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miércoles, 24 de abril de 2013

EL POR QUÉ MUCHAS FERIAS TAURINAS SON AUTÉNTICOS FRACASOS.



EL POR QUÉ MUCHAS FERIAS TAURINAS SON AUTÉNTICOS FRACASOS.
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
Salvo rarísimas excepciones, las ferias taurinas suelen acabar como “el rosario de la aurora” en el aspecto tanto artístico como económico.
¿Analizamos las causas? Vamos a ello:
Muchos empresarios taurinos ante la difícil situación económica e incluso antes de que esta aflorara, se asociaron  con empresarios de otras parcelas  que no había visto el mundo del toro ni por el forro. Consecuencia: que cuando intervienen –algunas veces lo hacen como accionistas de la empresa que son- medio obligan a sus socios a acartelar a sus enchufados  procedentes de compromisos derivados de sus actividades empresariales particulares fuera de la actividad taurina.
Enchufados “metidos con calzador” en el cartel, porque de ninguna manera encajan en la terna. Naturalmente esta imposición crea un verdadero quebradero de cabeza para el verdadero empresario taurino que es quien en definitiva configura el conjunto de los carteles taurinos. ¡Todo sea por esa simbiosis societaria!
Pero también, muchas veces, son los empresarios taurinos quienes tienen la culpa del fracaso, al no estudiar pormenorizadamente la coordinación entre torero, apoderado, veedores y ganadero para la configuración de la corrida y limitarse a poner a los toreros que suenan de oídas. Toreros que no son otros que los que ocupan los puestos altos del escalafón.
¡En la configuración de una terna para una determinada corrida, actualmente, hay que seguir unos protocolos como en cualquier actividad importante!
Muchos de estos toreros figurones, a partir del ecuador de la temporada taurina, están “atorados”, tanto anímica como físicamente, que únicamente se emplean, a medias, en aquellos escasos toros dotados de embestida suave y noble.
Los empresarios no buscan innovación en la confección de los carteles, entre otras cuestiones, porque no conocen, ni quieren conocer, a aquellos toreros que “se juegan el pellejo”  cada tarde que actúan, obviando que la corrida de toros es EMOCIÓN y ENTREGA  por parte de los coletudos, ya que, sin estas dos condiciones,  la corrida es una pantomima infumable.
Basan su negocio en unos toreros figurones que matarán los toros de sus preferencias, desentendiéndose  de las demandas de los aficionados y embaucando a los espectadores que acuden al espectáculo por ser el acontecimiento social de la localidad.
Las novilladas no las promocionan ni se ocupan de pactar con la Administración medidas tendentes a disminuir impuestos en la organización de estos espectáculos que abaratarían el precio de las localidades.
Los empresarios deberían instar al  Estado español a que cree, de una vez por todas, la Reserva Nacional  del Toro de Lidia, para que, al tiempo que surja el banco de sangre de bravura contrastada, proporcionen de MANERA REGULADA ejemplares que abaraten la aportación ganadera a la Fiesta.
Con la medida anterior obligarían, de manera indirecta, a los ganaderos a seleccionar sus productos acorde con unos patrones protocolarios y no basados en las exigencias de los toreros figurones del escalafón.
Todos los estamentos taurinos deben instar los políticos del partido en el poder que confeccionen un Reglamento de Actuación de Toreros que al final de la temporada les escalafonen por grupos y les limite actuaciones en plazas de determinadas categorías reservadas para aquellos toreros que no ocupan la élite pero que tienen la oportunidad de demostrar su valía torea y no quedarse en el ostracismo.
Posiblemente este análisis mío haya sido una utopía, pero al menos aporta una ideas que otros con más conocimiento y poder puedan llevar a la práctica y con ello salvar la Fiesta de los Toros.