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miércoles, 10 de diciembre de 2008

¿DONDE ESTÁ EL TERCIO DE QUITES?
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

Después de haber visto, en esta temporada que se nos fue, a veces en directo y otras veces por televisión, los ciclos taurinos de Sevilla, Madrid, Pamplona, Bilbao, Zaragoza, Málaga y parte de las corridas de los ciclos de El Puerto de Santa María, Jerez, Algeciras, La Línea de la Concepción, San Roque y alguna más de Marbella, Torremolinos, Sanlúcar de Barrameda y naturalmente las dos corridas de Tarifa, hemos echado de menos el tercio de quites por no haberse prodigado.








Antiguamente era esta especie de “entreacto”, incluido dentro de la suerte de varas, uno de los grandes atractivos de la corrida.
¿Por qué? Pues porque en él los matadores actuaban en noble competencia y se podía contrastar, sus estilos. Hoy solo podemos verlo de manera esporádica. Cierto que posiblemente la causa de su casi desaparición sea el que la suerte de varas se ha limitado al "monopuyazo" en la generalidad de los casos (salvo en las plazas de primera donde rige la obligatoriedad de dos) y naturalmente ya no hay competencia en el quite. Ocurre por otro lado que el matador que de entrada ve dificultad en un toro, se limita a llevar éste al caballo del picador en las entradas reglamentarias, sin exponer un alamar en el quite, imposibilitando la actuación de sus compañeros de terna y, en el hipotético caso de que el toro tenga bondad, generalmente piden a toda prisa el cambio de tercio que, la Presidencia, por aquello de no complicarse la vida, concede, con lo que de manera astuta también nos ha hurtado el tercio de quites, salvo en el caso de plaza de primera categoría en que a veces el que viene detrás de él en actuación, ”tenga la osadía” de hacer uso de su derecho y realice su quite.
Esta forma de proceder del “más moderno” puede generar dos consecuencias: que el “dueño del toro” en ese momento, se sienta intimidado y responda con su quite; o que se limite a cabrearse con su compañero de terna por aquello de haber descubierto que el toro era una “babosita toreable”. Indudablemente, en el primer caso el público se contenta al poder ver un contraste de estilo entre dos diestros.
Y cuando el público llega al “éxtasis taurino” es cuando, por aquellas casualidades de la vida, aparece un toro con potencial para tres o más puyazos, pues en este casi hipotético caso (por infrecuente), aparte de ver al picador en la suerte de varas es posible (no seguro) ver un contraste de estilos entre la terna actuante manejando la capa en ejercicio nada fácil.
¿Cómo se podría asegurar la persistencia del tercio de quites? Asegurando tres entradas, como mínimo, del toro al caballo de picar.
¿Qué hacer para lograrlo? Aumentar la casta de los toros, lo cual únicamente es posible haciendo la selección de la tienta con más rigor en la suerte de picar al semental y a las futuras madres, al tiempo que dulcificando el castigo en varas en la plaza de toros quitando agresividad a la puya.
Claro que con todo esto si al final el matador carece de afición pues seguirá tirando por “la calle de en medio” y el aficionado seguiremos quedándonos sin ese tercio de quites para que no podamos recordarlo como momento culminante de una corrida de toros.









Hemos perdido la suerte de los quites, la suerte de varas, la suerte de banderillas, salvo en el caso de que actúe David Fandila “El Fandi”, quedándonos solamente con la faena de muleta como base de la corrida, pues también hemos perdido la SUERTE DE MATAR que justifica todas las anteriores.







Los aficionados hemos perdido “las colonias” como alguien dijo en tiempos pretéritos.

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