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martes, 27 de marzo de 2012

A VER SI NOS ACLARAMOS DE UNA VEZ POR TODAS.

A VER SI NOS ACLARAMOS DE UNA VEZ POR TODAS.
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
¿Por qué hay periodistas taurinos que se meten a todas horas con los denominados, sobre todo por ellos, toreros mediáticos?
¿Hay un concepto claro de lo que significa la palabra mediático que no está definida por el diccionario de la RAE?
Vamos a tratar de analizarlo:
Los mediáticos comenzaron en la televisión argentina cuando, para hacerla rentable a causa de las crisis económicas, inventaron esos personajes que ocuparon papeles en los que se sacaba a la luz sus escándalos. Escándalos, cacareados en directo en forma de chismorreos siguiendo un guión, configurado por el único inteligente del programa, para que lo debatieran otros mediáticos con el apoyo de profesionales de los medios de comunicación, con la finalidad de elevar el rating de los canales televisivos que emitían programas basura de bajo presupuesto
España no solo importó la idea sino que la elevó a cotas infinitas buscando personajes, entre los mismos famosos que se prestaban al juego por conseguir unos euros o por buscar proyección perdida mediante la salida en la caja tonta, o bien en personajes esporádicos que buscan el mismo fin involucrando a uno o varios famosos en un asunto escabroso.
Si estos últimos personajes, son amigos de los rectores del programa y son agresivos, tienen verborrea, saben gritar, improvisar y son diestros en el insulto, mejor que mejor para conseguir continuidad.
¡El mundo de los toros no iba a quedar ajeno a estas captaciones!, y por ello surgieron toreros mediáticos
Entre los que integra estos carteles, hay uno, concretamente David Fandila “El Fandi”, que para mí, no es para nada mediático, pues David, que yo sepa, nunca ha pisado un plató televisivo, sino que se limita a torear con toda honestidad con mejor o menor postura ante el toro, para realizar esos lances de capote denominados verónicas, navarras, chicuelinas, tafalleras o revoleras sin que difieran mucho, salvo en la posturita elegante de alguno, en la realización y consecución.
Luego, en el segundo tercio, ¡las banderillas las pone como nadie! Que a veces ¿no cuadra en la cara? pues ello depende de la velocidad del toro, del momento del embroque y de que sabe ganar la cara al oponente en el momento preciso sin restar efectividad a la ejecución. Acaso, los banderilleros subalternos de fama ¿cuadran siempre en la cara del toro asomándose al balcón?
Acaso, ¿no da David Fandila espectáculo en este tercio apoyado en sus portentosas facultades físicas y conocimiento de los terrenos?
En el último tercio, ¿no consigue redondos, naturales, molinetes y ayudados como lo consiguen los considerados divinos del arte del Cuchares?, quiza le falte estética, pero...llega a sus partidarios y público en general
Y a la hora de matar ¿no es tan certero como el resto de los que componen el escalafón taurino?
Acaso ¿No lleva público a las plazas donde actúa?, de no hacerlo no estaría en la cima del escalafón por actuaciones.
David Fandila “El Fandi” es un señor matador de toros y para nada mediático.
Podrá gustar más o menos, por su más o menos elegancia ante la cara del toro, pero lo que no se le podrá negar en ningún momento es suTOTAL HONESTIDAD.
Los otros compañeros que suelen forman terna con él, en concreto, “Paquirri” y Manuel Díaz “El Cordobés “, son mediáticos en cuanto han aparecido en los platós televisivos, pero luego saben torear y realizan buenas faenas cuando sus oponentes se lo permiten. Tienen sus partidarios que acuden a verlos y cortan orejas, a veces, cuando han de cortarlas.
Opino, modestamente, que tienen su sitio en la tauromaquia y por eso están ahí y los empresarios cuentan con ellos porque, también a veces, son rentables.
¡No todos los públicos, tienen conocimientos taurinos a nivel de catedráticos del toreo, pero indudablemente tienen sus gustos que se decantan por determinados toreros! Y a estos ¡hay que respetarlos!
Hemos de tener en cuenta que la corrida de toros de lidia, ha cambiado sustancialmente desde aquellas que, -prácticamente  no conocimos ninguno de los que ahora escribimos de toros-, se celebraban en Madrid dos días a la semana con toros que salían a la plaza como sus madres les parían en cuanto a trapío, cornamenta y temperamento bravío sin la acción involucionista de tecnología selectiva. Toros que los toreros habían de LIDIAR con los conocimientos adquiridos en capeas pueblerinas a base de pantalones y exposición. Eran esas corridas que los aficionados puristas (que eran prácticamente todos) consideraban como define Paco Delgado en su artículo de Avancetaurino, “un espectáculo enraizado en un rito ancestral de muy complicada comprensión y reglas de muy difícil cumplimiento para que su valoración sea positiva”.
Convencido estoy que si en los tiempos que corremos, y conste que me considero aficionado a los toros, se buscara la pureza de la Fiesta, no solo en el toreo, los tendidos estarían aún más vacíos de lo que están, pues lo tiempos están marcados por la prisa, el jolgorio y la evasión que nada tienen que ver con el buen toreo donde todo debe ser, despaciosidad y desmayo.