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miércoles, 7 de julio de 2010

MATIZANDO ALGUNAS TEORÍAS ERRÓNEAS.

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

La embestida de un toro bravo va íntimamente ligada al concepto de bravura, la cual a su vez no es un término tan simple como algunos ganaderos creen.

Últimamente se esta prácticamente prescindiendo en los tentaderos de someter a las madres a la prueba del caballo desde determinadas distancias y lugares para poder comprobar el comportamiento en contraquerencia, media querencia, larga, media y corta distancia, porque algunos ganaderos que ahora están en la “cresta de ola” están convencidos que un toro es muy bravo cuando sigue embistiendo ante la muleta baja que le ofrece su antagonista en la lidia sin influencia alguna del comportamiento en la suerte de varas.

¡Craso error!

Vean lo que científicamente está comprobado:

¿Cuando embiste un toro bravo? Cuando el estímulo le llega a la conciencia y da una serie de corrientes que pueden ser: afectivas, molestas, peligrosas o agresivas, y que al incidir sobre los nervios motrices ponen a tono los músculos que realizan el desplazamiento en masa para tras la arrancada (manifestación externa de la bravura) ir a por lo que le llama la atención o huyendo de ello.

¡El toro bravo reacciona ante situaciones de peligro, dolor o contrariedad!

Cualquier toro enfurecido por el dolor, embiste, pero la embestida es distinta a la del toro de lidia porque es distinta la IMPULSIVIDAD, debido a que mientras el toro de lidia conserva al completo los órganos encargados de la defensa, el toro doméstico sufre el embotamiento de estos órganos. Afortunadamente el toro de lidia conserva la “función señal” de ahí que reaccione frente a estímulos que otra raza cualquiera no reaccionaría.

El toro bravo ha de demostrar afectividad por embestir que viene derivada de estar atento y gozar de una atención dividida sobre la que se ha llegado a la conclusión de que “tanto en el laboratorio como en la vida cotidiana un sujeto realiza constantemente dos o más actividades y se plantea" ¿Qué cuesta tener que repartir nuestra atención en distintas tareas?

El toro de lidia en la plaza recibe mucha información, demasiada diría yo, para un ser que ha estado, tras tres años de vida placentera, en el predio durante la fase de acabado solamente pensando en comer y sestear sin que nada le haya molestado con interposición en sus querencias. La información comienza a bombardearle en el reconocimiento cuando ha tenido que ser sometido a movimientos ordenados por parte del equipo presidencial auxiliado por los veterinarios, para tratar de ver alguna maca. Luego la entrada a la báscula y los pases por corraletas tratando de encontrar la entrada fácil a chiqueros.

Una información demasiada vasta como para que la atención haya de intervenir con función seleccionadora de estímulos en su foco central, eligiendo los más interesantes con la finalidad de adaptarlos al medio ambiente con el mínimo coste. Estímulos que seguidamente siguen el camino de la conciencia-->masa aperceptiva (distinta en cada individuo)-->memoria (donde quedan integrados).

Una atención que varía de toros a toros, dependiendo del grado de su riqueza perceptiva y de que el estímulo proceda de un todo o de un conjunto en cuyo caso ha de ir de uno a otro.

Una atención que varía del novillo al toro debido a que evoluciona desde el inicio en que está desligada de la voluntad hasta llegar al descernimiento de estímulos que pasan de una atención holística a una selectiva, para que finalmente sea el hipotálamo quien los interprete y si afecta a su bienestar lo acepte como positivo y muestre afectividad por él.

Y si a todo esto metemos el concepto casta que al modificarse ha ido en detrimento de que el toro pueda desarrollar su cualidad fundamental psicológica que es la bravura en su justa medida, complicamos enormemente el concepto bravura.

Casta que al relegarse a segundo plano a favor de otros factores secundarios a ella cual son: pitones, tamaño, peso y fuerza, nos encontramos con variedades de casta que van desde el bravo con casta 4/4 hasta el ½ bravo pasando por el ¾ de casta que es el que menos abunda por degenerar a ½ casta, pero encargado de formar al torero y ser piedra filosofal del dicho:

“El toro bravo descubre al espada. El ¾ lo forma y el 1/2 casta lo convierte en jornalero”

Toros de ½ casta. ¡Los más abundantes! Porque el torero erigido en figura prefiere el “torito bravito”, el poco encastado al que hay que correr detrás de él para que embista y luego le deja colocarse para lograr el muletazo sin exposición y ligazón.

Como ven: ¡La bravura no es tan simple como algunos gasnaderos  interpretan el fenómeno! Ahora bien, pueden seguir con este tipo de selección que mantiene esa bravura en el filo de la navaja hasta que les ocurra lo que sufrió con el olvido, un ganadero salmantino que en otros tiempos estuvo en la mente de todos los coletudos.

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