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sábado, 21 de noviembre de 2009

EL ENTIERRO DE ANTONIO RIVERA ALVARADO EN BARBATE.

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

Eran las 15:30 horas del día 11 de noviembre del año en curso cuando acompañado por Mateo Silva y Cayetano Piñero -en el todo terreno del primero de los mencionados-, nos dirigíamos a Barbate para dar el último adiós a un taurino que iba a ser enterrado a las 17.00 horas en el cementerio de la ciudad gaditana.
Personalmente lo conocí hace muchos años cuando me lo presentó un familiar de mi mujer que compartía oficio, carnicero, con él, pero después nunca volví a coincidir de cerca con quien ahora nos ha abandonado para siempre.
Mateo Silva si fue amigo personal del finado y durante el trayecto Tarifa - Barbate vía Barca de Vejer, nos fue hablando de este hombre en términos elogiosos: “fue un trabajador nato”, “una persona que gustaba de culminar todo lo que empezaba”, “no le gustaba dejar nada a medias”, ”muy exigente en todo”. Nuestro interlocutor goza de 82 años de existencia, siete menos que el finado, pero está lúcido al máximo y conduce con una soltura propia de un conductor de 25 años.
Al llegar a Barbate, la Policía Municipal nos marcó el itinerario a seguir para llegar a la Iglesia de San Paulino, pues debido a la enorme multitud que acudió al sepelio, se habían tenido que cortar algunas calles en las inmediaciones de la iglesia. Llegamos, tras dificultades de aparcamiento, con el tiempo justo de ver descender el féretro del coche fúnebre a hombros de sus familiares más directos rodeados, hasta el estrujamiento, por parte de los fotógrafos de los distintos medios de comunicación que se había hecho eco del, convertido en mediático, sepelio.
Acoso, carreras, codazos, empujones, maquinas y cámaras en las alturas, cables de distintos colores por los suelos. ¡Desmadre de la prensa gráfica! por tratar de lograr la instantánea mejor cotizada, mientras los familiares del finado aguantaban con estoicismo estos avatares derivados de una noticia preferencial por la presencia de personajes famosos. Los planos recogían en primicia a los diestros Cayetano y Canales para relegar a segundo plano a los demás familiares del principal protagonista del suceso. Luego, posiblemente estas instantáneas servirán de cabecera a programas de televisión a lo largo de días y semanas venideras.
Entramos en la iglesia para asistir a la misa “corpore in sepulto” oficiada por un sacerdote que glosó algunas de las escenas de la vida del finado, reconociendo que no le conocía, y haciéndose eco del sufrimiento por el que pasarían los familiares por tan sensible pérdida. No se permitió la entrada de las cámaras en la iglesia, pero dentro también había codazos por parte del elemento femenino que luchaba por colocarse en los lugares de privilegio al lado del primer banco -que estaba ocupado por los familiares directos- en su deseo de estar cerca de los nietos como personajes mediáticos.
Terminado el acto religioso, los familiares se colocaron delante del altar, mirando al féretro, en espera de que el personal pasara delante del mismo en señal de pésame. Tras cumplir con este requisito salimos a la calle, dirigidos por la policía municipal, por una puerta lateral donde la multitud ocupaba la plaza de la iglesia en espera de la salida del féretro y acompañantes.
Carreras y empujones por parte de la prensa gráfica y televisiva en su afán de encontrar la mejor ubicación para tomar y retransmitir su notica, mientras los familiares de Antonio Rivera Alvarado iban en busca de sus coches para encaminarse al cementerio.
A la entrada del cementerio nuevo agolpamiento en torno al féretro por parte de los medios gráficos.
Tras veintidós días de hospitalización por causas digestivas y respiratorias graves, el patriarca de la “saga torera Rivera” había pasado a mejor vida. Atrás quedaron 89 años de trabajos, sufrimientos, alegrías y decepciones de un hombre que quiso triunfar en el mundo del toro pero que el destino le puso la zancadilla aquel 29 de marzo del año 1942 cuando un novillo de Concha y Sierra, tras voltearlo, en el suelo, le piso la mano izquierda y tuvieron que amputarle dos dedos en la plaza de toros de Las Ventas, dejándolo inútil para este oficio y le privó de su sueño de ser matador de toros en la Maestranza de Sevilla como le había contratado su mentor Pepe Gallardo.
Condolencia general en su pueblo de Barbate. También la vecina Tarifa sintió la muerte del marido de una tarifeña, su esposa Agustina Pérez.
Por nuestra parte el más sentido pésame a sus seres queridos y que Dios recoja en su seno a un torero más del panorama taurino andaluz.¡Va por usted D. Antonio Rivera!