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jueves, 17 de enero de 2008

LA SEGUNDA ESPANTADA DE “MORANTE DE LA PUEBLA”.


Por LUIS ALONSO HERNANDEZ. Veterinario y escritor.

He de comenzar justificando el título, para nada peyorativo, ya que si miramos el diccionario, espantada = “abandono repentino de una actividad, ocasionado por el miedo” que a su vez, miedo es = “una emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente o futuro” o también = “una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”.
Y ocurre que en estos personajes definidos por alguien como: “sensibles, pasionales y fascinantes”, la vida discurre, según el mismo analista, “por unos parajes repletos de sensibilidad y sentimientos que les hacen tomar decisiones desconcertantes”.
Pero vayamos al análisis, totalmente personal por supuesto, del por qué la espantada del torero.
José Antonio en esta temporada ha tenido algunos problemas:
Cambió de apoderado, para irse con Rafael de Paula y dejar en la cuneta a un hombre como José Luís Peralta que era todo sosiego y bondad, capaz de defender, ratificado durante los años que permanecieron juntos, sus intereses de todo tipo como nadie. Si bien reconocemos que quien se la juega en los ruedos es el torero y está en el perfecto derecho de elegir quien le apodere.
En el aspecto artístico no le rodaron bien las cosas en las dos plazas más importantes del orbe taurino español cual son la Maestranza y Las Ventas.


En la cita de Abril sevillana hubo de hacer un gran esfuerzo al ver que la Feria se le escapaba y no podía conformarse con ver triunfar a sus rivales de albero. Se fue a portagayola y ese esfuerzo, en un torero de arte donde el “cuarto de kilo” no está concebido para ello, a la larga… se paga.
Y luego hizo otro sobrehumano esfuerzo al encerrase en Madrid con la corrida a seis de la Beneficencia, donde tras el estrepitoso fracaso en cinco toros con cogida incluida, una figura como él, tenía que salir a lidiar el último toro. El de Núñez del Cuvillo en el que tenía confianza plena, pues no en balde había tentado media camada del ganadero de "El Grullo", conocía perfectamente el "patrón de comportamiento" del encaste con él que había trinfado en varias corridas de la temporada. Se trataba de "Hatero" un "núñez-osborne" que incluso podía conocer de antemano el torero de La Puebla.

Total que en la Monumental de Las Ventas otra vez sometió su corazón a un esfuerzo rayano en el infarto, tratando de conseguir un mermado triunfo que el sensiblero público madrileño, que no la verdadera afición, casi le regala.
¡Morante es humano! Y como tal, siente miedo. Miedo que a veces es insuperable sobre todo cuando en los momentos de soledad visionas las escenas que viviste de un pitón empujado por más de quinientos kilos que te golpea en el entrecejo y luego te busca en el suelo bajo el filtro enrojecido por la sangre que se interpuso entre la imagen real y la retina.
Y creo que fue en la enfermería de la Plaza de Las Ventas, mientras las hábiles manos cirujanas del doctor Máximo García Padrós, suturaba su herida del entrecejo, cuando José Antonio Morante tumbado en la camilla, analizó la tragedia que para el mundo del toro podía haber supuesto si ese pitonazo se hubiera desviado 2 centímetros hacia abajo y basculado hacía izquierda o derecha.
La cornada hubiera sido idéntica a la que el 7 de mayo de 1922 acabó en la arena con la vida del diestro valenciano Manuel Granero a cuernos del ve ragüeño Pocapena.
“Morante de la Puebla” tuvo la hombría de salir a matar su último toro de la tarde, si bien el parte médico firmado por el Dr.García Padrós, textualmente decía: "Herida por asta de toro en región supercial izquierda. Puntazo corrido en espina ilíaca derecha. Pronóstico leve que no le impide continuar la lidia" pero que de no haber estado en su ánimo salir fácilmente hubiera podido simular conmoción que lo hibiera llevado directamente al Hospital para exploración neurológica.

Morante hubo de padecer un esfuerzo más que sobrehumano vivido durante las fases de inactividad de la lidia donde su rostro paso por muecas de indecisión, seguridad, padecimiento, entusiasmo, y luego en pleno fulgor de la pelea, por las de impotencia, rabia y llanto.

Y a "Hatero", que arrastró el hocico por la arena de La Monumental, lo lanceó, con el arte que atesora, por verónicas y luego quitó también por verónicas que remató con la media. Y hasta puso banderillas. Con la "pañosa" faena variada pero atropellada (tal vez porque la afrenalina acumulada estaba haciendo su efecto) y finalmente una estocada desastrosa, y oreja final ??? con lo que logró, aunque sin convencerse a si mismo, que los "sensibleros" reconocieran el esfuerzo de los mimados, que suelen ser los que están tocados con la “varita mágica del arte” al ser capaces de componer una figura de “riñones metidos” y manejo de “manos acompasadas y bajas”.

Pero Morante en su fuero interno se autocrítica como fracasado en las dos citas verdaderamente importantes de la temporada y, eso para toda una figura como es él, es de todo punto insoportable. Para no recordarlo todos los días cuando se vista de luces y mirándose al espejo vea la cicatriz en el entrecejo, ¡se va! y a esperar que los que ahora "aprietan" se cansen o el valor se les vaya con la sangre manada de alguna herida, porque como dijo Faico. “Es la sangre de los valientes las que se va, mientras que la que queda es la de los cobardes”.
En cualquier caso tú has decidido lo que más te conviene. ¡Se feliz! Que por las tardes que nos has proporcionado viendo tu arte , ¡Te lo mereces!