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jueves, 16 de septiembre de 2010

EVOLUCIÓN DE LA CORRIDA DE TOROS.
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
Para comprender un producto cultural y el valor simbólico que se le otorga socialmente, es necesario conocer la trayectoria del espacio que lo genera.
He de matizar dos conceptos:
Diversión: evento que no requiere lugar especial y permite la participación del público.
Espectáculo: requiere un espacio y escenografía especializada. El público es mero observador.
La corrida de toros como espectáculo, ha sufrido modificaciones en su desarrollo consecuente al encuentro de diversiones culturales populares y legitimadas. Diversiones cuyos elementos originales nacen en espacios abiertos: mercados, ferias y fiestas, donde los comerciantes, charlatanes y consumidor se dan cita para intercambios materiales y simbólicos. A esos sitios acuden los artistas tratando de atraer a las gentes para de ahí, en el caso de los toreros; pasar a celebrarse en sitios especializados como plazas taurinas.
Esta corrida de toros, en su puesta en escena, evoluciona acorde con el lugar, los agentes especializados y el público. Y seguir este proceso evolutivo es absolutamente necesario para entender las decantaciones, incorporaciones y especializaciones. Comenzó siendo un festejo real que organizaban instancias civiles o religiosas para el que buscaban un “matatoros” y terminó convirtiéndose en una ceremonia pública y espectacular que contribuía a garantizar la cohesión social donde “lo más importante era que la sangre derramada constituía el elemento fundamental para regeneración de la comunidad” (Pastor 1999).
Se popularizó cuando comienza a participar el pueblo en la corrida mediante toros jubillos (toro embolado con yuguete y embadurnado en barro para no quemarse el lomo por el goteo de la resina con que estaban empapadas las bolas de fuego sujetas sobre el yuguete), toros de fuegos artificiales y toros embolados.
La legitimación del espectáculo toros viene reflejada en los Reglamentos, donde la corrida es reglamentada, según Alejandro Pizarro, desde dos puntos de vista: por un lado lo concerniente “al orden público y a los derechos de los espectadores” y por el otro lo referente a su “aspecto técnico”.
Reglamentos donde “los seres humanos establecen determinadas reglas para remediar formas concretas de mal funcionamiento y como éstas a su vez propician otros cambios en las normas, en los códigos de reglas que gobiernan la conducta de las personas en grupo” (Jovellanos).
La reglamentación en el siglo XVI iba encaminada a normar el buen comportamiento del público en las corridas. Un público que era impuntual, que subarrendaba los asientos públicos, y en la salida de las corridas de la tarde cuando se alargaban, producía desordenes. De ahí que el Consejo de Castilla determinara la presencia de corregidores y fuerza armada en la plaza para velar por el correcto desarrollo de la corrida.
En el siglo XVII se reglamentó para toreros, plaza y público.
En el siglo XVIII la tauromaquia experimenta cambios importantes en su desarrollo y evolución.
Los nobles llevados por los gustos contrarios a la Fiesta por parte de la casa real de los Borbones abandonan el toreo caballeresco para dar entrada a los lidiadores de a pie procedentes de la clase baja y a los picadores procedentes de la clase rural acomodada.
La Fiesta Taurina es trasladada de las plazas públicas a los cosos construidos al efecto. Cosos que de forma rectangular al principio, pasó a la forma circular con la finalidad de evitar rincones donde los toros pudieran aquerenciarse durante su corrida.
En el año 1785 se construye la Real Maestranza de Caballería de Ronda. En 1874 es derribada la plaza de la Puerta de Alcalá de Madrid y levantada una de forma circular. En 1883 hay plazas en Pamplona, El Puerto de Santa María, Málaga, Cádiz, Jerez y Valencia.
Las corridas que eran algo serio y formal, solían darse en un número de 16 a 18 por temporada, mientras que las novilladas variaban en número dependiendo de las necesidades económicas de reedificación de la Casa de los Padres Agonizantes en la calle Fuencarral de Madrid. Novilladas donde reinaba la anarquía en el sentido que junto a la lidia de novillos tenía lugar otros espectáculos como: luchas entre animales, números acrobáticos y vuelos de globos aerostáticos.
Las plazas de toros cuando no eran utilizadas para corridas de toros eran utilizadas por otros espectáculos tales como el circo y así en la plaza de toros de Valladolid se presenta en el año 1879 el funambulista D. Federico Arsens.
A raíz de la presentación de un oficio en Madrid con fecha 15 de abril de 1847 por parte de D. Carlos Pabón pidiendo autorización (que fue concedida) para construir en una finca que poseía en el pueblo de Casa de la Zarza (Toledo) un circo con la finalidad de subsistir a base de los festejos que en el se celebraran, las novilladas comenzaron a darse en él.
Le siguió la construcción de un circo en Madrid llamado Price, en el Paseo de Recoletos. A los diez años de existencia fue trasladado al solar que por incendio dejó en la Plaza del Rey el Teatro del Circo donde permaneció hasta el derribo definitivo en el año 1969.
En este lugar llegué a ver en los comienzos de los años 60 unos novillos bravos amaestrados que realizaban números de circo más que de lidia. No tengo comocimiento de que en él se celebraran corrida de novillos.
Ya teníamos la Monumental de Las Ventas dedicada a la lidia de cornúpetas bravos y donde en aquellos momentos no se solían dar otro tipo de espectáculos.
Se perdieron muchas suertes antiguas tales como la mancornada: consistente en que tras capeo del toro para quitarle fuerza, se le tira a tierra y con la cabeza vuelta se le pone un pie en el hocico. Suerte que realizaba con arte y precisión un lidiador andaluz llamado Christobal Ortiz que actuó en las corridas  organizadas por José Bonaparte en 1795.
También se perdieron costumbres taurinas tales como las corridas en plaza partida cuyo primer ensayo tuvo lugar en la plaza de la Puerta de Alcalá el 24 de octubre del año 1796.
Hoy en las plazas de toros se da de todo: Veladas boxísticas, partidos de baloncesto y tenis, saltos de motos, y conciertos, lo cual es bueno para darlas rentabilidad cuando no son usadas para los fines a que fueran construídas.
Las que se construyen en la actualidad son multifuncionales para lo cual se las ha techado como propuso ya en el siglo XVIII un espectador que en aquella época  logró ver realizada la segunda propuesta consistente en pasar las corridas que se celebraban los lunes a los domingos.
Resulta extraño, en un primer momento, acostumbrarse a ver toros en estos coliseos donde no hay sol y moscas, ni los olés entrecortados y sin eco, ni la taurina hora de las cinco de la tarde, pero donde, por el contrario, se evitan los inconvenientes climatológicos  y los derivados de la incomodidad de las localidades.
¡La evolución es imparable!