ni por “Cagancho” que era “un lujo de la Fiesta”, pues sus preferencias se basaban en que: “el torero domine al toro, le mande, le lidie porque eso es lo fundamental”
Era consciente, como yo lo soy ahora, que los toreros de categoría procuran escoger toros con menos dificultades porque como él decía: “los toreros no son tontos y al estar arriba, exigen”.

D. Emilio me transmitió la opinión que D. José María tenía de “Manolete” al que consideraba como un “torero corto”, si bien dentro de esa limitación era extraordinario. Era para él, “poco variado” pero reconocía que lo que hacía, tenía una calidad excepcional.
En el Museo Taurino que D. Emilio posee en una de las edificaciones de su chalet de Viana de Cega (Valladolid), no muy conocido por la desidia de los políticos en no promocionar los valores de su región, hay una viga del techo que alberga la secuencia de los 15 pases básicos de la faena de “Manolete”. Faena que era calcada en todas sus actuaciones, pero que tenía el mérito de hacerla a toros diferentes de patrón de conducta, de comportamiento y condición.
¡“Manolete”! que contaba entre sus virtudes la de ser estoico, responsable, valeroso y un gran estoqueador.
Coincido con D. José María y D. Emilio, en que la Fiesta no ha cambiado tanto como algunos preconizan, pues al examinar a los protagonistas de la misma, vemos que: el toro, a lo que a él se refiere, siempre les hubo grandes (para los toreros modestos) y chicos (para las figuras del escalafón); el torero, del que hemos visto que cuanto más arriba está, menos riesgo conlleva su actuación y en cuanto al tercer protagonista, el público, pues unas veces está aburrido a causa de la monotonía de la Fiesta y otras se “viene arriba” llenando las plazas cuando aparece un torero interesante, hasta que pasado un tiempo se harta de él, lo defenestra, y busca otro que lo reemplace en esta cadena sin fin.
Opinaba el académico que, para ser figura del toreo había que proceder de una extracción baja, al tratarse de una profesión muy dura por su aprendizaje terrible y su vocación y entrega absoluta. Los viajes, la tensión nerviosa, el agotamiento físico constante es demasiado fuerte para quienes no necesitan ser toreros para vivir cómodamente.
Si D. José María levantara la cabeza y viera en que se han convertido los cuatro Tomos primitivos de su monumental obra "LOS TOROS", posiblemente no le haría mucha gracia, pues él escribió lo fundamental con una mínima intención de aficionado taurino, al procurar ser objetivo y hasta frío en sus apreciaciones, para que nunca se le acusara ni de entusiasta ni de destructor.
Son estas líneas, mi recuerdo de una verdadera autoridad literaria que amaba también el fútbol, llegando a ser Presidente del Rácing de Santander y entendido en fichajes y tácticas como no podía ser de otra manera en una persona de vastos conocimientos
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