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martes, 15 de enero de 2008

LOS PRESIDENTES DE LAS CORRIDAS DE TOROS.

LUIS ALONSO HERNANDEZ .Veterinario y escritor.

Con demasiada frecuencia estamos asistiendo a un protagonismo desmesurado por parte de ciertos Presidentes de palcos de cosos taurinos, al negar sistemáticamente la segunda oreja por tomarse demasiado "a pecho” ese artículo del Reglamento taurino que le faculta como único capacitado para su concesión.
De nada vale que el público asistente, demasiado torerista en la actualidad, saque con reiteración y constancia sus pañuelos o almohadillas blancas (proporcionadas por la empresa, pero solamente en cuanto a color se refiere) solicitando los máximos trofeos. Este señor, único que en los tiempos actuales goza de una presidencia en funciones, debe creerse infalible en cuestiones taurinas y no hay manera humana posible de que conceda trofeos anexos a lo que su conciencia taurina le haya dictado.

Hemos tratado de analizar el por qué de estas negaciones y sinceramente no encontramos explicación. Si no conceden trofeos, es seguro que serán denostados por los empresarios de los cosos de su presidencia ávidos de que la prensa "cacaree" los trofeos conseguidos que, redundarán en el éxito artístico de su ciclo taurino. La escasez de trofeos, cicateados por estos presidentes, no les proporciona ningún favor en sus relaciones con los propietarios temporales del recinto donde se celebra el evento.
Hemos podido constatar, desde nuestro puesto de asesor veterinario, que temen demasiado a las opiniones de la “prensa especializada” que, al igual que ellos, siempre ven lo malo que haya podido haber en la labor del diestro en su afán de creerse más “papistas que el propio Papa” en su ególatra sapiencia taurina. Por eso niegan los trofeos para, como ellos dicen: “no salir en los papeles” y disgustar con esa benevolencia mal interpretada a su Jefe Superior que es quien en verdad manda y decide sobre su presidencia. Hay que ser “duro” en las concesiones para demostrar a su superior que es hombre de opiniones recias y defensor a ultranza del orden establecido, aunque a veces seconvierta en el principal instigador de la alteración de orden público que tanto salvaguarda.
En el caso de no pertenecer al Cuerpo Superior de Policía, siempre hay alguien por encima que trata de llevar a la plaza de toros al umbral máximo de dureza (en cuanto a concesión de trofeos) por eso de que da categoría a la feria al menos para los “puristas del arte” que son los que no ven nada bueno sobre el albero.
¿Para qué sirven esos cursillos que anualmente celebran y que tienen como fin primordial el “aunar criterios”? Creo que para poco, pues mientras unos conceden “la Biblia celestial” otros parece que la concesión de un trofeo es como si de su oreja se tratara. Ni que hubieran visto el corte de oreja que un toro de Domecq propinó a Daniel Ruíz cuando saltó al callejón de la Plaza de toros de Valladolid, en una feria de los 90.
Hace unas temporadas han sido criticados (no sin cierta razón pues hemos presenciado los ciclos taurinos) los presidentes de los palcos de las plazas de toros de Coruña, Málaga y Bilbao, que han sido de lo más cicatero en cuanto a concesión de trofeos legalmente ganados por los lidiadores, pero son muchos los intereses creados que imperan en este mundo de los toros y..... en ocasiones “hay que ser bien mandados” para prestigiar una feria que de antemano estaba confeccionada para un ganador y cualquier trastoque “daría al traste” con el fin buscado desde el día de la confección de los carteles.
Muchas veces he pensado si estos “barros” no vendrán de “aquellos lodos” que tanto revuelo causaron en aquel, lejano ya, 22 de mayo del año 1972 cuando un Presidente de nombre José Antonio Pángua ordenó cortar el rabo de “Cigarrón” y hacer que el alguacilillo de Madrid (vestido a base de un engendro con trastoque de épocas y usos) lo depositara en las manos de Sebastián Palomo Linares.
Por lo que se vio, Pángua había cometido la “mayor blasfemia” contra la “sacratísima cátedra critico-taurina de las Ventas” y que antinaturalmente pagó con la salida de la Presidencia.
(Con posterioridad otros fueron cesados, aunque por motivos diferentes).
Todas las plumas en posesión de cualificación crítica se cebaron con el “transgresor de la tradicción” salvo Alfonso Paso que le defendió en un articulo en el periódico “El Alcazar” y que el comisario Pangua agradeció en forma de carta que el mismo diario publicó bajo el título de: ”Gracias don Alfonso” y que me voy a permitir el lujo de reproducir al considerar que no tiene desperdicio.
¡Va por ustedes!

“La sociedad de consumo ha construido una selva, cuidando de eliminar a la fauna noble y valiente y dejando como amo y señor al sapo. Y el sapo es el que impera en todas las actividades y como sapo se comporta. Mancha todo lo que toca y lo impurifica con su hedionda baba. Y no digamos donde llega esta impurificación cuando el sapo coge un lápiz aunque sea de dos pesetas y le da por escribir. El sapo es cobarde y asqueroso. Le salva su pervivencia en esta ultima cualidad: nadie quiere mancharse el zapato para aplastarlo”
Tras este párrafo agradece que don Alfonso haya interpuesto su escudo entre él y la banda de los sapos al igual que San Jorge – un santo que también ha dejado de serlo- lo hiciera con el dragón legendario.
Luego asegura que: "estos barbilampiños (críticos taurinos que se metieron con él) ganan más de 200.000 pesetas al mes (de las de los años 70) y que por ese dinero el que podría hacer las crónicas es el “simpático y cordial Marqués de Lozoya” recientemente cesado en el Instituto de España. Y sigue diciendo que “estos sapos escupen y escupen sin cesar como sus antepasados lo hicieron al rostro del rabí de Galilea”.
En el “segundo tercio” de la carta, el señor Pangua dice que se va a reír y dice: “el mejor antídoto contra la baba del sapo es la carcajada”. "Ahora fuera del mundo taurino voy a reírme. Y mi venganza es esa: REÍRME".
"La vida de los sapos durará hasta que Mariano Medina
(el hombre del tiempo en aquellos tiempos) anuncie “sequedad del vivir honesto”. Y cuando esta llegue la piel de los sapos se resquebrajará. Por las aberturas sangran sus vísceras".
Y sigue: “Don Alfonso, usted es periodista y le ruego que le diga a D. Torcuato Luca de Tena que regrese pronto de su viaje pues como tarde mucho el heredero de la silla de D. Antonio Díaz Cañabate que ya cree estar sentado en ella, va a dejar la sección taurina peor que dejaron a doña Ana de Pantoja”.
“Don Alfonso, dígale a D. Emilio Romero que pula el mal estilo de su crítico favorito”.
“Don Alfonso diga a D. Gregorio Marañón Moya que no haga el caldo gordo a los audaces que le rodean, pues el Colegio de Presidentes y Asesores sería un verdadero “gangs” que convertiría la fiesta en el Chicago de los años 20 pero con Alcapones antipáticos y sosos. A mí el verdadero Alcapone me resulta simpático...