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jueves, 1 de enero de 2009

LA PRUEBA DEL SEMENTAL BRAVO.

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor

No siempre se prueban sementales por necesidad de reposición de los agotados (a causa de vejez, falta de porcentaje adecuado de vacas preñadas o carencia de bravura en sus descendientes) sino que a veces, tras apartar una corrida para lidiar, alguno de estos animales antes de ser lidiado; durante las faenas de apartado en la finca o ya en los mismos corrales de la plaza donde va a ser corrido (bien durante su permanencia en ellos, durante los reconocimientos, en el mismo instante del enchiquerado, e incluso momentos antes de salir al ruedo), un toro puede desgraciarse al efectuar un derrote, con rotura de uno o los dos cuernos.
En estos casos, si el toro en cuestión viene de una excelente reata y además es hermano de otro que mereció el indulto, o que sin llegar a conseguir este altísimo honor, tuvo un comportamiento muy bravo durante su lidia, el ganadero recupera el toro del empresario, y lo somete a la prueba.
Siempre será un enigma su aprobación como semental puesto que sus verdaderas cualidades sólo se podrían conocer enfrentándose, en un duelo a muerte, con el torero en alguna plaza de toros y luego, tras el paso de siete años, saber si las cualidades que apuntó fueron transmitidas a alguno de sus descendientes que suelen rondar los 30 o 40,







En condiciones normales la elección de un semental se hace de dos maneras:
La primera es: la tienta de machos escogidos entre los que mejor juego dieron en la prueba de campo abierto durante el acoso y derribo con su correspondiente prueba frente al caballo de picar.
La segunda por su ralea: es decir por el comportamiento de sus hermanos tras ser lidiados.
El toro protagonista de esta historia, al ser hermano de un toro indultado por el matador de toros José Ortega Cano en la plaza de toros de Olmedo (Valladolid), fue sometido a la prueba de tienta en plaza como si la elección se realizara entre los erales de la ganadería, consistente en probarlo ante el caballo de picar,al que fue llevado a cuerpo limpio con la sola ayuda de una rama, tomada por los tentadores, de uno de los árboles cercano a la plaza de tientas.
No fue realmente un “toro a quemar” puesto que su destino estaba más que marcado de antemano: semental o matadero, dependiendo de su comportamiento en la plaza de tientas, pues su lidia era de todo punto imposible al estar falto de una de sus armas defensivas.








Se contó con el torero que mejor realiza esta prueba de todos los componentes del escalafón taurino, que no es otro que el “ciclón de Jerez”, Juan José Padilla auxiliado por su peón y hermano Óscar y el picador Pedro Iturralde. Todos vestidos con traje campero como requería la ocasión.
El toro era un burraco de una ganadería perteneciente a la Unión de Criadores de Toro de Lidia que cuenta con encaste Juan Pedro Domecq.
¡Silencio absoluto! ¡Todos los actuantes en sus puestos! ¡El picador, Iturralde montado en su caballo ocupando el lugar opuesto a chiqueros.
Sale el toro que presentaba un cuerno partido a nivel de la cepa y el otro, también partido aunque cicatrizado con el paso del tiempo.
El vozarrón del picador es lo único que retumba en la plaza de tientas conminando al toro a la pelea.
Surge el primer encuentro, al relance. El burraco da tal salto al sentir el hierro, que su cabeza llegó a la altura de la del picador que lo aceptó sin inmutarse. ¡Mal síntoma! y encima sale suelto yéndose a chiqueros.
Hasta él se va Padilla para ponerlo en suerte nuevamente, mientras su hermano Óscar está atento a un posible quite en caso de apuro.
El toro está remiso en las entradas al caballo. Comienza a claudicar de la mano derecha consecuencia del salto realizado en el primer encuentro con la cabalgadura
Empresario y ganadero decepcionados. ¡El toro no vale!
El matador de toros toma el capote para tratar de llevarlo al caballo, pero el toro es manso y se aleja de Padilla. El torero toma la muleta con la finalidad de aprovechar el viaje, entrenándose, pero tampoco acepta las telas. ¡Los antecedentes de su presumible casta, habían fallado!
De la plaza al mueco donde le quitamos unas esquirlas infectadas y parte del queloide formado en uno de los cuernos. Le curamos las heridas causadas con la puya y de ahí al campo a esperar que recuperara el peso necesario para ir al matadero como un bóvido de carne.
Que el año 2009 les proporcione toda clase de Venturas es mi deseo en el último artículo del 2008.