Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
Nuevamente el empresario-propietario del coso de Zorrilla, Emilio Ortuño "Jumillano", nos obsequió, a todos los abonados, con la carpeta que contenía las entradas del abono y los carteles del ciclo.
Si bien en esta ocasión se ahorró la litografía del reverso de la carpeta o tal vez ¿fue un olvido?. Nos quedó la duda.
Se inició la feria taurina con el concurso de los “jinetes del apoteosis” pero faltó el ingrediente en esta ocasión.
¿La causa? Posiblemente que la cantidad empache la degustación de la calidad, única fórmula de entender el pálido entusiasmo de la concurrencia entre la que, sin duda, sobresalían en número y conocimiento de la equitación taurina muchos de los que cubrían en sus tres partes el aforo de la plaza del Paseo de Zorrilla.
Pues no se comprende de otra manera la frialdad del público ante el caluroso comportamiento de estos cuatro artistas del toreo a caballo que hacen con los ingredientes de la destreza, el dominio de las bellas cabalgaduras y el valor que aportan a los mil trances que se suceden en la lidia, un verdadero espectáculo, reiterativo, sí, pero digno de admiración y premio.
Pues no se comprende de otra manera la frialdad del público ante el caluroso comportamiento de estos cuatro artistas del toreo a caballo que hacen con los ingredientes de la destreza, el dominio de las bellas cabalgaduras y el valor que aportan a los mil trances que se suceden en la lidia, un verdadero espectáculo, reiterativo, sí, pero digno de admiración y premio.
La presidencia estuvo ocupada por el comisario de Policía sr. Zalama que en esta ocasión contó como asesor artístico con el saber de Antonio Aguado "Larita"
Pero solamente uno, el de una oreja a Rafael Peralta, se pidió con templanza y difusa animación por exigua mayoría.
En fin, son contrastes, difusos también, que unas veces, como la meteorología se inclinan por los cálculos menos inesperados.
Fueron sobresalientes en la liza los seis bonitos y bravos novillos-toros presentados por el ganadero andaluz don Clemente Tassara. Como hechos para el rejoneo, a pesar de los “tragines” que imponen las suertes y del castigo que sufren, ni volvieron la cara ni dejaron de acometer con celo, casta de la buena y valentía. Varios fueron aplaudidos en el arrastre muy merecidamente, premio que va suscrito en el brindis que hizo al mayoral el gran artista Álvaro Domecq.
En fin, son contrastes, difusos también, que unas veces, como la meteorología se inclinan por los cálculos menos inesperados.
Fueron sobresalientes en la liza los seis bonitos y bravos novillos-toros presentados por el ganadero andaluz don Clemente Tassara. Como hechos para el rejoneo, a pesar de los “tragines” que imponen las suertes y del castigo que sufren, ni volvieron la cara ni dejaron de acometer con celo, casta de la buena y valentía. Varios fueron aplaudidos en el arrastre muy merecidamente, premio que va suscrito en el brindis que hizo al mayoral el gran artista Álvaro Domecq.
Los “jinetes del apoteosis” dividen en dos partes el espectáculo. Actuación personal de cada uno en la primera y a dúo en la segunda.
Ángel Peralta se apretó de lo suyo en el primero que si, acobardado por la primera sangría, sacó luego casta se fue arriba y se complementó a los alardes y valentía del rejoneador. Hubo de trabajar el centauro de Puebla del Río, para domeñar la voluntad de embestir contínua del Tassara. Mató de un rejón y entre aplausos dio la vuelta al ruedo.
Rafael Peralta, cortó una oreja al suyo, otro vacilante y bravo torete con el que derrochó valor. Además dio la vuelta al ruedo. Quizá fueron sus enormes ganas de agradar al público vallisoletano y al de Medina de Rioseco que se desplazó en masa al avento, las que le proporcionaron el triunfo. Estuvo bien pero no llegó a la altura artística y técnica de su hermano Ángel al que su seriedad le empañan triunfos.
Álvaro Domecq, nos presentó la más bella imagen del toreo a caballo, realizado con temple, justeza y dominio de los terrenos y las distancias. En un magistral par de banderillas, adornándose en la cara del toro, escuchó una formidable ovación. ¡La más fuerte de la tarde! Por matar de un rejonazo caidillo hubo de conformarse con el premio de la vuelta al ruedo.
José Samuel Lupi, con indumentaria a la Federica, bien en todo y fenomenal en los pares de banderillas al quiebro, suerte de su especialidad. Los quiebros contínuos de sus caballos levantaron en ocasiones la moral de un frío público. El sobresaliente descabelló y Lupi dio la vuelta al ruedo entre los aplausos de quienes supieron reconocer el mérito de su faena..
La segunda parte animó más al público, al llegarle más y con más “gancho” por los accidentes que se producen en el toreo por parejas.
Los hermanos Peralta que hicieron todo el programa conocido con acierto, tuvieron el desacierto –en este caso Ángel- de atravesar al de Tassara con un rejón perpendicular que asomaba por la barriga. Por este desacierto, el desacertado hizo “taina” en la barrera y su hermano paseo entre aplausos la periferia.
Muy bien también los quiebros y requiebros torerísimos de Domecq y Lupi con el último del encierro. Domecq descabelló pie a tierra y el andaluz y el lusitano dieron la vuelta al ruedo entre aplausos, pequeñísimo premio para su extraordinaria actuación.
Ángel Peralta se apretó de lo suyo en el primero que si, acobardado por la primera sangría, sacó luego casta se fue arriba y se complementó a los alardes y valentía del rejoneador. Hubo de trabajar el centauro de Puebla del Río, para domeñar la voluntad de embestir contínua del Tassara. Mató de un rejón y entre aplausos dio la vuelta al ruedo.
Rafael Peralta, cortó una oreja al suyo, otro vacilante y bravo torete con el que derrochó valor. Además dio la vuelta al ruedo. Quizá fueron sus enormes ganas de agradar al público vallisoletano y al de Medina de Rioseco que se desplazó en masa al avento, las que le proporcionaron el triunfo. Estuvo bien pero no llegó a la altura artística y técnica de su hermano Ángel al que su seriedad le empañan triunfos.
Álvaro Domecq, nos presentó la más bella imagen del toreo a caballo, realizado con temple, justeza y dominio de los terrenos y las distancias. En un magistral par de banderillas, adornándose en la cara del toro, escuchó una formidable ovación. ¡La más fuerte de la tarde! Por matar de un rejonazo caidillo hubo de conformarse con el premio de la vuelta al ruedo.
José Samuel Lupi, con indumentaria a la Federica, bien en todo y fenomenal en los pares de banderillas al quiebro, suerte de su especialidad. Los quiebros contínuos de sus caballos levantaron en ocasiones la moral de un frío público. El sobresaliente descabelló y Lupi dio la vuelta al ruedo entre los aplausos de quienes supieron reconocer el mérito de su faena..
La segunda parte animó más al público, al llegarle más y con más “gancho” por los accidentes que se producen en el toreo por parejas.
Los hermanos Peralta que hicieron todo el programa conocido con acierto, tuvieron el desacierto –en este caso Ángel- de atravesar al de Tassara con un rejón perpendicular que asomaba por la barriga. Por este desacierto, el desacertado hizo “taina” en la barrera y su hermano paseo entre aplausos la periferia.
Muy bien también los quiebros y requiebros torerísimos de Domecq y Lupi con el último del encierro. Domecq descabelló pie a tierra y el andaluz y el lusitano dieron la vuelta al ruedo entre aplausos, pequeñísimo premio para su extraordinaria actuación.
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