LAS
ESTADÍSTICAS, AL IGUAL QUE EL TAMAÑO, TAMBIÉN CUENTAN.
Por
LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
Hasta
el día de ayer, Enrique Ponce ganaba
a Julián López “El Juli” en salidas por la Puerta Grande de la plaza de toros
de Bilbao.
Cómo
Juli,
en esta ocasión no puntuó, al de Chiva se la “pintan calva” para aumentar su ventaja frente al de Velilla y así
seguir disputándole ese cetro del toreo.
En
cuanto a la interpretación del “arte de
Cúchares” se refiere son dos coletudos muy distintos ya que mientras Ponce está especializado en “enfermería táurica” recuperando toros
sin poder y realizando con ellos faenas inverosímiles que llegan a los públicos
y le propician triunfos sonados, Juli está especializado en “doma táurica” sometiendo a los foribundos
para, tras destroncarles, reventarlos con estocadas certeras.
También
en la forma de torear discrepan. Pues mientras Ponce es composición, cadencia, suavidad y paciencia, Juli es
desgarbo, trallazos, poderío y precipitación por triunfar cuanto antes.
Ambos
condicionan, y mucho, a las presidencias de plazas importantes que no quieren
complicaciones con estos mandones del escalafón.
Alguien
aquí en Tarifa, que no era torero profesional, pero que toreaba con un valor y
gusto exquisitos, me dijo que el toreo era “más
sencillo que el mecanismo de un sonajero” pues consistía en quietud y en dirigir los engaños al pitón contrario, puesto que el toro ponía
todo su empeño en coger lo que allí se le ofrecía olvidándose del resto.

El
poseedor de “bota preñada” (según
denominación de la chavalería) no podía correr, de ahí su quietud ante esas
vacas de 10 años que sabían latín y griego aprendido en sus comparecencias
durante años en las distintas plazas de los pueblos de la provincia.
Luego
durante mis muchos años de veterinario del equipo veterinario de la plaza de
toros de Medina del Campo y seguidor de los Concursos de Cortes organizados por
los Hermanos Pinturas, saqué la conclusión de que para dominar a un toro hay
que saber esperar, como hacen los cortadores, hasta justo antes del derrote,
para tras esquivarle salir airoso del trance.
Y
si a todo esto agregamos el conocimiento del patrón de comportamiento que el toro posee ligado a la estirpe y el
que el torero va conociendo al tentar animales del encaste, pues tenemos el
protocolo de lidia en que los matadores se basan.
Ponce ha
conseguido casi todo en el toreo de ahí que sólo le motive seguir siendo el “number one” y eso lo dan las
estadísticas.
Ayer
con su actuación en Bilbao se distanció un peldaño más de su rival en las
salidas por la puerta grande de Bilbao donde también el número de actuaciones
priman a su favor.