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jueves, 13 de marzo de 2008

LAS ANÉCDOTAS DE LOS TOREROS DEL SIGLO XIX.

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

Cuando se restauró la Monarquía en España en la persona del rey Alfonso XII comenzó una época de esplendor que naturalmente influyó en todos los campos: novela con autores tan importantes como Galdós, Clarín o Pardo Bazán, compositores como Barbieri o Bretón y toreros de la talla de Pepe-Hillo, Paquiro, Cúchares, el Chiclanero, Lagartijo, Frascuelo, Espartero, Mazzantini, Guerrita, Reverte, Antonio Fuentes, Bombita y Machaquito.
Los diestros de aquellos tiempos a diferencia de los de ahora, tenían su gracejo que desembocaban en un anecdotario amplio que hoy voy a tratar de llevar a ustedes
Vivian más arraigados al pueblo e incluso en la misma plaza estaban más cerca del público lo que llevaba a veces a un verdadero diálogo.
Por descontado que no todos los toreros eran dicharacheros, pero algunos tenían verdadera gracia en sus comentarios.
Vean:

FRANCISCO ARJONA “CÚCHARES”: repetía esta frase a su mujer en cada corrida que iba a torear:
“Seña María, que esté lista la puchera, que güervo en cuanto se acabe la corrida”.
Cuando su hija María de la Salud trataba de casarse con el Tato solía decirle:
“No creas que todos los toreros son como tu padre, que os dise que vuelvo, y vuelve; porque la mayor parte de ellos , suelen volver en carta o por el alambre”
Cuando en una ocasión un espectador se metió con él porque enfrente tenía un toro boyante y claro diciéndole:
“Curro, reciba usted ese torito”.
Él le contestó: “Ca, hombre; lo que yo resibo es el parné”
Sus máximas eran:
“Con los toros hay que diquelar mucho para cogerlos despreveníos” o esta otra de: “Con los bichos que buscan dar una deaszón, enjamás se acuerda uno del arte para matarlos, y habéis de saber que para los toros que se juyen , desarman o se cuelan, no se ha jecho el alpiste”.
Tenía verdadera amistad con el actor Julián Romea que como buen aficionado asistía a todas las corridas del amigo torero. En una de ellas le tocó a “Cúchares” un toro reservón y que se iba descaradamente al bulto, le cogió tal miedo que no había manera de acercarse al bicho. Romea desde su localidad le gritaba diciéndole que se acercara a la res y la lidiara como mandaba el arte a lo que “Cúchares” le contestó:
“Julián no me chilles, que aquí se muere de verdad y no de mentirijillas, como en el teatro”.
Cuando brindó al emperador Napoleón III en una corrida a la que asistió lo hizo con estas palabras:
“Brindo por vu, por la mujer de vu y por todos los busecitos que tengais”.

JOSE REDONDO “EL CHICLANERO”.
Su maestro Montes dijo de él:
“Empezó este chico como muchos, pero va a acabar como muy pocos”.
Cuando alcanzó la fama se hizo ególatra y llego a decir de si mismo:
“Soy en el toreo reondo como mi apellio”.
Su soberbia llegó hasta el `punto de decir a su maestro Montes:
“Soy más torero que osté y que toós los que llevan coleta”
Fue el protagonista en unas de las corridas que toreó en Sevilla de la siguiente hazaña:
Uno de los toros de Lesaca saltó la barrera y como la puerta del tendido se encontraba abierta subió a las gradas ocasionando el correspondiente susto y angustia entre los espectadores. El Chiclanero acabó con él en el propio tendido por lo que los duques de Montpensier le obsequiaron con un alfiler de diamantes.

ANTONIO SÁNCHEZ “EL TATO”.
El diestro que tras su cogida por Peregrino, el cuerno contaminado con la sangre de un caballo herido le infectó la herida y hubo de amputársele la pierna siete días después. Toreaba con una pierna ortopédica.
Su anécdota más llamativa fue cuando ocupando una plaza en el callejón con mucha gente, un toro saltó a el mismo. La gente comenzó a gritar:
“El cojo…que coge el toro al cojo….
El Tato se giró hacia el público y dijo:
“Coño, dejad al toro tranquilo, que coja al que quiera; no comerle er coco ar toro”.


RAFAEL MOLINA “LAGARTIJO”.
Sus tres principales anécdotas:
Cuando vio salir de chiqueros al toro más grande que se ha lidiado en plaza, llamado Cucharero de la vacada de D. Anastasio Martín, dijo:
“Mardita sea la vaca que te parió”.
Luego tras el mal rato que le proporcionó su muerte, mando cortar la cabeza que peso 101 kilos, la disecó y colgó en el pasillo de su casa. Cuando llegaba "más bebido de la cuenta" se liaba a bastonazos con la misma.
Al enviudar, los parientes de su esposa le reclamaron los gananciales y el se fue a que le arreglara el asunto un amigo jurisconsulto de Madrid, a la sazón D. Manuel Alonso Martínez quién le dijo:
-Si es duro, pero lo he hecho y es legal.
A lo que Lagartijo le respondió:
-De modo y manera D. Manuel que mi suegro en el tendido y yo en el redondel hemos toreado a medias o al alimón…
El siempre tuvo muy claro su concepción del toreo de ahí que dijera:
"Yo me entregaré cuando sea preciso a un toro bravo; pero no quiero dejarme coger por ningún güey".
Por eso cuando una vez actuando en Madrid le tocó enfrentarse a un toro mansurrón, echó por delante a su hermano Juan que actuaba a sus ordenes.
Pero el público comenzó a gritar a Juan para que se retirase. Cuando ya la bronca arreció Rafael dirigiéndose a su hermano le dijo:
¡Juan , que lo dejes dicen!
pero Juan optó por no hacer caso y siguió dándole mantazos.
Las protestas arreciarón y nuevamente Rafael dijo al hermano:
¡Juan, que lo dejes dicen!
Juan al fin se retiró y entonces Rafael se deshizo del morlaco de una estocada a "paso de banderillas". Cuando regresó a barreras le censuró a Juan por haberse retirado. A lo que el hermano contestó:
-Me he retirado porque tú me lo has mandado.
A lo que Rafael le dijo: -Pues para otra vez ya lo sabes; cuando yo diga: Juan, que lo dejes dicen, tú no haces caso, porque son ellos los que lo dicen; cuando yo te diga: déjalo Juan, te retiras, porque entonces soy yo el que lo digo.


DON LUIS MAZZANTINI Y EGUIA.
El torero nacido en Elgóibar para unos y en Pistoia Toscaza para otros.
Abandonó su empelo de Jefe de Estación de Santa Olalla atendiendo a su convicción de:
“Para ganar dinero en España hay que ser o tenor en el Teatro Real o matador de toros. Como yo no puedo dar el “do” de pecho, pero me encuentro en condiciones de matar a un toro por el hoyo de las agujas, pues vaya lo uno por lo otro”.
Fue un excelente matador de toros pero le faltaba gracia y garbo con el capote y la muleta.
Merece la pena que les cuenta algo de la vida de este inteligente torero que hablaba idiomas, que fue concejal y teniente Alcalde del Ayuntamiento de Madrid, diputado y gobernador civil, además de un extraordinario patriota.
Referiré dos de sus anécdotas:
Tras lidiar en mano a mano con Algabeño (que le dio un repaso) una corrida en Tudela, al final de la misma se pasó por telégrafos para enviar el siguiente telegrama aun periodista amigo suyo:
“Toros de Carriquirri, regulares. Algabeño, regular. Yo muy bien”.
Como viera lo escrito Perete, mozo de espadas de Algabeño, le recriminó y D. Luis le dijo:
¿El telegrama, quién lo paga, usted o yo?.
La segunda es la siguiente:
Ocurrida con el picador cordobés Ángel Montalvo de quien le habían hablado a D. Luis como sustituto de su picador herido.
D. Luis le citó para que acudiera a su casa.
El picador llegó con unas cuantas “copitas de más” a la cita.
Cuando Mazzantini entró ataviado con una bata de seda blanca ribeteada con una cinta roja en el despacho donde estaba esperando el picador, le dijo:
¿Pero que idea tienes tú de la educación?¿Donde se ha visto a una persona así tan de mañana?.
Montalvo aguantó el chaparrón pero tras reaccionar le dijo:
-“Oiga usted, D. Luis; usted no habrá visto nunca esto m ío, pero tampoco había visto yo en jamás a un mataor de toros envuelto en la funda de un piano” .