Por LUIS ALONSO HERNANDEZ. Veterinario y escritor.
El público debe saber que los pases con la mano derecha son pases ventajistas y engañosos:
Ventajosos: porque la mano derecha (salvo en los zurdos) es la mano más adiestrada y además porque cuando se torea con la derecha suele ayudarse con el estoque (ahora simulado) que alarga la muleta de manera ostensible.
Además esta forma de torear es antinatural, o mejor dicho lo era antes cuando la suerte fundamental era la “suprema” o suerte de matar, porque ya no deja virgen el pitón que hay que salvar en la suerte reina que no es otro que el derecho salvo en el caso de que quien ejecute la suerte sea el diestro de la Seca (Valladolid) Jorge Manrique.
De ahí que lo noble, lo gallardo y lo valeroso, como alguien escribió en cierta ocasión, sea el torear con la mano izquierda, citando de frente, con la muleta plana y cogiendo la muleta por el centro del palillo llamado “estaquillador”.
En realidad éramos unos ventajistas al igual que los diestros que son demasiado “derechistas” en sus faenas, aunque sean considerados como máximas figuras del toreo por haber permanecido allí, en todo lo alto, por espacio de casi dos décadas. Lo que es explicable que allí estuvieran al haber vivido de las rentas de la no exposición y con ello de indemnidad de las cornadas.
Si nos paramos a analizar la mayoría de las faenas de muleta realizadas por prácticamente todos los toreros, podemos ver que generalmente comienzan con “pases contrarios” con la diestra mano, por aquello de que al taparse ante la cara del toro con la denominada “pañosa”se sienten más seguros en los pases iniciales cuando no están seguros de cual es el “pitón bueno” de su oponente, ni de las reacciones del bravo animal.
Así comienzan doblándose por ese lado, para seguidamente “despedir”con cierta largura al cornúpeta en tanto pasan el momento de “angustia de iniciación de faena de muleta” por no haber podido ver con toda exactitud las reacciones del enemigo debido a esa costumbre impuesta por el público (nunca por los verdaderos aficionados) de tener que parar al toro el matador y por este motivo no ver las reacciones frente a los lances realizados por su peón de confianza.
Luego…a la menor oportunidad se echan la muleta a la mano diestra y ayudándose del estoque simulado aumentar en más de un metro la superficie a embestir, que si encima poseen técnica (proporcionada por actuar muchas tardes en la temporada) utilizan el “pico de la muleta” para pasarse el toro a una distancia de la faja tal, que resulta imposible sufrir un pitonazo a no ser que el toro se desprenda de su cuerno y se lo tire.
Con esta mano, realizan la base de la faena. Luego una tandita de dos o tres naturales (sin tomar el estaquillador por el centro) y tras la justificación, vuelta a la mano diestra para calentar a la gran masa ignorante que vibra con esta adulteración del buen toreo.
Que el toro haya aprendido por ese pitón a librar en la suerte de matar, ¡Importa poco! Pues saben que aun “echándose descaradamente fuera de la rectitud de la suerte” con que el toro sea derribado van a tener premio de trofeos, que redundarán en aumento de contratación y del “caché” económico.
Con este proceder cada vez más generalizado, los aficionados de verdad se han visto privados de: el toreo a una mano del subalterno de confianza, de la suerte de varas por imperar el monopuyazo, de los bonitos y variados (en otros tiempos) quites entre los diestros actuantes, y de esos naturales que siempre han sido, junto a la verónica la columna vertebral del toreo, rematados respectivamente con el obligado de pecho y la media verónica.