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miércoles, 17 de junio de 2009

EL TOREO DESDE EL PUNTO DE VISTA PSICOLÓGICO.

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ.- Veterinario y escritor.

El toreo es la confrontación entre dos conductas psicológicas distintas: humana y animal.
La humana es superior a la del animal. Es por ello por lo que el torero manda en el ruedo. Pero la res al tener mayor tamaño y fuerza, compensa en parte este dominio del hombre. Si bien a estas características no debe darle importancia el diestro, sino únicamente a la bravura.
No debe hacer alardes de valor sin razón, sino que debe dirigir sus pasos a tratar de dominar a la res psicológicamente, con inteligencia y tratando de escudriñar en el psico-instinto del toro, dosis de bravura, ya que el toro se va a servir de su fuerza y tamaño para compensar su inferioridad psicológica.
Cuando la res saca su genio, se defiende. Es cuando ha sacado sus reflejos instintivos y entonces el torero ha de lidiarla. Pues el reflejo condicionado suele ir ligado a bondad y nobleza (derivado de la selección) y por tanto a cooperación con el torero, porque el animal valora el trato que se le da. Es lo que hacen los llamados “toros artistas”.
¡La res juzga al espada en el ruedo !
El torero figura, conoce psicológicamente al toro bravo. Por eso triunfa con él, porque además éste colabora de manera activa al ser noble y boyante.
El toro capta por su psico-instinto las impresiones que recibe en la lidia y de ahí deriva su comportamiento en cuanto a carácter y bravura. Suele “echar un pulso” al torero y si su psico-instinto es más poderoso que las facultades psicológicas del torero, acabará dominandole.
Cuando el torero conoce la bravura del toro, le saca más partido, rindiendo más, adquiriendo una mayor seguridad personal y brillando más en su faena, al aprovecharse de sus acciones favorables y eludir o limar las negativas con lo que predispone al bruto a la colaboración tras darle un trato acorde con sus características.
"El toro de lidia es quien ofrece mejores características para el estudio de los animales en el aspecto de la psicología comparada al ofrecer las ventajas que ofrecen los animales domésticos y salvajes". Esto me lo dijo Julian Pitt Rives, un antropólogo británico en las entrevistas que mantuve con él en Valladolid.
El toro bravo expresa sus acciones a través de los sentidos tanto en el campo como en el ruedo. En el ruedo, de su expresión se vale el torero para saber el estado en que el bruto se encuentra. ¿Excitación o tranquilidad? Y así condicionarse a él, para que, con posterioridad, sea el toro quien se acondicione a lo que el torero pretenda hacer en su faena.
Después, como muy bien dijo Ernest Hemingway: “la corrida de toros es una tragedia, no un deporte, y el toro debe morir...”. Y esto es lo que ocurre normalmente, si bien en ocasiones y siempre consecuencia de una equivocación por parte de uno de los combatientes, es el diestro quien de manera circunstancial muere y al que irremediablemente sigue la muerte del toro.
Pero en esta confrontación hay arte. Un arte que el Nobel de Literatura compara con obras de artistas como Picasso o Velázquez e incluso llega a afirmar que: “en todas las artes, el disfrute aumenta con su conocimiento, pero desde la primera vez que asiste, una persona sabe si las corridas de toros le van a gustar” a pesar de que en la corrida hay siempre crueldad, peligro buscado o azaroso y muerte.
Pues no hemos de olvidar, como muy bien nos dice Hemingway, que: "el único lugar donde se puede ver la muerte violenta es en el ruedo"

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