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domingo, 16 de marzo de 2008

LA CRUDA REALIDAD DE EL TORERO.

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ.Veterinario y escritor.
La trayectoria de un torero de los considerados normales, es decir aquellos que no han llegado a "figura máxima", más o menos podemos considerarla como la de cualquier negocio. Está afecta de "altibajos" que, de simbolizarla gráficamente, seguiría un trazado "en agujas" como si de la representación febril colocada a los pies de su cama, tras cornada, se tratara.
Y es que, en el desempeño de su oficio (nada de profesión) no siempre están a la misma altura tanto artística como emocional, pues no se puede olvidar que de seres humanos se trata.
Puede ocurrir que si las bajadas son esporádicas y por ende recuperables, los empresarios sigan procurando su contratación, por lo que sus apoderados, cuando de los denominados "poderosos" se trata, les sigan aguantando.
El problema aparece cuando el "bajón" se hace evidente por duradero, pues en ese momento las "cañas se tornan lanzas" y el torero se ve apartado de las luces, oropel, entrevistas, agasajos, trofeos etc al tiempo que es ignorado por empresas. Es el momento en que su apoderado empieza a desconfiar de él, terminando finalmente con quién ya no le proporciona pingües beneficios.
Y es que, no nos engañemos, se trata de un engranaje más de este mecanismo en que quien manda es don dinero.
En su "caché" influye de manera importantísima la personalidad del torero que ahora está en la "cuerda floja", pues entre sus colegas en la cima, se valora mucho a aquellos que ni son envidiosos con sus compañeros figuras, ni hablan mal de ellos, ni les pusieron -ni mucho menos les ponen ahora-, en aprietos al alternar con ellos. Claro que cuando el valor o la motivación, se han ido y con ellos los triunfos, las contrataciones son escasas y las que llegan son para rellenar esos "huecos" en "corridas duras" (término que en verdad no entiendo, tal como está la casta de las ganaderías) que generalmente están muy alejadas, más bien contrapuestas (diría yo), a sus características toreras.
Y cómo las escasas corridas que torea son a "contraestilo", el coletudo se va hundiendo cada vez más en el fango del ostracismo lo que conlleva su pérdida de prestigio, su no aparecer en carteles y, con ello, ser ignorado por los medios de comunicación que naturalmente viven de proclamar a los cuatro vientos las hazañas de las figuras del escalafón, al tiempo que mediatizán su trayectoria.
Con este panorama, no le queda más remedio que, optar por el retiro o pasar a la "división de plata del toreo" para económicamente seguir viviendo, aunque haya de añorar los ahora desaparecidos; agasajos, palmadas de admiración y todas aquellas palabras, muchas veces más que falsas, con que alimentaban su ego aquellos amigos ocasionales que ahora no reconocen ninguna de las virtudes que en su dìa sí mostró.
Hay algunos que se rebelan contra el injusto mundo, mientras otros , los menos, reconocen sus errores al haber tenido todo en sus manos y desaprovecharlo como el cazador que por titubeo deja escapar su presa. Ahora son conscientes que han de conformarse con lo que lograron cuando formaron parte de ese trust taurino que, en estos momentos cuando ya no interesa, no quiere ni verlo.
Otros en cambio, los menos, han logrado "salir del fango", recuperarse y volver a ocupar, e incluso superar el peldano alcanzado, rescatar la confianza de sus antiguos apoderados o de otros con tanto o más renombre y poder analizar la ingratitud de esta vida que se mide por el rasero de "tanto tienes, tanto vales" o mejor, "vales, lo que eres capaz de proporcionar a quienes te sostienen económicamente".
Y es muy posible que ahora, cuando alejó de sí el sin vivir de los viajes continuos, los sobresaltos de la responsabilidad de los contratos, el miedo de enfrentarse cada tarde -en una pesadilla interminable-, a los toros, analice, si su capacidad intelectual lo permite, las vicisitudes por las que le hicieron pasar las manipulaciones a que fue sometido y, en definitiva, la falsedad de este mundo terrenal donde no todo lo que tiene valor es lo que se valora.