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martes, 17 de enero de 2012

EL TOREO DESDE FUERA.
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escitor.

El marquesado de O´Reilly fue creado por el rey Alfonso XIII el 19 de marzo del año 1877 a favor de María de las Mercedes O´Reilly y Ruiz de Apodaca.
El segundo marqués de O´Reilly fue el escritor Darío Valcárcel y Coolí (1906-1979) quien cuando su amigo Antonio Fernández Heredia “Hache” le pidió que escribiera unas cuartillas sobre el toreo, éste aristócrata, que solo había pisado los tendidos de una plaza de toros media docena de veces en su medio siglo de existencia, se destapó escribiendo que: “a pesar de no ser taurófilo, le interesaban los toros porque el toreo es un arte y juego de España, y a él le interesaba todo lo bello y lo español”. ¡Bonito, ahora que se cuestiona todo lo español! ¿No?
Lo tituló “El toreo por fuera” y no he querido cambiar el acertado título.
Darío encuentra tres valores profundos al juego de la lidia: su hombría, su risueño dramatismo y su aparente inutilidad.
En cuanto a la hombría hace constar que en su época prácticamente no había mujeres en el ruedo a pesar de que ya habían invadido campamentos y oficinas.
¡Había que ser todo un hombre para pisar la arena del ruedo! Pero también, en esa época, había mujeres torero
El dramatismo deriva de su arriesgado y airoso juego con la muerte lo que le confiere a este arte un respeto general.
O´Reilly escribe que quien asiste al circo taurino tiene ante sus ojos un espectáculo simbólico. Viene a decir que: "el toro bravo pacífico de los campos, enfurecido por el rapto y sorprendido por el clamor del público, trata de salir de ese círculo cerrado de tablas a que ha llegado tras abandonar el oscuro chiquero, pero al no conseguirlo se da cuenta que ha llegado el momento decisivo de su vida y se apresta a defenderla atacando a todo lo que se encuentra con la fuerza que le proporciona su juventud y con sus armas en forma de afilados cuernos".
Enfrente le aguarda un hombre que tiene por armas: la inteligencia, el valor, las telas el estoque y el corazón.
¡Se entabla la batalla! Suele vencer el hombre, si bien en contadas ocasiones se cambian las tornas cuando a la legión bizarra de matadores la vapulea una dinastía de toros matadores y “Barbudo” mata a "Pepe-Hillo", “Perdigón” acaba con la vida de Manuel García CuestaEspartero”, “Extremeño” mata a Manuel Báez “Litri”, “Bailaor” mata a “Joselito el Gallo”,Pocapena” finiquita a Manuel Granero Valls, “Isleño” a “Manolete”, “Granadino” a Ignacio Sánchez Mejías y hasta una insignificante becerra, “Conocida” acaba con la vida de Antonio Bienvenida.
La aparente inutilidad la matiza basándola en que si un día, que no desea, se suprimieran las plazas de toros, España y el mundo seguirían girando porque no se les habría privado de ninguna pieza vital. Elucubra con que los nietos de “Pepe- Híllo” y de “Joselito” podían ser agricultores o agentes de Bolsa, señoritos del conjunto o conductores de camión, pero España y el complejo espiritual que “lo español” significa habrían perdido su más caliente nota de color.
Sigue expresando pensamientos profundos cuando escribe:
“Lo más glorioso del arte es su material inutilidad”, pues, para él, ni “El entierro del Conde Orgaz”, y las filigranas de piedra de las catedrales de Burgos o Sevilla no añadieron nunca ni un 1% a nuestro comercio exterior ni a nuestro patrón monetario (deduzco que al no cobrar por visitarlos), pero reconoce que ¡han ayudado a luchar en la guerra y nos dan abolengo y respeto frente a posibles hegemonías futuras de cualesquiera Wall Streets!
Finaliza su artículo diciendo:
“De todos los gestos heroicos siempre le impresionaron más los más inútiles" como aquel de Mucio Scévola ante el rey de los etruscos ("Roma mediados del siglo VI a de c. Una revolución expulsa al último rey de la dinastía tarquinia, Tarquínio “el Soberbio” y se proclama la República. Tarquinio persuadió al etrusco Lars Porsena para que atacara la ciudad pero el etrusco se retira impresionado por el valor demostrado por Cayo Mucio que tras fallar en el intento de asesinar a Porsena y matar a otra persona, tras ser apresado y zafarse de sus guardianes mete su mano derecha en los carbones encendidos de un gran brasero y mientras el fuego consume por completo los tejidos de sus mano derecha, dice: “Poca cosa es el cuerpo, para quien aspira a la gloria”. Es liberado por su muestra de valor y conocido con el sobrenombre de Scévola (zurdo)” o ese otro de Federico Guillermo NIetzsche sosteniendo en una mano juvenil, en prueba de su fe en el valor humano, un incandescente carbón.
Con su artículo demostró las inmensas posibilidades .interpretativas del arte de una corrida de toros.