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jueves, 26 de marzo de 2009

COMENTARIO A UN RECORTE DE PERIÓDICO.

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

Cuando el toreo pasó de ser diversión de caballeros influyentes y adinerados a practicarlo el pueblo, nació verdaderamente la fiesta brava, y de estas diversiones públicas opinó así Gaspar Melchor de Jovellanos: “Creer que los pueblos pueden ser felices sin diversiones es un absurdo. Creer que las necesitan y negárselas es una incongruencia tan absurda como peligrosa. Darles diversiones y prescindir de la influencia que puedan tener en sus ideas y costumbres, sería una indolencia harto más absurda, cruel y peligrosa que aquella inconsecuencia, resultando que el establecimiento y arreglo de las diversiones públicas será uno de los primeros objetos de toda buena política”
Y esta lectura que me proporcionó un recorte de periódico antiguo, me llevó a que sin intentar, por supuesto, imitar a Jovellanos en su ideas, sí exprese las mías derivadas de indagaciones y de experiencias vividas en estos últimos años.
Hay personas a las que le gustan las corridas de toros, al igual que hay gentes a las que les repugnan este espectáculo.
Cierto que aquellos aplausos que en otros tiempos se tributaron a los antiguos matatoros cuando realizaban faenas de valor no bastaron para librar a la fiesta de algunas censuras eclesiásticas. Como no es menos cierto que a pesar de ser aplaudidos los actuales matadores de toros por faenas artísticas tampoco les basta para que el gobierno en funciones trate de acabar con la Fiesta de los toros.
Cuando los antitaurinos se apostan en los aledaños de las plazas de toros para increpar con pancartas e insultos a los que, tras presenciar la corrida, salen del recinto, lo único que logran es acrecentar más la afición y el sostenimiento de esta Fiesta considerada como la más nacional.
Cierto que ante Europa no puede presentarse como un argumento de valor y bizarría española, el arrojo y destreza de unos hombres que; o bien criados en ambiente taurino desde niños, o bien acogiéndose a él por envidia sana hacia los triunfadores e incluso por vocación, han tomado el oficio de torero.
Pero sí hemos de tener en cuenta que una gran parte de España, en los momentos actuales, tiene a la fiesta de los toros como parte importante de sus tradiciones y ningún gobierno que se precie tiene por qué proscribirla, por mucho beneficio político que pueda proporcionarle la dependencia cada vez mayor de Europa, cuando dicha Fiesta no conlleva riesgo civil o moral.
Hay algunos articulistas que en sus colaboraciones en el diario El País toman la licencia de escribir:
“Somos españoles los que cargamos con la vergüenza colectiva de llevar ese trozo de mierda (se refiere a las corridas de toros) en la cara, y somos nosotros los que más interés deberíamos tener en limpiárnoslo”
Y dice esto porque en su interior tenía la idea (para mí totalmente equivocada) de que la Ilustración entró en Europa y no en España por el hecho de conservar las corridas de toros. ¡Sí hubo Ilustración en España! ¡Faltaría más! Lo que ocurre es que las circunstancias históricas, políticas o socioculturales tenían otras formas de expresión.
¿No fue acaso Ilustración cuando en el siglo XVIII el poder político empezó a modificar el desorden reinante en la plaza de toros al reglamentar la corrida?
Lo que pasa es que en esto del mundo del toro ocurre lo que en botica, además de división de opiniones entre los intelectuales de todos los tiempos.
Así Jovellanos era un antitaurino de pro como demostró cuando le fue confiado el proyecto de la Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas y sobre su origen en España a través de la Academia de Historia que a su vez había recibido del Consejo de Castilla el encargo de un informe que sirviera de base para la reforma de la legislación correspondiente y que no fue solamente un informe sino que él también aprovechó para expresar sus ideas e inquietudes.
Y Moratín está a favor de las corridas de toros, por lo que escribe:
“..,Pedro Romero, el cual, con Joaquín Rodríguez, ha puesto en tal perfección este arte, que la imaginación no percibe que sea ya capaz de adelantamiento". Y por eso la reina Amalia al verlo, sentenció:
“que no era barbaridad, como la habían informado, sino diversión, donde brilla el valor y la destreza”
Resultando: que al final una institución como la corrida de toros puede servir como instrumento para la unificación cultural.
Y me van a permitir que al igual que Jovellanos se enfrentó a los taurinos tratando de acabar, a través de su informe emitido al rey Carlos IV, con la Fiesta de los toros, un taurino, en este caso un servidor de ustedes, cuestione su proceder basado en lo siguiente:
La obra que le encomendaron con la finalidad de responder a la polémica surgida en el reinado anterior (Carlos III) sobre los espectáculos públicos. Polémica taurina en la que se enfrentaban: la mentalidad tradicional con la innovadora inspirada en las nuevas corrientes europeas.
Obra que tenía dos partes muy diferentes: la primera estaba destinada a descubrir el origen y progreso de las diversiones públicas en España del siglo XVIII, y la segunda a estudiar el influjo de las mismas y la forma de conseguir el bien general.
Esta memoria recoge las apreciaciones de un autor que en voz alta reflexiona sobre el vinculo que debe existir entre la tarea de gobernar y una filosofía existencial basada en el “amor público”.
Y Jovellanos opina:
“Hay una relación entre diversiones y felicidad pública, de ahí que la Autoridad ha de labrar el contento de los ciudadanos”
“La libertad y la alegría de los pueblos están más distantes del desorden que la sujeción y la tristeza”.

"La policía de los espectáculos ha de estar perfectamente encauzada para permitir la alegría pública. Ha de ser cierta, continua pero invisible para no ser vista como instrumento de opresión”
“No se puede destruir la diversión a base de autoridad”
Opiniones que están más del lado de anarquía que de lograr un orden de policía.
Un Jovellanos que está del lado de todas las diversiones y espectáculos excepto del lado de los toros y parte de los juegos escénicos.
Su amor es el teatro. Lo considera como una vía de educación y para ello propone revitalizar la escena y despojarla de todo lo que en ella pueda haber de plebeyo. Únicamente tolera el drama y desprecia todos los demás géneros, al tiempo que eleva hasta el infinito la profesión de actor incentivando su formación.
Jovellanos = ¡No a los toros y a los Autos Sacramentales! ¡Sí a los entretenimientos públicos como beneficios para el individuo! Que naturalmente ha de procurar ofrecer siempre el Estado.
¿Les sugiere algo estos procederes?

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