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lunes, 16 de agosto de 2010

LOS TOROS CUESTIONADOS EN LA COSTA DEL SOL.
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
Lo ocurrido el domingo pasado en el Puerto de Santa María con ese “baile de corrales” frustrado, y las imágenes del trapío y cabezas de toros emitidas por Canal Sur en sus retransmisiones taurinas, da pie a que determinado periodista de Salamanca augure un mal provenir a la Fiesta de los Toros en Andalucía y más concretamente en la Costa del Sol.
Francisco Cañamero tiene toda la razón. ¡Falta el elemento toro que, a mi entender, es el elemento principal de la Fiesta! Pero esto mismo ocurre en nuestra Salamanca y plazas de toros distribuidas por su provincia.
¡No veamos la paja en ojo ajeno y obviemos la viga en el propio!, pues en nuestra tierra, tan taurina ella por aquello de ser la que más toros bravos produce, fue donde comenzamos a “fabricar el toro comercial” a partir de la simiente andaluza del verdadero toro de lidia. Aquí fue donde un ganadero reconoció abiertamente la práctica del afeitado en sus toros. Donde apareció el “zapatillazo” en la lidia e incluso se comenzó a torear con la muleta retrasada robando al toreo el primer tiempo del pase sin que nadie “levantara la liebre” de éste, a la larga, desastre.
Qué ¿posiblemente de “Despeñaperros para abajo” se tenga otro concepto de lo que debe ser el toreo?¡Es muy probable!, pues aquí la idiosincrasia del andaluz predispone a lo festivo y el espectador de los toros va a la plaza a “echar el rato”, a “j’artarse de reír”, y no quiera el dramatismo que la presencia del toro-toro lleva a la Fiesta y sí el torito cuasi mocho y bobalicón que de facilidades al torero para que éste no tenga necesidad de domeñar a la fiera y sí lucirse en faena superflua ante la “babosita” de turno.
Por descontado que para que la Fiesta no se derrumbe, hay que exigir el toro-toro (habrá que reintroducir en el Reglamento andaluz el término "trapío"), con casta 4/4, con las defensas y facultades intactas. Un toro con trapío, que humillando busque los vuelos del capote y que cuando llegue a la muleta lo haga con codicia y fijeza, y al torero que se “ponga en el sitio” que no “cite al hilo del pitón” que no esté “fuera de cacho”, en definitiva:
“que se deje ver del toro, para seguidamente darle sitio en la arrancada y luego de templarlo, someterlo hasta vaciar el pase”.
Y todo esto requiere:
“Colocarse enfrente de la mitad del testuz y de la penca del rabo en línea recta entre la cadera del torero y el espinazo del toro”.
“Adelantar la muleta, esperar que llegue el toro y en ese momento justo, adelantar la pierna contraria, para tras finalizar el muletazo ganar otro paso para quedar colocado nuevamente frente al testuz”.
¡Colocación!, ¡Colocación! y ¡Colocación! Que es fundamental para torear bien.
¡No despedir a los toros tras el muletazo! ¡No componer la figura tras meter el toro la cabeza en la muleta! ¡No hacer el poste con rigidez vertical!
¡Dar los pases justos y siempre con fundamento taurino!
Los presidentes de las corridas de toros han de saberse el Reglamento al “dedillo” para aplicarlo con precisión.
Los veterinarios taurinos han de estar perfectamente preparados para aprobar exclusivamente los toros merecedores de tal honor.
Pero los encargados de escribir la crítica, periodistas al fin y a la postre, han de utilizar la ética y denunciar lo mal hecho.
Con estos ingredientes la Fiesta pervivirá.
¡Se me antoja que son demasiadas cosas para tenerlas presentes en tiempos de amorales falacias por parte de casi todos!

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