HISTORIAS
DE UN VIEJO VETERINARIO. MI PADRE FUE CONSIDERADO COMO UN MESÍAS.
Por
LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
Esta
historia no la viví personalmente. Me la ha referido mi hermano Félix.
El
Veterinario D. Félix Alonso Torres, acababa
de llegar a un nuevo destino, Diego Álvaro
cabeza principal del partido veterinario cerrado, que a su vez tenía como
anejos y, en orden de proximidad: Carpio
Medianero, San Miguel de Serrezuela y
Pascualcobo.
Fue
requerido para atender a una vaca lechera de la raza Holstein Friesian
holandesa, por aquello de que su capa de
piel era blanca con manchas negras. Se trataba de un animal con alta producción
lechera de unos 40 litros diarios.
El
dueño, a la caída de la tarde, la traía del prado a la casa cuando, en un
momento y en medio de la calle del pueblo, se derrumbó y ya no hubo manera de
levantarla.
A la llegada de mi padre, la expectación era grande, pues aparte del morbo de conocer al nuevo veterinario, ese acontecimiento era el único
importante que aquel día había tenido lugar en la población. Como era por la
tarde toda la chiquillería se encontraba fuera de sus casas jugando al juego de
la temporada que, en esa ocasión, era el peón.
Mi padre
nada más ver al animal pidió que le trajeran una bomba de las utilizadas para
inflar las bicicletas. Con la bomba en su poder, el veterinario, acopló al
racor de la bomba otro que el portaba provisto
de una aguja con la punta roma; la introdujo por cada uno de los pezones de la
ubre y llenó de aire cada cuarto procediendo seguidamente a atar los cuatro pezónes por separado, con cuerdas.
Al
finalizar le dijo al dueño:
- Bueno.
Ya está, de aquí a un rato la vaca se incorporará. Mañana por la mañana pasaré
por su casa para sacarle el aire insuflado e instaurarla el tratamiento
conservador.
Y
como la vaca, se incorporó, todos lo chiquillos que vieron la maniobra al día
siguiente en la escuela comentaron la acción en estos términos:
- El
veterinario nuevo que ha venido; ¡hace milagros! Ayer a la vaca del tío fulano
que se cayó y no se podía mover, la infló las tetas de aire con la bomba de la
bicicleta de zutano y al ratito se levantó y se fue para la casa tan ricamente.
Como
comprenderán no hubo tal milagro se trataba simplemente de que el aire había
producido su efecto de presión sobre la cisterna mamaría que produce un estímulo
del simpático contribuyendo a
restablecer el equilibrio cálcico en la sangre.
Se
trataba de una Hipocalcemia aguda
(fiebre vitularia) o fiebre de la leche,
que es una enfermedad metabólica del ganado bovino, ovino y caprino de aparición
en los periodos próximos al parto (24 horas antes o 46 después) y que se caracteriza por; hipocalcemia,
hipofosfatemia e hipermagnesemia lo que se traduce en una debilidad, disfunción
muscular progresiva, decúbito, shok y muerte.
Enfermedad
propia de las vacas grandes productoras de leche que dispendian a través del líquido
elemento altas cantidades de Calcio y Fósforo que finalmente conducen a un
desequilibrio mineral en el organismo. Más frecuente en vacas de 6 a 10 años y
entre el 3º y 7º parto.
Esta
vaca concretamente había caído en la etapa 2 de la Fiebre vitularia como
denotaban sus síntomas de: depresión, caída y cabeza desplazada hacia el costado
según me manifestó mi hermano. Etapa en la que los niveles de calcio ionizado
oscilan en torno a los 3,2-4,3 mg/dl, .y en la que responden fácilmente y con
prontitud a un tratamiento básico (insuflación de aire en mama + inyección de
corticoide).
Al día
siguiente, estoy seguro, que mi padre iría para instaurar un tratamiento a base de calcio intravenoso en forma de cloruro de calcio y a la dosis de 100 a 150 cc y calcio
intramuscular o subcutáneo bajo la forma
de borogluconato; retirarle al aire de la mama y proceder al
primer ordeño. Por lo menos así me lo había enseñado.
Un
servidor de ustedes siempre que atendía un caso de Fiebre Vitularia recomendaba
a los propietarios del animal que no alimentaran a sus animales durante la fase
seca con dietas que contuvieran más de 100 g de calcio diarios, puesto que las
necesidades diarias para subvenir sus necesidades y las del feto están entre
los 30-40 g.
Al
recibir una dieta alta en Calcio sus necesidades están satisfechas y los
mecanismos de transporte activo de
calcio y de resorción ósea están homeostáticamente, deprimidos, lo que conlleva
que en el momento del parto, la vaca sea incapaz de absorber los depósitos óseos
o intestinalmente. Por eso únicamente debemos proporcionar dietas ricas en
calcio durante los días previos al parto.
En
cuanto al Fósforo tampoco deben sobrepasar los 50 g al día, Por encima inhiben las enzimas renales, que catalizan
la producción de Vitamina D3 y con ello se reducen los mecanismos de absorción
intestinal.
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