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lunes, 3 de febrero de 2014

LOS TOROS DE LOS PENDIENTES.



LOS TOROS DE LOS PENDIENTES.


Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

Era una corrida de rejones en la que se lidiaban toros del hierro que mi paisano y gran torero Pedro Gutiérrez Moya “Niño de la Capea, adquirió en 1987 a D. José Romero Pérez y puso a nombre de sus hijos Pedro y Verónica.

El espectador de mi lado de localidad cuando salió el primer toro dijo: “Anda, ¡un toro con pendientes!”. Me hizo gracia, pero la verdad es que… no es muy bonito que digamos, ver salir al ruedo a un señor toro de las hechuras de los murubes, con esos trozos de plástico de color anaranjado.

Almacené el detalle en mi memoria y como: “lo almacenado en ella, según D. José María Ruiz Villegas, no se pierde jamás", hoy voy a sacarlo a la luz para configurar este artículo.

Insisto en que no es bonito ver en el ruedo a los toros bravos con pendientes de colores en sus orejas, ya que quitan importancia a su salvaje bravura, si bien como Dios no lo remedie y la lucha entre empresarios-toreros-políticos no se apague de manera definitiva, los “pendientes” van a ser más que necesarios para revalorizar al toro de lidia en lo único que puede aprovecharse de él, pues si no se dan festejos, habrá que revalorizarlos como carne ecológica de manera momentánea mientras se le sustituye por razas de más rendimiento cárnico.

Esos “pendientes”, crotales en realidad, que entraron en vigor en fecha 1 de enero del año 2000, en número de 2, (uno en cada oreja) dotados de un código alfanumérico compuesto por dos letras (en España ES), seguidas de 12 números que constituyen el código de identificación acorde con el siguiente criterio: dígito 1ª= siempre el 0. 2º= dígito de control. 3º y 4º= indica la Comunidad Autonómica donde se colocó. Los 8 dígitos siguientes son los códigos del animal. Como vemos cumplen una misión importante en el contigente bovino general.


Claro que, en el caso del ganado bravo, no hay por qué llevarlos en el momento de salir al ruedo, ya que pueden retirarse en el momento del herrado, puesto que éste, con sus grabados a fuego en distintas partes de la economía animal, les sustituye en la identificación si bien es necesario conservarlos por el ganadero para entregarlos en el momento de la lidia junto al DIB (Documento de Identificación para Bovinos).

Sería una pena enorme que la raza de lidia desapareciera de esas fincas improductivas desde el punto de vista agrícola. Mientras, seguirá asemejándose al vacuno de carne tanto zootécnica como fisiológicamente. Ahora se explota para una producción no de carne sino de bravura.

Se trata de carnes negras, oscuras, firmes y secas, en las que, como consecuencia del defectuoso sangrado de la canal, hace que la carne adquiera una alta capacidad de retención de agua y un elevado ph, (<; 6) lo que indudablemente repercute de manera negativa en su conservación.

En la actualidad hay que someter a la carne de vacuno de lidia, al igual que al resto de carne vacuna, a la trazabilidad que no es otra cosa que una serie de registros, siguiendo la Norma 150 8402, realizados en la carne del animal desde el nacimiento hasta la llegada al consumidor, que permiten lograr: la seguridad alimenticia mediante certificados de procesos de producción, la denominación de origen, rendimiento e incluso el mejoramiento genético.

Y esta trazabilidad complicó la existencia a los veterinarios taurinos encargados del reconocimiento de las corridas de toros, puesto que uno del trío integrante, había de esperar al toro en el patio del desolladero para observar el momento del sangrado y colocar el otro plástico del DIB en el ollar del animal para su identificación en el matadero.

A nivel internacional lo aplica la Oficina Internacional de Epizootias (OIE) y como hay que empezar por la identificación del animal, tenemos que utilizar cualquiera de los procedimientos (transponder, bolo con microchip, caravana numérica con código de barras, microchip con caravana, ADN o últimísimo de “lectura de retina”).

Pero esto es ser demasiado pesimista, por lo que esperemos que todo tenga su arreglo y sigamos vendiendo la carne de toro en tablajería baja, es decir venta al por menor, tras identificación como “carne de lidia” y separada de otras carnes y que a partir del Real Decreto 260/2002 de 8 de marzo. (BOE 15/2/2002) puede comercializarse tanto en  fresco cómo en forma refrigerada o congelada.

Hoy se habla mucho de la carne ecológica que es la que se consigue sometiendo a los animales a una buena alimentación en medio de un bienestar de vida.

¿Qué animal vive mejor que el toro de lidia? ¡Cuatro años largos donde todo son mimos y cuidados! Campa a sus anchas por amplios prados y únicamente padece cuatro meses de confinamiento en predios, de menor amplitud, donde se le somete a una alimentación con piensos fabricados a base de productos totalmente naturales.

Pero lo que no hay duda alguna es en calificar a su carne como una carne totalmente ecológica, si bien, tras la lidia, se la agrega el inconveniente de ser una carne fatigada que la resta palatabilidad y valor alimenticio.

El toro de lidia cumple perfectamente las técnicas aprobadas por la Convención Europea para la Protección de Animales Criados con propósitos ganaderos, según resolución 78/923/CEE.

Pero no nos engañemos, ¡la carne ecológica no es la panacea! para nuestra salud total. Se vende para reducir la exposición de las personas a hormonas y toxinas tóxicas, pero como carne que es, no reduce el riesgo del colesterol, el cáncer, las enfermedades cardíacas, la diabetes y las infecciones.

Por eso: ¡PONGANSE DE ACUERDO SEÑORES DEL MUNDO DEL TORO Y GOBERNANTES! para seguir utilizando a este bello y único animal en la actividad para la qe fue seleccionado.