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domingo, 22 de julio de 2012

EL TORO BANDERA.

EL TORO BANDERA.
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

Los veterinarios, “manque nos pese” son los únicos profesionales titulados que pueden dictaminar sobre la idoneidad tanto morfológica como sanitaria para la lidia del principal protagonista de la Fiesta, pero ¡con la política hemos topado! y ésta cada vez manda más en el mundo de los toros. Tanto que no solo se permite el lujo de dictar reglamentos sin consultar debidamente a los entendidos en estas cuestiones, sino que con su aplicación relegan a los veterinarios a segundo plano a la hora de dar de paso a los componentes de una corrida de astados. Es el presidente el único que tiene poder de decisión sobre la aptitud de las reses presentadas para la lidia una vez oído el dictamen de los veterinarios designados, sin tener que seguir al cien por cien el criterio de estos profesionales.
Muchos políticos (concejales que se califican como tal en el momento en que son elegidos) consideran la presidencia de una corrida como una continuidad más de su mando en el consistorio, sin sopesar de antemano su capacidad para tal función. El palco de la plaza es una “poltrona” más, donde depositar sus “posaderas” y demostrar a la concurrencia sus poderes, aunque luego en el transcurrir de los acontecimientos se limite a dar el visto bueno a lo que el público le demande, actuando por su cuenta y riesgo exclusivo sin consulta de pareceres con sus asesores que están allí como figuras decorativas.
¡Son presidentes proclives al indulto!

En nuestra Andalucía el Reglamento Taurino, instaurado durante el periodo en que D. José Antonio Soriano estuvo al frente de la Dirección General de Espectáculos Públicos, dulcificó en exceso determinados artículos y, al tiempo que eliminó el arma más poderosa con la que contaba el veterinario para rechazar toros (trapío), dio muchas facilidades para indultar toros. A partir de ahí, numerosos indultos se han llevado a efecto en plazas andaluzas sobresaliendo en número los realizados en este rincón nuestro del denominado Campo de Gibraltar (Tarifa (3), Los Barrios (3·, Algeciras (3) y La Línea de la Concepción (1)).
Ayer concretamente, tuvo lugar el último de ellos en La Línea, a cuya corrida nos fue imposible asistir por imperativos de salud (una inoportuna enteritis vírica), pero este hecho nos movió a escribir el artículo que ahora está leyendo.
En la actualidad y con estos públicos cada vez más lerdos (taurinamente hablando), en cuanto sale un toro que se deja dar treinta pases de muleta ya le califican de “toro bandera”,que no es la misma expresión de medida de bravura del toro de hace sesenta años.
Si al torero el aficionado lo medimos por el toro que tiene delante, al toro debemos medirle por las veces que entra al caballo en la suerte de varas y por la forma en que reciba el castigo de la puya. Claro que esta mesura se podía hacer en tiempos de antaño, pues en la actualidad, los toros están tan justitos de raza y fuerza que los toreros, ante el temor de quedarse sin toro para la faena rentable cual es la de muleta, solicitan el cambio de tercio tras el primer puyazo con lo que no podemos medir la bravura del animal.
Eran tiempos en que el toro se crecía ante el castigo, al sentir la punta de sus pitones el calor de la sangre de jacos derramada tras sus cornadas y donde no existían los blindados petos que impidieran la entrada del toro al caballo seis, doce y hasta veinte veces como rasero para medir la bravura y donde importaba menos la faena de muleta por ser considerada como auxiliar preparatoria de la suerte suprema
Los públicos de las plazas se decantan por las faenas de muleta largas en pases, y carentes de valores técnicos pero con abrumadora espectacularidad inoperante. Ya por regla general no hay toros broncos y difíciles para los toreros porque han perdido el sentido que les daba la edad y los ganaderos han cambiado la técnica de selección buscando la boyantía y eliminando la más mínima brizna de fiereza. Ya lo dijo mi paisano, el ganadero D. Antonio Pérez: “hoy el toro tonto es el toro bandera” identificado también con el “toro de pitiminí” de D. Gregorio Corrochano.
No obstante lo dicho, los toros deberían ser calificados como:
-Buenos para el ganadero: cuando empujan en varas creciéndose al castigo.
-Buenos para el ganadero y el torero: cuando además de lo anterior, embisten con suavidad y continuidad a la muleta.
-Buenos para el torero: cuando aunque hayan salido sueltos de la suerte de varas, se portan dóciles en la muleta. Repite y repite sin ánimo de coger al torero, y ¡estos son los que el público no aficionado califica de “bandera” y solicitan el indulto!