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lunes, 12 de diciembre de 2011

ELUCUBRACIONES SOBRE LA BASE DE LA FIESTA: EL TORO.

ELUCUBRACIONES SOBRE LA BASE DE LA FIESTA: EL TORO.
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

¡El toro es el principal protagonista de la Fiesta! ¡Sin el toro, no hay Fiesta!
Aserto mantenido de siempre. Ya en el año 1952 D. Adolfo Bollaín Lirón insigne notario y presidente electo el 23 de noviembre de 1984 de la más que prestigiosa Peña Taurina “Los de José y Juan” escribió: “El toro, hoy, no existe”.
Continuaba diciendo. “No obstante, alguna que otra vez, sale a la arena del ruedo”. Y cuando esto ocurre “solamente pueden con él, algunos toreros, ¡Pocos! Tan pocos que se pueden contar con los dedos de una mano y…sobran dedos”.
Y el artículo seguía en las líneas siguientes: ”si el espécimen sale y le toca al resto de los toreros” ¡No hay nada que hacer!
¡Clarificante aseveración de un gran aficionado!
Han transcurrido 60 años y actualmente todo buen aficionado, abogamos por el toro-toro. Ese que tenga cuatro años cumplidos, un peso rayano en los 500 y dos cuernos limpios.
Es necesario que haya toro, para que el "torero puesto" (el que puede con él) exprese su arte, poderío y triunfe para gozo del aficionado en primer lugar y del resto de la concurrencia, después.
Luego…si tanto el aficionado como el matador de turno hemos tenido la suerte de ver un verdadero toro en el ruedo, hay que procurar que la primera y fundamental suerte de varas sea justa y medida para no cargarse al "privilegio que nos tocó en suerte vivir", puesto que desde lo alto de un blindado es muy fácil desgraciar, por ensañamiento a veces, a un toro que está privado de la sensación de enganchar, derribar, herir y sentir el calor de la sangre del caballo en la parte sensible de sus pitones. Escena que aunque dura de por si, aún en el relato, motiva al toro en el desempeño de su papel en la corrida, al tiempo que hacía ver al público que lo de ser torero tenía mucho mérito al estar expuestos a sufrir, en su anatomía, los mismos daños que el toro producía en el cuerpo del noble bruto.
Alguien dijo que: “Con la introducción del peto en la Fiesta de los Toros, los aficionados habíamos perdido nuestras colonias” y no le faltaba razón, si bien en la actualidad, con una sociedad más sensible, no se concebiría una corrida a la antigua usanza del antes de 1929.
Hoy si sale un toro-toro, el piquero de turno, posiblemente cumpliendo órdenes de la superioridad, se encargará de masacrarlo antes del último tercio para que el torero de turno haga un toreo bonito pero descafeinado de emoción, lo que con el toro entero sería no un toreo bonito pero sí bello por conllevar sorteo de riesgo que es lo que verdaderamente emociona al público asistente.
La corrida de toros tiene su razón de ser en el riesgo que conlleva, en el morbo de la posible tragedia, en la emoción del paso de unos pitones impulsados por una mole de un toro fiero lo más cerca posible del cuerpo del lidiador.
Y esta emoción requiere la presencia de un toro-toro que, aunque en escasísimas unidades, los hay, aunque eso sí, por mor de las exigencias de los figurones del toreo, cada vez los ganaderos tratan de producir en exigua cantidad.