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viernes, 13 de junio de 2008

EL ESTRÉS EN EL TORO DE LIDIA.

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

Parece ser que el principal valedor en cuestiones taurinas de Canal +, al no haber cumplido exactamente lo ofrecido en el abono de la Feria de San Isidro, ha tenido problemas de conciencia y, aún desconociendo las negociaciones que ha debido realizar con los responsables de las finanzas del diestro de Galapagar, nos ha remitido a algunos abonados un e-mail en el que nos invita a que sintonicemos el Canal Eventos de Canal + hoy a las 22,30 para visionar el programa documental titulado “La tarde histórica de José Tomas”.
¿Tal vez para ponerse en la cima de audiencias? ¿Tal vez buscando nuevos abonados para la Feria del Toro de San Fermín?
Cualquiera averigua estas maquinaciones.
Mientras podamos analizar, al igual que lo hará el equipo taurino de Canal +, lo que nos ofrecerá la televisión de pago, les remito a que lean lo que escribí en mi libro (yo también quiero anunciarlo si bien está agotado en la Editorial) “Incursión por el mundo de los toros” sobre el estrés del toro.
Son las observaciones de un veterinario que tiene la obligación de exponerlas aunque se trate de un veterinario taurino de pro.
¡Va por ustedes!

¡Estrés!

Estado a que el toro de lidia es sometido desde que sale de la finca donde ha nacido y criado. Pero se trata de un estrés particular, ya que no cumple en su secuencia, con la segunda fase denominada de adaptación, mientras pasa por la primera y tercera.
¿Por qué es esto así?
Pues porque en el espacio de horas, el toro pasa de la tranquilidad de su predio a la lidia en plaza, siendo estresado de forma continua con: secuestro en cajones; transportes; desencajonamiento; traslado en corrales; pesaje; reconocimientos; apartados; enchiqueramiento y lidia. Y todo esto es tan rápido y seguido que no le da tiempo material a ejecutar la segunda fase de adaptación porque el animal no sabe a que atender y por tanto no se puede adaptar a factores tan dispares y continuados que le están volviendo materialmente loco.
Al final viene la lidia, que en unos minutos le produce un estrés continuado, motivado por una serie de causas estresantes que van: desde la luz; colorido; griterío; movimientos; calor etc etc, hasta agresiones de distintas intensidad: leve al principio (colocación de la divisa); muy fuerte (varas); de mediana fortaleza (banderillas); agresiones por estímulos (faena de muleta) y fortísima agresión punzante (estocada).
¿Puede reconocer fases un organismo tan masacrado?
Creo que no, sino que lo único que puede hacer es ir muriendo poco a poco, que es lo que en realidad sucede. Va dejando la vida lentamente. Y esto lo vemos en esos síntomas externos que va exponiendo a la vista de toda la concurrencia en medio de una mezcla de cólera y temor.
El cornúpeta aumenta sus respiraciones. Estas llegan a producir el “contragolpe” en los ijares. El animal dilata los ollares. Abre desesperadamente la boca tratando de tomar, angustiado, esa bocanada de aire –aunque sea caliente- que le proporcione el oxígeno que le falta no solo por el ejercicio que es obligado a realizar, sino porque carece de muchos hematíes a consecuencia de las pérdidas hemorrágicas que han propiciado las agresiones físicas representadas en la implantación de la divisa, puyazos y garapullos.
¡El toro tiene mucho calor! Pero no solo el externo, sino el interno. Y por eso se ponen en funcionamiento sus glándulas sudoríparas y comienza a sudar de manera desaforada. Son verdaderos “chorros de sudor” que por todos sus poros van dejando escapar sus iones y minerales más preciados. Y todo esto junto con que su glucosa acumulada se ha ido gastando, le producen esas contracciones musculares clónicas a las que se suman los dolores de los músculos y, sobre todo de los tendones, que les han causado esos inhumanos y desafortunados transportes de cerca de mil kilómetros a veces.
El toro sufre de esa concatenación de estímulos ambientales, sistema nervioso vegetativo y determinadas lesiones orgánicas.
El estrés le ha llevado a activar el hipotálamo, lo que pone de inmediato en marcha los mecanismos de protección y defensa por vía motora, visceral y neurohormonal.
Y todo esto lo plasmó acertadísimamente José Gutiérrez en su obra literaria cuando escribió:
“El toro jadeante se va aplomando; tiene el testuz rizado por el sudor; al alzar la hermosa cabeza, engañada, fascinada por el trapo rojo, los palos de las banderillas golpean los cuernos, gruesos y anchos; un hilo de baba corre, desde la boca entreabierta, por el pecho y pata” .
No obstante lo cual, considero que, posiblemente para completar el cuadro, le faltó decir:
“Desde el enorme hueco que en los blandos le había inflingido la puya, baja una roja y líquida corriente intermitente que a pesar de las enormes hebras de fibrina elaboradas, llegaba en río interminable a la arena, donde ante la más mínima parada, forma un charco de sangre”
Pero al lado de lo que vemos está lo oculto que conlleva:
-Fallos cardio - vasculares.
-Aumento de la permeabilidad de membranas celulares y capilares, que conducen a una pérdida de plasma y consiguiente concentración sanguínea.
-Liberación de hormonas suscitadas por el sistema hipotálamo-hipófiso-suprarrenal, que origina una hiperactividad cortical con secreción de adrenalina y noradrenalina.