Fue
aquel lejano día del 8
de mayo del año 1997 cuando
asistí a una interesante conferencia pronunciada por Don Rafael
Cabrera Bonet médico
especialista en Medicina Legal y Forense y Presidente de la
Asociación Juvenil Taurina Española desarrollada en el
"Círculo
Taurino D. Luis Mazantini" del
Colegio Mayor Universitario de San Pablo y,. como es habitual en mí
tomé mis apuntes correspondientes del tema tratado que no era otro
que: EVOLUCIÓN
DE LOS ENCASTES DEL TORO DE LIDIA que
hoy he querido colgar en mi blog al considerarlo de importancia para
los interesados en el tema.RESUMEN
DE LA CONFERENCIA PRONUNCIADA EN EL CIRCULO TAURINO DON LUIS
MAZZANTINI DEL COLEGIO MAYOR
UNIVERSITARIO SAN PABLO EL DÍA 8 DE MAYO DE 1997 por D Rafael
Cabrera Bonet Médico
Forense .Titulo:EVOLUCIÓN DE LOS ENCASTES DEL TORO
DE LIDIA.Más que relatar las listas de los
ganaderos que fueron, hacer unas apreciaciones sobre lo que fue el
toro de lidia con diversidad de encastes a la uniformidad
actual.La
Fiesta siempre ha caminado
unida a los gustos del público que
la presencia, quien le ha dado carácter y
la ha modificado a su
gusto con adaptación tanto de ganaderos como lidiadores a los
cambios y arbitrariedades.Ya
en las antiguas fiesta caballerescas, aquellas que se celebraban en
la Plaza Mayor de Madrid,la lidia transcurría según los criterios
de los siglos XVI y XVII, si
bien en cuestión de ganado no
se hilara como
se hizo después, ya que se iban marcando unas líneas maestras en
cuanto a la especialización de las reses a ese toreo a caballo que
requerían :agilidad, acometividad, movilidad y
fuerza más que una
bravura depurada tal
como hoy la entendemos.Sin embargo, ese mismo público no
demasiado exigente en materia de ganado, sí “hilaba muy fino”
en cuanto al gusto por determinadas suertes que proliferaron en
los siglos citados y, así de la primitiva lanzada a caballo
(suerte primigenia) se fue pasando al uso del rejón (más
fino y aristocrático) que permitía el lucimiento del
caballero y cabalgadura, en buenas suertes de toreo a la jineta.Cuando surgían los desaires, al
jinete se le exigía con fuerza el empeño a pie como acto de
purgación del deshonor sufrido, y como suerte más arriesgada y
difícil donde, el que se exponía era el hombre y no el équido.En estos siglos el ganado que acude a
la plaza de Madrid procede de tres grandes zonas ganaderas:el
ganado del Jarama dotado de proverbial bravura debido a las
regias manos que dirigían su crianza. El procedente de los montes
de Toledo de la Sierra de Pusa.. Aunque la fuente más importante
de ganado estaba en las comarcas castellano -leonesas de Salamanca
y sobre todo Zamora, pues de momento no se hablaba del
Raso de Portillo hasta los siglos XVIII y XIX que fueron los
que aportaron la sangre brava a Madrid en abundancia y con
lucimiento. De ahí que, para las Fiestas de 1614
el Concejo madrileño figure lo siguiente: “ los
toros a correr en las dos fiestas de toros de San Juan y Santa Ana
...para escoger los mejores y sean de Zamora”Un poco más adelante con ocasión de
a llegada del Príncipe de Gales a Madrid, se acordó celebrar
dos fiestas taurinas. Una de toros solos para el Jueves
primero de Pascua y, otra de toros con cañas, para celebrar
quince días después, con toros de Zamora y Aranjuez es decir toros
de S.M y de d D. Rodrigo de Cárdenas Lorenzo de
Olivares, a quien se le debían pagar 104 reales que gastó
en ir con Diego Correas a los Montes de Toledo y Aranjuez en busca
de los toros que se han correr el jueves y en un correo que se
despachó a Ocaña a llamar a Diego Peinado mayoral del ganado de
S.M.En estas corridas muchas de ellas
Reales, por ser presenciadas por monarcas, príncipes,
princesas y otros miembros de de las distintas Casas Reales Europeas,
lo habitual era traer una porción de ganado (más de 30 toros de un
mismo ganadero, aunque tampoco es raro conseguirlos de 2-3 piaras
distintas, como tuvo lugar en las Fiestas de San Juan de 1663
en las que se compran 10 toros a S.M y otros tantos a Diego
Fernández Maroto y a Serafín de Aguilera. En todo caso
se busca más que la variedad, una uniformidad en su comportamiento.Es evidente que también se valoran
otras características como tamaño, crianza, pelo si bien
siempre prima lo práctico frente a lo bonito y la uniformidad
frente a la diversidad.Podemos ver como un mismo ganadero se
sucede años y años trayendo ganado de sus piaras a la Plaza Mayor
cuando solo eran dos o tres las corridas a lidiar en los años que
reinaba la Casa de Austria en España. Lo que prueba que los
gustos del público iban en otro sentido y que, la seguridad en
cuanto a comportamiento de las reses, se premiaba frente a a
diversidad de tipos, capas o ganaderos como D.Fernando de Riole
los cárdenos zamoranos o otros tantos, son ejemplos palpables.Una prueba la tenemos en el siglo
XVIII cuando en las fiestas burgalesas en honor de Santa Tecla,
se dice en libro de fray Pablo Mendoza de los Ríos que los toros
fueron de de diversas ganaderías “ a distinción de los
toros de Salamanca que de ordinario miden el burgalés como expresión
de ese cambio de gustos que va experimentando el aficionado de la
época.Sin embargo el mismo autor nos
menciona que, para la fiesta se traerán también toros del Raso
de Portillo que son los más propios para picar de rejoncillo .Sin embargo no hemos de anticipar
acontecimientos. A medida que transcurre el siglo XVII cada vez más
el público va demandando un mayor número de ganaderías
principalmente por seguridad en cuanto a las condiciones y
aptitud para la lidia, pero por qué no también por gusto.De aquellos ganaderos que acudían en
solitario a la Plaza Mayor van quedando poco y ya es excepcional que
el ganado se sirva de una vacada tan solo.Dos o tres ganaderías se enfrentan,
sino en franca competencia si, al menos en cuanto a la calidad
de sus reses para el languideciente rejoneo o el vigoroso empuje de
los de a pie.Por que no vaya a creerse nadie que,
este toreo a pie aparece de golpe con el cambio de dinastía en el
siglo XVIII, pues en el último tercio del siglo anterior y con
mucha frecuencia en los postreros años del reinado de Carlos II los
lidiadores de a pié van constituyéndose en el eje del festejo y los
picadores de vara larga o de detener suceden a los caballeros de
rejones. Incuso en estos finiseculares años de la Casa de Austria
es dado ver en la Plaza Mayor de Madrid y ante la misma persona del
Monarca imperante, corridas en las que tan solo actúan toreros de a
pié , solos o acompañados de varilargueros. Para este nuevo toreo, para esta nueva
fiesta se requieren otras reses y estas mismas van a modificar
durante casi dos siglos los gustos del público.Para el toreo a pié se
requieren toros que embistan con mayor claridad, que a la par que
manteniendo la movilidad requerida desde antaño presenten buenas
condiciones de nobleza y bravura.Sin embargo esta evolución del toreo
sufre u retraso importante por las aversión de Felipe V, a
al menos en su primeros años españoles hacia la fiesta de los
toros.Numerosas prohibiciones y silencios
expresivos marcan gran parte de las innumerables solicitudes de
festejos en las tres primeras décadas de su reinado.La Fiesta apenas puede verse en la
capital durante esta época en tres o cuatro estaciones. Los amantes
de este género de emociones han de trasladarse a los pueblos de la
periferia donde pueden ver capeas o novilladas de ínfimo orden o
las capitales cercanas a Madrid donde con otro carácter menos
trascendente y con menos boato, se suceden festejos de alguna mayor
categoría.No obstante esta evolución es
imparableYa sea por los copiosos gastos que a
la nobleza y alta burguesía le ocasionara la pompa y circunstancias
de la Fiesta de tiempos de Felipe IV ya sea por la lógica
inclinación del público hacia una fiesta mas popular, anárquica y
espontánea, ya sea por lo que fuere , el toreo caballeresco , el
toreo caballeresco desaparece desaparece prácticamente de escena ,
siendo sustituido por el de vara larga , al que ampara una nutrida
e indisciplinada grey de lidiadores pedáneos.Para esta fiesta se requieren otros
toros y los ganaderos sabrán ofrecérselos.El toro comienza a ser eje central del
festejo y, medir su bravura, su acometividad, burlar su noble
embestida su finalidad última. Para esta evolución que, al
principio surge con dos versiones fundamentales; toreo de vara larga
y burla a pie , se requiere un toro bravo – en el sentido que hoy
entendemos dotado de gran acometividad y comportamiento definido en
la suerte de varas- pero ágil y revoltoso. Parece que los pesados
toros castellanos no sirve adecuadamente para este fin y se van
buscando otras procedencias y tipos alternativos..A mediados de este siglo y para la
Plaza de Madrid ya construida de cantería y ladrillo en las afueras
de la Puerta de Alcalá tras varios intentos previos en madera en el
mismo emplazamiento – y otro anterior en el llamado Soto de
Luzón – para dicha plaza repetimos, se acopian reses de los
tradicionales Montes de Toledo, de Aranjuez, del ganado
de S.M , de Colmenar y comienzan a aparecer toros de de la
Zona de Villarrubia de los Ojos del Guadiana (Ciudad Real).Aunque la familia Gijón se
liga como ganaderos de bravo a la fiesta madrileña desde el siglo
XVII es desde el siglo ilustrado cuando alcanza su máximo
esplendor. Así mostramos a Juan y a Pedro Gijón en
1679 proveyendo de 20 toros para las fiestas madrileñas de
San Juan celebradas el lunes 25 de septiembre por los que
recibieron 16.000 reales .Años más tarde en 1640 aparece
Blas Gijón vendiendo al Concejo madrileño 10 reses por un
importe de 500 reales de la época.Ya en el siglo de las luces son
ganaderos indispensables en Madrid y prácticamente lidian todo
cuanto tienen en esta plaza buena prueba de la bondad y pujanza de
su ganado. Esto sucederá después incluso del agotamiento de la
familia y ya en manos de sus herederos , hasta mediados del siglo
XIX cuando Manuela de Dehesa y Angulo y el Marqués de
Gaviria pongan punto y final a toda una trayectoria ganadera.Pero durante los años centrales del
siglo XVIII los Gijón ocuparán gran parte de la atención
y de los gustos y de los gustos del público madrileño. Junto
a ellos y, con procedencia similar aparecen en la misma comarca
otros ganaderos como los Díaz
Hidalgo
o la familia Muñoz
que con diversos avatares llegarán a mediados del siguiente siglo.
En la segunda mitad y, a medida que se extingue el interés por la
vacada
Real,
la
que hasta Carlos III pastaba en Aranjuez se va forjando con
importancia creciente, un nuevo núcleo ganadero el de Colmenar
Viejo.En este nuevo grupo hemos de destacar
a los Rodríguez Segura, a los Lazo
que serían el germen principal de la explosión ganadera que
sin parangón de época ni de lugar geográfico alguno tuvo lugar
el el siglo XIX en campos de Colmenar y aledaños.Junto al ganado de estas tres
procedencias, Toledo, Ciudad Rea y Colmenar en la
década de los años 60 aparece en Madrid ganado otra muy dispar de
las tierras de la Ribera de Navarra o mejor dicho de las
Riberas del Ebro ya que desde Logroño hasta Egea de
los Caballeros surgen varias decenas de nuevas vacadas cuyo
precursor, a menos en tierras de Madrid es Antonio Lecumberri al
que ya vemos anunciado en en los carteles madrileños de 1761.A éste seguirán los de Güendulain,
Severino Pérez y Muro, Zalduendo, Murillo, López de Artieda y
otros tantos que dejan en primer lugar el pabellón del torito
navarro.En un mismo festejo ya, no es
frecuente, sino todo lo contrario, encontrarnos a un único ganadero
pues en ocasiones hay un verdadero festival de ganaderías, y en
aquellas corridas , donde se lidiaban 18 toros en mañana y
tarde , no es raro ver reses de hasta 5 o 6 ganaderías diferentes.Siguen acudiendo los ganaderos
castellanos, pero su procedencia es muy otra ya que desde Zamora el
centro de atención se desplaza hacia Valladolid por un lado, y
Salamanca por otro. El toro que se busca ya no tiene unas
características como las de antaño. Al primarse la bravura en la
acometividad al caballo por un lado y la embestida ágil y elástica
que permita la burla y el recorte del lidiador de a pie por otro, el
toro navarro encuentra su propia justificación.En las incipientes crónicas del siglo
XVIII, en concreto las redactadas para el Diario de Madrid en
1794- único año en que se tiene una perspectiva completa – se
destacan sobre tofo los torillos navarros. Son los que más
número de varas toman por cabeza y, también por ende los que menor
número de banderillas de fuego reciben convirtiéndose en el
toro ideal para estas fiesta, al que retrata Goya en tantas
ocasiones.Sin embargo cuando esas crónicas se
redactan, se está empezando a producir una nueva revolución
producida por la aparición de un triunvirato de grandes
toreros de a pié que desplazan la atención del público desde los
varilargueros a ellos mismos.Si a mediados del siglo XVIII los
picadores, tales como los hermanos Merchante, Fernando del Toro;
Juan de Santander o José Daza suponen motivo más que
suficiente para acudir a presenciar la fiesta, y para ellos se define
un tipo de res brava, en la década de los sesenta comienzan a
brillar algunas figuras dentro de los lidiadores de a pié. El primero de ellos José Cándido
de Chiclana, al que acompañan en méritos Lorencillo ya
en declive o Juan Romero.Aún se requiere un toro de gran
fortaleza física y bravo para el caballo. Las
condiciones de agilidad y capacidad para revolverse van
limitándose en favor de una embestida mas franca, más clara que
permita un incipiente toreo de muleta consistente en uno o dos (
pocos más ) pases para preparar al toro a la muerte con el estoque.
Tras de ellos aparecen las tres
primeras e indiscutibles figuras de la tauromaquia tal como las
entendemos aún hoy en día: Romero, Costillares y
Pepe Hillo, parafraseando a la zarzuela.Hasta tal punto llega la competencia
entre ellos, las ganas de emulación y superación que, se eclipsan
otros estamentos de la fiesta y, que hasta el toro ha de adecuarse a
sus adelantos técnicos con capote y muleta .Lo exige el propio Pepe Hillo en
su “Arte del Toreo” de 1796. Se expresa en el papel
que explica por descripciones -los hombres que hay de toros con
distinción de su clases , según se portasen en la plaza, u otra
parte lidiandoles gente de a pie y de a caballo, que aunque sin año
de edición parece anteceder a la obra de Delgado en casi 20
años El toreo a pie al menos el de la
muleta , pues el de capote ya tiene reconocido su lugar en este
mundo, comienza a consolidarse.Buena prueba de ello, aunque pudieran
algunos rasgarse las vestiduras son las palabras que, en una carta
sobre el mérito de los tres toreros antedichos , se publican en el
Diario de Madrid de 1789.Al hablar en ellas de las virtudes
del torero se dice “...le gusta el arte y manejo de la muleta con
que le provoca, le corta, le ataque , le sujeta y le hace estar a
raya, humilládole su altiva cerviz a recibir la estocada ...”y
más adelante se comenta: “Sepa Vd señor mío que el timón de
esta nave es la muleta en que Romero es inimitable ya
llevándola horizontal al compás del ímpetu del toro, ya
llevándola rastrera como barriendo el piso donde ha de caer o que
ha de besar mal su grado , aquella muleta que siempre huye y nunca
se aleja de los ojos de la fiera que a veces le obedece como un
caballo al freno .En esta muleta libra Romero su vida; con
ella sale de muchos riesgos en que le meten su su valor y su
confianza. Con ella le hemos visto este año zafarse dos veces de
las astas del toro que le tenía apretado y cosido contra la barrera.Dígame si es o no es una bella
descripción del manejo modélico de la muleta como instrumento
taurino. Pues bien explicado queda que ante este toro se necesita
otro tipo de toro y a ello se pusieron ganaderos de todo el mundo
con distinto éxito.Desaparecen en estos años finales
del siglo XVIII los ganaderos de los Montes de Toledo, sino al
completo en su gran mayoría.Escasean sus apariciones los toros
castellanos. Surgen con fuerza inusitada las ganaderias
colmenareñas de manos de nuevos criadores que saben coger el
testigo de los fundadores ; nos referimos principalmente a los Aleas,
Briceño, Hernán y Bañuelos pero también a otros.Las ganaderías navarras alcanzan
su máximo punto de interés y son parte importante de las corridas. Pero ninguno de ellos es capaz de
ofrecer ese tipo de toro deseado y las miras se tornan al Sur .En 1790 y concretamente en el verano,
aparecen por primera vez en este siglo las ganaderías andaluzas
en la plaza de Madrid lo que marca un verdadero hito en la historia
de la tauromaquia.En la 6ª corrida de la temporada
celebrada el el 5 de julio de 1790 se anuncian toros de D.
Miguel Gijón, don Álvaro Muñoz, don Herrmenegildo
Díaz Hidalgo y D. Benito de Ulloa el de
Utrera.El cartel del festejo es altamente
esclarecedor.No habiéndose omitido diligencia
alguna para averiguar las mejores vacadas del Reino con el verdadero
deseo de dar gusto al público se han traído toros de las más
acreditadas de Andalucía y dispuesto se principien a lidiar a
lidiar en la presente corrida , previniéndose de que a fin de que
los concurrentes logren la mayor diversión y llevados del mismo
espíritu , habrá por ahora diez toros de varas por las tarde en
lugar de los ocho que hasta aquí…La aparición del ganado andaluz
supuso una una verdadera conmoción en los ambientes taurinos
madrileño y si ya se habían presentado a competencia , en ocasiones
reses de de ganaderías con orígenes diferentes , en este caso se
multiplicaron tales situaciones .En la 7ª corrida de a temporada se
anuncian a competencia reses navarras de Martínez Argaiz
( procedentes de la Rioja) con las andaluzas de D. Antonio
Maestre.En
la 8ª a tenor de
las pasiones desatadas de nuevo se anuncian a competencia toros de
Juan Becquer y
Antonio Calleja.En la 11ª corrida tras el
anuncio de que se lidiarán toros de la vacada de Ulloa y
Vistahermosa se afirma que ambas se acreditaron igualmente
en la 6ª y la 9ª corridas anteriores. En el cartel de la 4º corrida del
año 1791 se termina de aclarar el proceso de imposición de
ganaderías andaluzas en Madrid.: “ como no se omite
trabajo ni dispendio en solicitud de dar al público gusto,
siendo notable el que demostró tener con los toros de Andalucía el
año pasado , se han se han acopiado para éste 119 (de los que han
llegado ya 111 ) de las once vacadas más acreditadas de este Reino.
El público decidirá las que más interesen para su aprobación y
servirán de regla para hacer lo acopios venideros.La guerra de la Independencia
aunque no truncó definitivamente los destino de la malparada
fiesta taurina ya vapuleada por la regia prohibición de 1805
sí vino a suponer un nuevo problema a la que hubieron de
enfrentarse las ganaderías de bravo que, excepto en ocasiones muy
celebradas pudieron lidiar durante estos años sus toros.En Madrid levantada la prohibición de
1808 con motivo de las fiestas de coronación de José
Bonaparte y las subsiguientes tras la batalla de Bailén de
Coronación de Fernando VII claramente ausente se suceden
algunos festejos en estros años , pero faltos de interés por la
ausencia de toreros con suficientes méritos por una lado , y de esa
variedad de ganado ansiado por otro.Las ganaderías andaluzas
desaparecen totalmente de de la Plaza de la Puerta de Alcalá
pues era impensable que pudieran llegar hasta la Corte sorteando
partidas de bandoleros y desertores de ambos ejércitos o tropas
regulares hambrientas.El ganado de estas corridas procede
casi en su totalidad de ganaderías colmenareñas o manchegas
con inclusión esporádicas de criadores castellanos leoneses.Superado el bélico trance se preparan
para el regreso del monarca Borbón varios festejos.El primero con reses de Julián de
Fuentes de Moralzarzal (precursor de Vicente Martínez),
Ramón Zapater de Colmenar Viejo, Mauricio García de la
Fuente también de Colmenar, y Manuel Moreno de Peñaranda.El cartel de espadas compuestos por
toros de mediana valía tales como Manuel Alonso El
Castellano y Manuel Baden.En la segunda corrida se anuncian
junto a otros colmenareños toros de Manuel Jurado de
Cazorla.Poco a poco van apareciendo ganado de
Castilla la Vieja, Navarra y Jaén pero no aparecen los
deseados toros andaluces de las tierras de Utrera y
aledaños.Por fin tras años de ausencia se
anuncian reses de José Rafael Cabrera para la 6ª
corrida del 12 de junio del 1815.El día 14 de este mismo mes el
Corregidor de Madrid Conde de Moctezuma manda publicar un bando del
que entresacamos estas líneas: “En la última corrida referida,
se fomentaron en la plaza algunas apuestas y disputas acaloradas
entre varios sujetos en pro y en contra del mérito de las
respectivas vacadas a las que corrieron aquél día; resultando de
ello una incomodidad para los pacíficos espectadores y al mismo
tiempo cierta agitación extraordinaria en los mismos individuos que
sostenían el partido de su antojo” lo que llevó a la prohibición
de las apuestas en los toros y las disputas sobre
tauromaquia sancionando a los contraventores con causas
proporcionadas