torostarifa.blogspot.com

martes, 16 de abril de 2013

LA CORRIDA EN SOLITARIO DE JOSÉ MARÍA MANZANARES EN LA FERIA DE SEVILLA 2013.




LA CORRIDA EN SOLITARIO DE JOSÉ MARIA MANZANARES EN LA FERIA DE SEVILLA 2013.
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
A los ganaderos les había ido muy bien en las anteriores actuaciones del “celestial Manzanares”, por eso no tuvieron inconveniente en sumarse a la pantomima torista, aportando toritos enclenques que propiciaran el triunfo del divino torerito. ¡Craso error!
Esta vez “el tiro les salió por la culata” cuando Manzanares optó desde el principio, -no se si por reservarse o por no poder-, y dejar ver, ante la falta de toreo, el escasísimo trapío de sus preconcebidos colaboradores que esta vez quedaron inéditos y en ridículo no ante el público de Sevilla, que ya dudo si entiende algo de Tauromaquia, pero sí ante la crítica que esta vez estuvo a la altura de su deber informativo escribiendo lo que vio y plasmando en el papel las triquiñuelas de un toreo ventajista y falto de ligazón donde no se expone un alamar.
Se habían desperdiciado dos toros, el primero de Núñez del Cuvillo, impresentable para una plaza como la Real Maestranza de Sevilla a pesar de las astifinas astas y el segundo de Domingo Hernández un toro rematado pero obediente y tardo en la embestida.
Y salió el tercero, un toro de Victorino Martín que no era un toro de los de Bilbao, Madrid o Valdemorillo sino de los “victorinos de segunda” que el ganadero de Galapagar reserva para plazas de menos entidad torista.
Un toro que no se hubiera comido a ninguno de los matadores de toros que se enfrentan a esta divisa con la verdad por montera, con capacidad lidiadora y reaños para, tras asentar las zapatillas en el incomparable albero sevillano, demostrar al victorinito que quien mandaba era el torero.
Un “victorino de segunda”, en cuanto a trapío se refiere, pero que a su sangre encastada sumaba su fenotipo musculado derivada del ejercicio, y su comportamiento complicado por ser un toro mirón en exceso, listo, gazapón, felino, cazador y geniudo, además de bravo.
Un toro que en cada embestida enseñaba más blanco de la conjuntiva de lo normal y que acabó (a pesar de la mano que le echaron su peonaje) con derrumbar “los palos del sombrajo” de Manzanares, sacándole de quicio y llevándole a no dar pie con bola en los dos toros siguientes; el grandote pero inválido 4º de El Pilar y el sobrero 5º  de Juan Pedro Domecq que era un toro hondo pero manejable.
Menos mal que “el torero de época” como le bautizaron, tras sacarle por la Puerta del Príncipe en dos buenas actuaciones, estaba toreando en un terreno más que amigo, apasionado con él, como es la Maestranza de Sevilla, que si no a esas alturas con seis toros finiquitados sin nada meritorio, el devenir hubiera acabado como el “rosario de la aurora”. Pero… esa plaza llena a rebosar con unos precios que rondan lo sobrehumano, aguantó estoica el fiasco, e incluso tuvo el señorío o la tontez, de animar al “fenómeno Manzanares” quien cual penitente de Semana Santa se fue a implorar compasión de rodillas a la portagayola como en otras ocasiones lo hiciera otro fenómeno compañero suyo del G10, tras el fracaso de dos tardes anteriores, y muchas veces otros, no incluidos en la élite taurina, para recibir a un tío con toda la barba y no a un novillote adelantado que salió dotado de las virtudes de toro artista con que bautizó a sus productos el fallecido Juan  Pedro Domecq.
En la corrida a seis de Manzanares, faltó el elemento toro y sin él La Fiesta de los Toros es pura pantomima. Pues cuando sale el “tío de las barbas y los rizos en el testuz, cuello y morrillo”, sobra la estética, las posturitas, los posicionamientos y los pases dados de uno en uno, porque estos toros-toros sacan el aire a los toreros que no saben lidiar, desmontándoles el castillo de humo sobre el que han basado su tauromaquia.
Sevilla, una vez más, ignoró estos asertos y el de la suerte suprema, cuando  aún matando con estocada defectuosa, concedieron la puerta grande a su torero. Claro que representa como medalla que se concede a título póstumo.