Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
Una tarde encapotada que dejó caer unas gotas al comienzo de la corrida para seguidamente abrir y dejar la temperatura propicia para una buena tarde de toros.
Medio aforo cubierto en corrida que preside el comisario del Cuerpo Nacional de Policía don Florencio Zalama que es auxiliado en materia taurina por el ex subalterno Antonio Aguado “Larita”.
Asisten a la corrida la Reina de las Fiestas acompañada de su corte de honor y el excelentísimo señor Alcalde de la ciudad don Antolín de Santiago y Juárez que acompañado de su esposa ocupa barrera en el tendido del 8.
El diestro José Mari Manzanares por enfermedad se ha visto obligado a cortar la temporada y ha sido sustituido por Julián García.
Un toro codicioso al que Julián García lo recibe con unos lances moviditos. En uno de ellos lo “echa mano”, derribándole sobre el estribo y recibiendo un fortísimo golpe que a pesar de reflejarlo en su rostro no permite ser llevado a la enfermería.
El toro en el caballo recibe un refilonazo para terminar con dos buenas varas, en el intermedio de las cuales Julián realiza un quite a base de dos buenas chicuelinas que abrocha con una excelente media verónica.
Tras un tercio de banderillas sin nada digno de destacar, el valenciano comienza su faena con unos doblones por bajo para seguir con tandas de redondos y naturales rematados con el de pecho en medio de aplausos del respetable y los sones de la música.
El toro se vence por el pitón izquierdo, de ahí que en uno de los naturales esté a punto de volver a cogerlo, al igual que en unos molinetes demasiados entablerados. Acaba adornándose con “pedresinas” y desplantes de valor.
Tumba al toro colaborador, de una media contraria y la Presidencia le concede una oreja como premio a su voluntad con la que da la vuelta al ruedo.
En su segundo enemigo, de más trapío, cambió la decoración. “Pañito” con el número 67, mal picado y peor banderilleado se vino arriba y el torero valenciano no logró acoplarse en una faena que resultó breve y desligada en medio de las protestas del respetable.
Acaba de estocada defectuosa lo que hace arreciar las protestas del público contra el diestro, al tiempo que el toro es aplaudido en el arrastre, más por importunar al diestro que por merecimientos del animal. Labor pitada.
El segundo diestro de la terna era el mañico Raúl Aranda que era esperado con esperanza debido a lo bueno que realizó en la feria del año anterior.
Comenzó brillantemente con el capote en una serie de buenas y largas verónicas que fueron aplaudidas, pero se equivocó al cambiar el tercio, con un solo puyazo, a “Crucero” marcado con el número 8 y dotado de capa negra.
Tras brindar la faena al respetable. Comienza con unos muletazos de tanteo donde se vio comprometido, no obstante lo cual, siguió con series sobre ambas manos que lograron arrancar los primeros compases de la música.
No estuvo a la altura de las cualidades del toro al que despachó, tras una larga faena, de una estocada hasta la gamuza, que fue premiada con una ovación y vuelta al ruedo.
Su segundo que responde por “Fibroso”, herrado con el número 23 y también negro de capa, tiene una cabeza acabada en astas terroríficas.
En su primer encuentro con los montados logra derribar y nuevamente Raúl se equivoca pidiendo el cambio de tercio con una sola vara. A partir de ahí…¡el desastre! pues a la falta de eficacia de los rehileteros (a pesar de encontrarse entre ellos el eficaz Gregorio Jordá) se une el aprendizaje del astado que en el primer muletazo empitona al diestro de Zaragoza y luego lo vuelve a recoger dramáticamente del suelo, para resultar milagrosamente ileso sin duda por la intercesión de la Pilarica.
Tras el palizón logra tumbar al enemigo de una media estocada en el sitio y tres golpes de descabello.
Estuvo muy por debajo de su enemigo el diestro Raúl Aranda.
El tercero de la tarde lleva el número 33 y se llama “Famoso”. La capa es negra. Desde el momento de su aparición en la plaza el diestro de El Puerto de Santamaría, José Luis Galloso se fue por él con decisión para demostrar su depurado arte con el capote en una serie de verónicas ceñidísimas que le valieron la primera ovación cerrada de la tarde. Ovación reiterada cuando llevó el toro al caballo con esa particularísima gracia de los toreros de “Despeñaperros para abajo”.
Con una sola vara manda cambiar el tercio tras ejecutar un precioso quite por chicuelinas de torerísima factura que fueron premiadas con una gran ovación.
Allí comienza una faena llena de plenitud torera, de sabor, de encanto, de conocimiento y dominio. Cimentada sobre ambas manos, donde el toro es llevado toreado y rematado perfectamente para encandilar al público vallisoletano. Pases clásicos junto a otros donde predomina la gracia sevillana en los denominados “tres en uno” que son rematados con vistosos adornos y desplantes.
Un estocada tendida y un certero descabello ponen fin a la vida de su oponente y la Presidencia lo premia (quizá de manera excesiva) con las dos orejas y el rabo.
En el último de la tarde que responde por “Cabrito” marcado con el número 41, el astado hace honor a su nombre. De salida barbeó las tablas y siguió con cabezazos continuos queriendo coger las telas que con gracia le ofrecía Galloso.
Estuvo el diestro gaditano,más que aseado con semejante morlaco en una faena que se cimentó sobre ambas manos, tras un encontronazo con los montados, y que terminó tras desplantes y jugueteos con una media estocada un tanto trasera y descabello al primer intento.
Antes de salir José Luis Galloso a hombros de la plaza del Paseo de Zorrilla un voz surgió del público:
¡El que sabe, sabe!
Y la verdad es que no le faltaba razón al gritador.
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