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martes, 26 de febrero de 2008

TOROS Y TAXIDERMIA.

Por LUIS ALONSO HERNANDEZ. Veterinario y escritor.

Industria económica floreciente dentro de lo que mueve el mundo del toro.
“Disecar una animal muerto o planta para que conserve la apariencia de vivo” es la definición que el Diccionario de Real Academia de la Lengua hace de Taxidermia.
Mi padre me refirió que cuando era estudiante en Madrid, conoció a un salmantino disecador hijo de padres italianos apellidado Severini que había montado un taller disecador allá por los años 1.876. Luego llegó a tener, por aquello del paisanaje, amistad con él. Su nombre, si mal no recuerdo, era el de Ángel.
Cuando me fui a estudiar a Madrid mi carrera de Veterinaria en el año 1.961, un buen día tropecé al pasar por la calle Zorrilla con un taller de esta índole que resultó ser el de Ángel Severino, si bien lo regentaba un sobrino suyo llamado Luis Gutiérrez Ravé, quién heredó las habilidades y maestría de su tío. Al referírselo a mi padre, se llevó una gran alegría a pesar de que ya no conocía al nuevo disecador.
En el año de 1.966 cuando estaba a punto de finalizar mi carrera nuevo tropiezo con una revista taurina en la que venía un reportaje sobre este taller de taxidermia. Reportaje que guarde y que hoy me ha servido para este reportaje.
En el taller trabajan dos hermanos: Luis y Mariano quienes en su tarjeta de visita hacen constar que son Disecadores-Taxidermistas y sobrinos de Severino.
El alma del taller es Luis quién dice que: “disecar como Dios manda es un secreto profesional que nadie ha “localizado” todavía”.
Su principal actividad la dedican a disecar cabezas de toros de lidia que, por una u otra circunstancia, los matadores, empresarios, ganaderos e incluso particulares adinerados han querido perpetuar.
Nosotros consideramos que el secreto de un buen taxidermista está en saber dar vida a esa cabeza del toro después del trabajo.
Toreros de todos los tiempos han solicitado su trabajo a la saga Severini, desde “Machaquito” hasta “Manolete” pasando por “Joselito” y Belmonte.
La media de cabezas disecadas por temporada la cifran en unas 60 a 70 cabezas.
Los motivos de la solicitud depende del solicitante: el ganadero lo hace con la finalidad de conservar la cabeza del toro que fue un “fuera de serie” por su bravura en el ruedo; el torero por tratarse del toro de su alternativa, confirmación, triunfo importante en plaza de máxima categoría o de su retirada; el empresario cuando se trata del primer toro lidiado en su plaza el día de la inauguración.
Dentro de los toros que despidieron a toreros están disecadas las cabezas de los de: la retirada de César Girón en Madrid y que era del Pizarral de Casatejada (2 de octubre de 1.965); el de la despedida de Pedro Martínez “Pedrés” en Albacete de la ganadería de Arauz de Robles (14 de septiembre de 1.965); el de la despedida de Antonio Ordóñez en Lima.
Entre los toros de grandes triunfos, figuran: la de “Rabanito” de Pinto Barreiros lidiado en sexto lugar en Madrid en la Corrida de la Asociación de la Prensa el 6 de junio del año 1.944 en la que “Manolete” le cortó las dos orejas; la de “Fino” de D. Félix Cameno lidiado el 8 de agosto en Madrid y con el que Antonio Chenel “Antoñete” obtuvo un gran triunfo.
Entre los toros que causaron tragedias en la Fiesta están: la de “Bailaor” toro de la viuda de Ortega que el 16 de mayo de 1.920 mató a “Joselito” en Talavera de la Reina. Estas cabezas son las que más falsificaciones han sufrido por la trascendencia del hecho. De “Bailaor” circula por ahí una falsificación. Lo mismo que de la cabeza de “Islero” el toro que mató a “Manolete” cuando la verdad es que no fue disecada.

Actualmente las falsificaciones son prácticamente imposibles ya que todas las cabezas son registradas y selladas por la Dirección General de Seguridad inmediatamente después de finalizar la corrida.
El torero que más encargos ha realizado es Santiago Martín “El Viti” con 22 cabezas y el que menos Manuel Rodríguez “Manolete” con una la de el ejemplar de Pinto Barreiro.
Finalmente Luis refiere una anécdota:
Un toro de Muriel lidiado en San Sebastián de los Reyes el 29 de agosto de 1.963 parecía que embestía después de muerto, pues manipulando sus astas le cortó dos venas de la muñeca al escapársele de la mesa. Cuando se repuso del percance se le cayó de donde le tenía colgado y le rompió una costilla.
Y es que dan tanto realismo a su trabajo que casi, casi llegan a embestir.
LA FRASE DE “FAICO”.

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

En varios de mis escritos han podido leer la frase de:
“la sangre que se pierde por la herida tras cornada es la sangre de los valientes y la que queda es la de los cobardes”
que indudablemente encierra un contenido digno de analizar, pues da la verdadera medida del valor de un torero.
¡Cuantos han “desaparecido de la circulación”,tras cornada!
Y,¿quién pronunció tan acertado aserto?
Pues el matador de toros sevillano Francisco González Ruiz “Faico” quién con 12 años capitaneó allá por el año de 1.885, junto a Enrique Vargas “Minuto”, una cuadrilla de “niños sevillanos” que actuó con mucho éxito en las principales plazas españolas y que llegó incluso a presentarse en Madrid el 15 de agosto de 1.887.

Se trataba de un torero más que notable a quién “Don Ventura” definió como: “dotado de arte fino, extenso, gracioso y de la mejor calidad”, pero que como era un “pincha uvas” no llegó a triunfar en aquella época donde la estocada era primordial.
Era un capotero variado y con la muleta destacaba tanto que incluso se le llegó a comparar con nada más y nada menos que con el patriarca de la dinastía torera de "Los Gallo", el señor Fernando.
Fue uno de los tres Franciscos que compusieron la terna de la Corrida que se celebró en Lima el 20 de octubre del año 1.912 y que se anunció y conoció como “La Corrida de los 3 Franciscos” que fueron: Francisco González Ruiz “Faico”, Francisco Carrillo y Ordóñez y Francisco Soriano “Maera” en la que estoquearon seis toros de D. Vicente Camacho.
“Faico” tomó la alternativa en Zaragoza un 2 de abril del año 1.893 de manos de Rafael Bejarano “Torerito” con Antonio Arana “Jarana” de testigo.
Acabó en América donde fue olvidado poco a poco.