Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
Conocí a Francisco Cano “Canito”
hace muchos años en Valladolid. Me lo presentó mi amigo Pedro Iturralde (q.e.p,d)
un día en el Hotel más taurino de Valladolid el Melia Parque de la calle García
Morato regentado por el amigo Rafael un taurino de pro con quien compartimos
comidas, cenas y jornadas siempre girando en torno al tema taurino.
Inaugurado un 30 de enero del año 1982, desde el primer
momento se convirtió en el Coliseo Taurino de Valladolid porque a él acudían a
ocupar sus habitaciones los toreros que actuaban en las ferias taurinas de
Valladolid que hasta hace escasos años eran dos importantísimas superando la
quincena de espectáculos.

El Hotel Melia Parque era el
lugar donde se celebraban las tertulias pre corrida entre los
aficionados que
acudían al amplio y cómodo bar del hotel, a tomar el aperitivo y a convivir con
toreros, empresarios, periodistas taurinos tanto locales como nacionales,
veterinarios encargados de reconocer y dar, o no, paso a los toros de la
corrida de la tarde y aficionados taurinos venidos de todos los rincones de
España. Posteriormente, a eso de las 21,00 horas, tras la finalización de la
corrida de la tarde, tenían lugar las Jornadas Taurinas, donde se analizaban
las efemérides ocurridas en el coso del paseo de Zorrilla con intervención de
toreros, ganaderos, periodistas, veterinarios e incluso autoridades de
Valladolid ante el numeroso público aficionado que acudía en masa a estos
eventos al espacioso salón de actos del Hotel.
A las dos ferias de Valladolid
acudía puntualmente “Canito”, al principio con sus cámaras analógicas
convencionales réflex y en los últimos años con sus cámaras digitales con las
que tiraba muchas menos fotos de las que la gente creía al verle
apuntando hacia los tendidos de la plaza del Paseo de Zorrilla, pues en la
mayoría de las ocasiones y siempre que no estaba seguro de que iban a ser abonadas
por la peticionarios, simulaba el disparo
pues era persona de buen carácter que pretendía llevarse bien con todo
el mundo y huía de molestarle con una negativa de hurtarle una foto.
“Canito” se alojaba siempre en el
Hotel Melia Parque al que solía venir con su esposa, que fueron tres a lo largo
de su vida, y como revelaba en el cuarto de baño de la habitación que ocupaba,
cuando se iba, Rafael tenía
prácticamente que alicatar completamente el “laboratorio improvisado” debido al
deterioro que los líquidos ácidos de revelado y fijado habían producido en el
suelo y paredes del cuarto.
Hicimos una buena amistad y llegó
a confesarme que había mucha gente del mundo del toro, que le pedía fotos pero
que luego pretendía que se las regalaba sin recibir nada a cambio.
¡Comprendí la indirecta! y por ello le llevé a la Academia de
Caballería, le presenté al General Director, le invité a unas copitas de buen
vino en el bar de Oficiales. Desde mi despacho, le invité a ver un acto de homenaje a los caídos, le enseñe
el picadero, las aulas, la piscina y el gimnasio y finalmente le regalé una
metopa de la Academia que hizo las delicias del bueno de Paco y que desde ese
momento siempre me saludaba cariñosamente y me regalo una colección de una
copia de las diapositivas que conservaba de la muerte de Manolete en Linares
con la promesa de que ni las utilizase ni las publicara para no estropearle el
negocio que en este sentido tenía montado y que he cumplido y seguiré
cumpliendo a raja tabla.
Después he coincidido con él en
cuantas ferias taurinas he asistido porque en todas estaba “Canito” quien me
llamaba con la voz de ¡“veterinario militar”! y hablábamos un ratito mientras él
tomaba un botellín de agua y yo pedía para mí una copita de vino de Ribera de
Duero.
Sevilla, Madrid, Valencia,
Alicante, Castellón, Valladolid, Salamanca, Jerez, Algeciras, La Línea de la
Concepción y hasta Murcia han sido puntos de encuentro con “Canito” pues ni él
ni su gorrilla se perdían feria taurina entre otros motivos porque era su
trabajo remunerado como fotógrafo de las mejores revistas taurinas.
Se ha ido un buen amigo, una
excelente persona y una enciclopedia viviente de anécdotas taurinas que iba
soltando a pequeñas gotitas como si de un dispensador de perfume se tratare.
Ahora, muchas de ellas quedarán
para siempre enterradas en la memoria de Cano, tal vez porque: o no tuvimos la
oportunidad de estar con él el tiempo suficiente para que las fuera dispersando
o, porque él no consideró oportuno sacarlas a la luz por su falso concepto del
secreto.
De cualquier manera se nos fue
con toda la conciencia perfecta y con su gran memoria.
Desde este blog queremos expresar
nuestro dolor a sus hijos y esposa que han tenido la dicha de disfrutar de él
nada más y nada menos que de 103 años.
¡Amigo “Canito” D.E.P!