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miércoles, 6 de febrero de 2008

-EL SIMBOLISMO DEL TRES-

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

Tres buenos aficionados, estaban frente a los tres huecos, con forma de arco de las taquillas, en cuya parte superior había tres rótulos que rezaban: sombra, sol, y sol y sombra. Estaban a la espera de sacar tres entradas para presenciar la corrida de la tarde que, en aquél mes de marzo (tres del calendario)
daba comienzo a la no muy taurina hora de las tres de la tarde.
El cartel tenía por terna a los tres novilleros del momento, que con sus tres cuadrillas, compuestas por tres subalternos banderilleros, iban a efectuar el paseíllo, saliendo por una de las tres puertas (cuadrillas, desolladero y chiquero) con que contaba la plaza, para rendir pleitesía a esa Presidencia integrada por tres hombres (presidente, asesor taurino y asesor veterinario) de los cuales uno de ellos dirigiría la lidia en el coso integrado por tres espacios bien delimitados (ruedo, tendido y gradas) en uno de los cuales, y sobre la arena, en una imagen etérea, están señalados los tres círculos concéntricos y superpuestos que se van a denominar medios, tercios y tablas y, donde en tres partes sin solución de continuidad, pero bien diferenciadas (tercios), van a realizar tres quites pintureros, los tres matadores como remate a las tres varas que, como algo excepcional, había recibido el novillo de tres años.
Quites, que irán seguidos de tres pares de banderillas, puestas de tres formas de ejecución distintas (de poder a poder, al quiebro y al relance) por los tres novilleros actuantes, que habían librado así, de pasar apuros a los tres banderilleros de la cuadrilla del primer espada.
Tras una faena en la que destacaron tres naturales superiores, el matador remató la faena con una estocada al volapié, que es una de las tres formas que de ejecutar la suerte suprema, existen.
Y tras recibir tres trofeos (las dos orejas y el rabo) concedidas tras tres apariciones del albo señuelo en la mano del presidente del festejo, dio paso al segundo de la terna, que tras acabar su faena, fue premiado con la vuelta al ruedo, que es uno de los tres premios menores que con los otros dos, ovación y salida a saludar a los medios, se reconocen las buenas cosas realizadas a el astado que, finalmente, es arrastrado por tres mulillas hasta el desolladero.
Pues bien, uno de estos tres aficionados es D. Emilio Casares Herrero personaje que está marcado por el simbolismo del tres; al haber tenido tres amores en su vida, representados por: su familia, su enseñanza y sus toros, al haber vivido en tres casas dónde el número tres estaba representado: treinta (tres por diez) de la calle Gamazo, treinta y tres de la calle Montero Calvo y tres de la Plaza de Poniente.

Pertenecer, como feligrés, a tres parroquias distintas, Filipinos, Nuestra Señora de la Asunción y San Benito.
Qué fue nominado con el número tres como alumno interno de bachillerato en el Colegio San José.
El mismo número, el tres que correspondía a la ventana del café Royalty, donde, por la mañana, hacía tertulia con sus tres amigos de siempre (Pedro Molina, Antonio Aceves y Moreno), y al mediodía con otros tres personajes, cual eran: Pedro Carreño (El de Tanda), crítico taurino del “Norte de Castilla”, “Manolete” que era, a su vez , mago de tres cosas (tipómetros, cíceros y tipos) y Santiago Córdoba, caricaturista extraordinario, en unos años que estaban marcados por el número tres, mil novecientos (tres por tres más dos ceros) treinta ( tres por diez) y uno al treinta ( tres por diez) y seis ( tres más tres).
Ese mismo número el tres que representaba a los tres vallisoletanos que acudían a la tertulia del bar Kutz, Valentín Bejarano, Fernando Domínguez y Pacomio Peribañez .
Tertulia que, en la noche, contaba con la asistencia de tres personajes taurinos extraordinarios cual eran: Valentín Bejarano, José María Cossío y Antonio Díaz Cañabate.
Número tres representativo de los tres diarios en que, durante su estancia en Madrid, enviaba crónicas D. Emilio ( “Regional” de Valladolid, “Norte de Castilla”,también de Valladolid y “Adelanto” de Salamanca).
El número de las tres pesetas que representaba la cuota de socio número tres del Club taurino “Fernando Domínguez”, diestro que tomó al alternativa un 18 (cifra formada al multiplicar el tres por el seis ( tres + tres) del mes tres del año mil novecientos treinta y tres.
D. Emilio sirvió a la Patria, en el Grupo de Información de Artillería número tres , algo antes de realizar su carrera en la que alcanzó los tres grados a que se puede acceder ( Perito, Profesor e Intendente).
Estudió tres idiomas (francés, inglés y alemán) en el primero de los cuales, tras dedicarse a al enseñanza, desempeñó los tres cargos de Ayudante, Auxiliar y Catedrático y, una vez como tal, en su Escuela alcanzó los tres puestos de secretario, vicedirector y director.
Tras contraer matrimonio un día tres del mes de mayo de mil novecientos(tres por tres más dos ceros) cuarenta y tres, con posterioridad ha pasado por los tres estados que una persona puede tener: soltero, casado y viudo .
Poseedor de un museo taurino en la villa vallisoletana de Viana de Cega, que consta de tres salas (pinacoteca, biblioteca y escaparate), donde está ordenado todo lo coleccionado en tres tipos de documentos (legajos, carpetas e índices) y donde duermen en reposadas perchas, los tres tipos de carteles (murales, escaparate y banderillas) que confeccionados en tres materiales diferentes (papel, seda o raso) recuerdan acontecimientos taurinos, a veces, importantes.
Escritor taurino que tiene tres libros publicados: “Estudio del toro de lidia” publicado en un año con el tres ( 1935), “El toreo y la torería”, que es el cuaderno número 12 (tres por cuatro) cuyas cifras sumadas dan otro tres, e “Historia de la plaza de toros de Valladolid”.
Otros tres libros pendientes de publicación: “Toros y toreros” con varios treses en los años que representan 1936, 37 y 38, “Valladolid en la historia taurina” y “Efemérides taurinas”. Valladolid 1890-1990.
Finalmente ha podido ver realizado los tres sueños de todo mortal, cual son: tener un hijo (él tuvo dos, Emilio y María José), escribir un libro ( Historia de la plaza de toros de Valladolid) y plantar un árbol ( más de uno ha plantado en su chalet museo de Viana de Cega).
Y como D. Emilio es un gran amigo mío y excelente persona, he querido en sus más de 90 años (otra vez tres por tres) rendirle este homenaje de respeto, para confeccionar el cual he tenido que esperar más tres años sonsacándole cosas y fechas sin que se diera cuenta en las más de milochocientas ( tres por seis más dos ceros) tertulias que hemos mantenido diariamente en la Granja Terra de Valladolid, para hoy brindárselo con todo mi respeto y cariño.
¡Va por usted, Don Emilio!