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viernes, 18 de enero de 2008

LO QUE VA DE AYER A HOY

LO QUE VA DE AYER A HOY.

Por LUIS ALONSO HERNANDEZ.-Veterinario y escritor.

Entre los aficionados de antes y de ahora hay una diferencia no solo de sensibilidad, gusto y época, sino de materia y de objeto. Están tan distantes que la comunicación entre ellos, a pesar de que ahora se suele ser más dialogante, es imposible.


Y todo dimana que los de antes eran y son TORISTAS, y los de ahora son sobre todo TORERISTAS. Unos y otros son incapaces de comprender que en la Fiesta de los toros son tan necesarios el toro como el torero puesto que al fin y a la postre son los que van a dilucidar la “batalla” a librar.
De las preferencias por el torero, ha venido el desinterés por la suerte de varas, lo que ha llevado a la decadencia de una de las suertes más viriles y gallardas del toreo que por mor de las preferencias del “público asistente” se ha convertido en un espectáculo bochornoso, sangriento y carente de emoción y grandeza.
Pues la suerte de varas por, innecesaria en los momentos actuales, ha propiciado la llegada al mundo del toro de mucho jinete que casi “no se tiene a caballo” y que ha visto la vara de picar “antes de ayer por la tarde”. Y claro, con estos condicionantes los agonistas se suben al “blindado” y desde allí con clavar la “monovara”, donde caiga.¡ Misión cumplida!.
Para qué imitar a “Badila” o a “Trigo” aprendiendo a hacer girar a un caballo, andarle a un toro y mucho menos saber como ha de picarse acorde con su distinta condición y bravura.
Ellos decían que para ejecutar bien la suerte de picar: “el picador se coloca en derechura de la fiera, cuarteando un poco al llegar cerca para darle salida, porque claro es que si no se desviase un poco, el encontronazo no permitiría ejecutar la suerte”.
“En el momento en que humilla, el picador pone la puya en el morrillo y carga sobre el palo, debiendo despedir a la res por la cabeza del jaco, al cual vuelve por la izquierda, evitando así que el derrote del toro alcance al caballo”
“Vuelve a tomar el terreno que le corresponde y se prepara otra vez, claro está que ayudado por el capote del peón, que nunca debe faltar de junto del estribo izquierdo para llevarse al toro así que ha tomado la vara”
“Cuando el toro ha tomado querencia a las tablas hay que realizar la llamada suerte al sesgo. En ella el picador nos e coloca de frente sino que le presenta el costado derecho; ya en esta posición, le obliga, y cuando da el derrote, mete el palo el picador y juega la mano izquierda, para que el animal salga de la pelea”

También estos dos varilargueros dieron las siguientes máximas: “Nunca se debe picar un toro en las puertas fingidas, ni en la de chiqueros, porque allí los toros pesan más”
“Tampoco en aquellos sitios del redondel donde la fiera se ha hecho pegajosa en la suerte; pues allí el picador siempre lleva las de perder”.
“A todos los toros se les picará con mucho palo, pues con poco no se puede evitar la cornada de la caballería”. “El poco palo cuando se quiere apurar el caballo ya herido, pero cargando siempre y empujando para evitar que el toro remate al caballo en el encontronazo, aun antes de que el picador pueda afirmar bien la garrocha"
En la actualidad prácticamente no hay que defender al caballo porque ya este está lo suficientemente protegido por esa raza traccionadora y ese blindaje, con lo que únicamente ha de preocuparse de clavar, alargando un poco la puya, en los “blandos” y acabar en un “pis pas” con las escasísimas fuerzas que tienen los bureles actuales al carecer de casta y edad., y dejar “para el arrastre” al oponente de quien le paga por hacer las cosas rematadamente mal.
Alguien dijo, y no le faltaba razón, que: “los picadores de toros son los únicos trabajadores que cobran por no hacer las cosas bien”


Antes de aquella imposición de Primo de Rivera derivada de los condicionamientos de la Exposición de París, los piqueros habían de ir al toro con gallardía de buen jinete; de verle llegar a su dominio; de alargarle la vara; de retenerle a fuerza de “brazo consistente” y finalmente sesgar la cabalgadura y “echarse el toro por delante” para que salga por la derecha mientras el jaco a base de brida va a la izquierda. Pues de no hacerlo así la cabalgadura sería corneada.
Con una "jaquita" que no pesaba ni trescientos kilos, picaban toda una señora corrida de toros de las geniudas ganaderías de entonces y regresaban después del trabajo perfectamente ejecutado, a casa, montados en ella. Pero es que los picadores, eran profesionales de los de verdad, conocedores de su oficio y con la dignidad intacta como para no dejarse influir ni por quien les llevaba en su cuadrilla.
Hoy todo esto es una utopía ya que de tratar de hacerlo como “mandan los cánones” es seguro que la bronca sería aún más sonora que de costumbre, porque también los públicos actuales dejan bastante que desear, en cuanto a saber de toros se refiere.
Y desgraciadamente estos son “los mimbres con los que hemos de reconfeccionar la cesta de la corrida de toros”.