JULIO CAMPANO O EL TORERO DE LA AFICIÓN DESMEDIDA.
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
Fui muy amigo de su padre allá por los comienzos de la década
de 1950, cuando, mientras el resto de los chiquillos de Las Navas del Marqués
utilizaba la plaza de toros para jugar al futbol en aquellos partidos contra
los veraneantes, él y yo, solos, nos íbamos a los corrales del matadero para
entrenar con capote y muleta, pues en el ánimo de Miguel estaba ser torero. Y
como el “profesional” iba a ser él, un servidor de ustedes hacía de toro
portando unos cuernos que Miguel Rosado Ran, tomó del matadero y había
insertado en un palo.
¡No se cansaba de entrenar! Después de haber trabajado en la
carnicería de su jefe Martín (quien poseía una ganadería de reses bravas), se
nos acababa la luz del día y a mí me tenía los “riñones al jerez” por tanto
como bajaba la mano en la faena de muleta en medio de aquel lodazal de
excrementos vacunos cuyo olor penetraba hasta lo más profundo de nuestros alvéolos
pulmonares.
Me acuerdo con inmenso cariño de esa trabajadora familia
numerosa “Campano” que tenía en la plaza principal de Las Navas un bar donde la
amabilidad era la norma y a donde acudían mezclados con la gente del pueblo los
numerosos “señoritos veraneantes” prendados de la buena cocina y cariño de la anfitriona de la casa y de la
belleza de sus dos hijas.
En aquella época la semi-construida plaza de toros, cerrada
con tablas en las zonas sin cubrir de piedra berroqueña, situada frente al cuartel de la Guardia
Civil y a la caída del Castillo de la Sección Femenina de Falange, daba cobijo
todos los domingos de los meses de junio, julio y agosto a corridas o
novilladas por donde desfilaban los novilleros más destacados y los matadores
de segunda categoría. Eran los meses en que por vacaciones me desentendía de
mis obligaciones colegiales para ir a veranear a casa de mis abuelos a ese privilegiado pueblo cobijo
masivo de las familias madrileñas que dejaban a los padres de “Rodríguez” hasta
el fin de semana, en la capital de España
Uno se las ingeniaba para entrar gratis portando las
partituras de los músicos componentes de la Banda Municipal que dirigía Julián
el sacristán de la iglesia de la que era párroco mi tío D. Mariano Díaz Torres.
Luego veía el festejo sentado en primera fila de la terraza de la enfermería. ¡Utilicé el "enchufismo" de Julian! que siempre me trató con enorme simpatía y cariño.
Y en una de esas novilladas actuó Miguel vestido de luces en
tarde apoteósica donde cortó orejas, rabo y una pata convirtiéndose en la
atracción de la verbena que por la noche se dio en un Hotel de entrada selectiva, ataviado con un
elegante traje azul que fue la envidia de cuantos chavales le contemplamos desde la puerta. El
elemento femenino veraneante de Madrid se rifaban al amigo torero. ¡Que envidia
nos daba!
Miguel Rosado Ran que, tras varios intentos de buscar nombre
artístico (primero “Miguelín” cuyo apelativo se lo arrebató Miguel Mateo
“Miguelín” el torero de Algeciras, Luego “Miguelete” (pero surgió otro
algecireño Miguel Ramos Zambrana y le obligó a cambiar de nombre artístico).
Finalmente adoptó el de “Campano” que me pareció el más autentico y bonito de todos y, ahí comenzó una saga torera. Miguel Rosado
“Campano” toreó por los taurinos pueblos de la provincia de Ávila (más tarde conocidos como el "valle del terror") verdaderos
marrajos durante unas cuantas temporadas hasta que su bagaje torero lo llevó a
la plaza de Vista Alegre de Madrid, donde actuando con Aurelio Calatayud sufrió
una cornada grave.
Se paso a los de plata donde destacó por su valor y bien hacer torero. Posiblemente un trastorno metabólico le hizo ganar muchos kilos, no obstante lo cual, el grueso banderillero se movía con una agilidad impropia del volumen que atesoraba. Sin duda alguna, ¡su casta torera podía con la humanidad corporal¡
Se paso a los de plata donde destacó por su valor y bien hacer torero. Posiblemente un trastorno metabólico le hizo ganar muchos kilos, no obstante lo cual, el grueso banderillero se movía con una agilidad impropia del volumen que atesoraba. Sin duda alguna, ¡su casta torera podía con la humanidad corporal¡
¡Pasaron muchos años sin vernos! hasta que vi anunciada la
participación de su hijo Luis Miguel Campano como novillero en la Monumental de
Las Ventas y allí me fui a ver a padre e hijo. Era el año 1982. Estuve con
Miguel padre y ahora viene esta nueva historia.
El segundo de sus hijos toreros, Julio Campano actuaba de
novillero sin caballos en una plaza portátil en pueblo (cuyo nombre no
recuerdo) del norte de Palencia. Por
reencontrarme con su padre, el amigo de tantos años, acompañado de mi hijo
Luis, desde Valladolid nos fuimos a verlos.
Julio estaba más que renqueante consecuencia de las secuelas
de la grave cogida sufrida en Las Navas del Marqués el 14 de julio de 1993 con
destrozo de las venas: femoral, ilíaca y
safena y de los músculos abductores de la pierna derecha. Fue al entrar a matar
a su primer novillo cuando le metió el cuerno hasta la cepa. Trasladado urgentísimamente al Hospital
Nuestra Señora de Sonsoles, llegó prácticamente muerto pues solamente tenía
riego cerebral. Hubieron de transfundirle hasta 14 litros de sangre. Fue una
novillada de Sainz de Miera donde alternaba con los novilleros; Óscar González
y José Ortega.¡La trágica noticia ocupó las portadas de todos los diarios
nacionales! ¡Fueron momentos dramáticos lor vividos por la familia Campano!, Pero "Julio valor" o el torero de la afición desmedida, se sobrepuso a todo y salió adelante.
¡Renqueante! Pero con toda la moral del mundo a pesar de que
su pierna derecha estaba como si padeciera elefantiasis y con la cojera típica
de quien ha sufrido rotura del tendón de Aquiles, seembutió el traje de luces grana y oro, banderilleó a sus dos
enemigos y se sobrepuso durante toda la lidia a esa incapacidad física en un
oficio más que peligroso. ¡Sacó la raza del padre!
Hoy Miguel Rosado, el amigo, tras morir de un infarto sin duda consecuencia de tantos padecimientos causados por su sinvivir taurino, estará en el cielo velando por el
quehacer taurino de sus hijos, mientras estos siguen buscándose la vida en la
parcela de su afición que no es otra que el mundo del toro. Tanto Luis Miguel
como Julio son banderilleros en activo. Julio además es apoderado y tiene su
puesto laboral, fuera del mundo taurino, en el Club de fútbol de mis amores que
no es otro que el Atlético de Madrid.
Hace poco, a través de facebook, contacté con Luis Miguel y ahora con Julio,
que por cierto también es bloguero, y estas líneas quiero sean un recuerdo a su
padre que fue un torero modesto pero con corazón y afición a prueba de bomba. ¡Va
por ustedes familia taurina Campano!