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domingo, 19 de diciembre de 2010

LA ÚLTIMA CORRIDA EN LA VIEJA PLAZA DE TOROS DE MADRID.
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ.- Veterinario y escritor.
Era la plaza donde mi señor padre pudo ver muchas corridas durante su época de estudiante de Veterinaria, desde la penúltima fila, que era la fila11 de su tendido 10. Donde, según me contó muchas veces, se veía hasta lagrimear al toro. La misma plaza en la que se  vieron enormes faenas  protagonizadas por diestros de la categoría de “Joselito”, Belmonte, Gaona, Vicente Pastor, por el módico precio de tres pesetas. Y en esta plaza, íntima y familiar, mi progenitor vio, no sin cierta pena (como me refirió muchas veces) la última corrida un viernes día 6 de noviembre del año 1931.
Un día gélido y desapacible, seguramente porque también la climatología sintió pena al despedirse de la plaza vieja de Madrid. La hora de comienzo, ¡las tres de la tarde! porque en pleno otoño las horas de luz son escasas y, casi siempre, el último toro había de lidiarse con luz artificial.
A causa del frío, hubo solamente un aforo de media plaza. “Acudimos solamente los verdaderos aficionados abrigados como esquimales” (palabras de mi padre).
El cartel se anunciaba, más o menos, así: 
Dos novillos de Aleas para el caballero .rejoneador don Juan Belmonte, y cinco novillos de Alipio Pérez Tabernero más uno de Aleas, para los novilleros: Antonio IglesiasFélix Rodríguez II, “Rebujina”, “Niño del Matadero”, Joselito de la Cal y Palmeño II
Recibimiento apoteósico de Belmonte y el gran torero, en esa ocasión rejoneador, lloró montado en su jaca, mientras daba la vuelta al ruedo correspondiendo a la ovación.
Según me contó mi padre, Belmonte rejoneó al primer novillo lucidamente, si bien cuando verdaderamente encandiló a la concurrencia fue al echar pie a tierra e instrumentar tres muletazos extraordinarios por su pureza. Cómo precedió un pinchazo a la media estocada el premio quedó reducido a ovación y vuelta al ruedo.
A su segundo novillo que era de capa negra, alegre y nervioso, Belmonte lo lidió a caballo dejándole llegar y consintiéndole. No acertó a clavar el rejón de castigo en los primeros intentos, pero finalmente metió la mano y dobló el rejón, causa por la cual, don Juan Belmonte, echó pie a tierra, tomó el capote, se fue al tercio ante mi tendido (el 10) con  el capote plegado. El novillo se arranca en embestida descompuesta, Belmonte no tiene tiempo de vaciarlo y es cogido de lleno por el vientre, y como lo prendió por los zahones lo llevó hasta el tercio del tendido 1, dejándolo en el suelo dolorido y maltrecho. Como no podía levantarse, creímos que la tragedia podía ser la nota dominante de esta despedida de plaza.
Finalmente y gracias a la protección divina, Belmonte resultó conmocionado y con los zahones y el sombrero destrozados.
Hasta aquí lo que muchas veces me refirió mi padre. Luego, como mi progenitor siempre guardaba las crónicas de los festejos que veía, he recurrido a lo que escribió en "El Ruedo", M. López-Marín, para finalizar esta efeméride.
“Tras la conmoción sufrida por Belmonte, acabó la tarde taurina, si bien fueron saliendo los novillos de Alipio Pérez Tabernero, que dieron buen juego, y cortaron orejas, “Niño del Matadero”, “Rebujina” y Félix Rodríguez II.
Al salir el último novillo se encendió el alumbrado eléctrico de la Plaza, me sentí notario y levanté este acta notarial del último toro lidiado en la vieja Plaza.
“El último toro fue de Aleas, se llamaba “Aceituno”, era negro, zancudo y recogido de pitones. Salió de toriles a las cinco y dieciséis de la tarde. Le corrió a punta de capote el peón “Torquito”. “Aceituno” tomó tres varas de los picadores, Anguila y Antonio Díaz. Le clavaron dos pares de banderillas “Torquito”, y uno, Rafaelillo. Palmeño II le dio al de Aleas dieciséis pases y media estocada, y a las cinco y treinta (hora solar), doblaba para siempre “Aceituno”.
He aquí el acta notarial del último toro que se lidió en la vieja Plaza de Toros de Madrid”.