PRIMERA CORRIDA DE LA FERIA MATEA VALLADOLID 1980.
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
La primera corrida de la Feria Matea vallisoletana 1980, fue un festejo mixto donde vimos toros, novillos y toreo a caballo. Según nos dicen este fue un invento de Martín Berrocal.
Los toros de “El Campillo” que correspondieron a Roberto Domínguez y que tanto gustaron en el desencajonamiento, se vinieron abajo demasiado pronto.
Roberto Domínguez (rosa y oro con los cabos negros) estuvo buscando el triunfo toda la tarde. En su primero que resultó noble, lo toreó bien de capote, pero tras topar al caballo comenzó el calvario propio de estos toros escurialenses de “El Campillo” especilistas en “rodar por los suelos” y dando trabajo al fornido peón Aurelio Calatayd que lo levantó en varias ocasiones con facilidad.
Naturalmente con estos mimbres Roberto Domínguez en la muleta le corrió la mano con temple en dos series al redondo e incluso le probó y aguantó con la zurda, pero un toro que no se tiene en pie, da pocas facilidades.. Lo mató bien de un estoconazo y el público no valoró debidamente su labor, quedando la cosa en una fuerte ovación con saludos desde el tercio
En su segundo, lo toreó excelentemente a la verónica a pesar de que el toro apretaba y se revolvía con prontitud. El público entusiasmado le tributó una gran ovación.
Lo llevó elegantemente a la suerte de varas y una vez realizada esta, el toro quedó para el arrastre a pesar de que no se le castigó lo más mínimo. Trabajó coleando Aurelio Calatayud.
Nuevamente se encandilarón los paisanos cuando Roberto quita por navarras y remata con una larga cordobesa.
Roberto inicia su faena de muleta. Dos muletazos por alto. Al final del último el toro cae al suelo y cuesta un mundo levantarlo. A la segunda caída ni los esfuerzos de Calatayud logran levantarlo
Comienzan las protestas del público que llegan a un escándalo monumental donde piden al torero que no mate al toro. El ruedo se llena de almohadillas. Roberto Domínguez trata de tranquilizar a los espectadores diciéndolos que matará el sobrero si presidencia se lo concede, pero el escándalo va en aumento hasta que finalmente Roberto Domínguez acaba con el inválido de un pinchazo hondo y un descabello. El público ovaciona a su torero.
Roberto Domínguez solicita matar el sobrero y Presidencia se lo concede. Sale un toro de Antonio Pérez excesivamente manso y distraído. De salida, tras recogerlo, le administra cuatro extraordinarias verónicas que remata con una media superior, merecedoras de la ovación que el público le tributa. El toro con mucha sosería no planteó ningún problema.
Con temple exquisito en lances sin cruzar, lleva el toro al caballo de picar. Con un puyazo y un par de banderillas se llega a la faena de muleta.
Tras brindar al público, comienza la faena con pases en el estribo seguidos de pases de rodillas al tiempo que le va ganando terreno hasta llevarlo a los medios. Allí con la muleta siempre en la cara, insiste e insiste Roberto tratando de que el manso embista en una faena falta de vibración y continuidad, donde no obstante el vallisoletano mostró sus dotes de lidiador consumado.
Tras pelearse con el toro para que se fijara en la muleta, entra a matar y logra una media lagartijera. El toro dobla, pero cuando se le acerca, para apuntillarlo, Aurelio Calatayud el toro se levanta. Aparecen los pañuelos de manera mayoritaria en los tendidos pero el presidente, Sr Quintanilla concede una oreja en decisión que nos parece justa.
Pepe Luis Vázquez no está dotado, ni con mucho, de las esencias de su padre. Y si esto fuera poco, encima carece de afición que es lo mínimo que debe tener alguien que se pone delante de un astado.
Estuvo toda la tarde abúlico haciendo de un oficio de afición uno de obligación y naturalmente…así las cosas no pueden rular, porque no siempre el arte se hereda.
Tuvo como oponentes dos auténticas cabrillas de Antonio Pérez donde no nos deparó ni unas gotitas de arte tanto con el capote como de muleta. ¡Un auténtico fiasco!
Labor anodina en el primero y descompuesta en el segundo que le apretó un poquito.
Como mató rematadamente mal, fue abroncado.
El padre en esta plaza logró una tarde de las más gloriosas que se le recuerdan, pero el hijo va por otro camino.
Joao Moura. El rejoneador portugués dio una de cal y otra de arena.
En su primero que era muy bravo y le comía el terreno, pasó apurillos al ser alcanzadas sus jacas en varias ocasiones. Esto motivó el que no se ajustara e hiciera los quiebros a considerable distancia del astado. Tiró al toro de un rejón de muerte mal colocado, tras haber fallado en dos entradas anteriores, que no obstante le proporcionó una vuelta al ruedo.
En su segundo el joven y gran rejoneador luso con un toro también bravo pero con menos afectividad de embestida que el anterior, se lució de verdad en tres pares de banderillas donde quebró perfecto y se ajustó en el momento de prender al estribo. ¡Extraordinario caballo de capa negra! Dos rejones de muerte, de los cuales el segundo de perfecta colocación, acabaron con el burel en muerte espectacular. Se pidieron los trofeos de manera mayoritaria pero el presidente no concedió la segunda oreja que le correspondía dar.
Parece ser que en esta edición de 1980 el señor comisario Quintanilla está por revalorizar, en cuanto a concesión de trofeos se refiere, la plaza de toros del Paseo de Zorrilla, lo que nos parece de perlas, pues la plaza de Valladolid requiere toros con más trapío, concesión de trofeos justos y aplicación de Reglamento de manera estricta.
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