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martes, 12 de febrero de 2008

LA CULPA FUE DEL CENCERRO.

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

En cierta ocasión me contaron una anécdota de la que fue protagonista el diestro de Tudela de Duero, PACOMIO PERIBAÑEZ, el único torero al que se le construyó una plaza de toros en su pueblo para que toreara.
Pacomio Peribánez y Antón, el guardicionero vallisoletano nacido el 14 de mayo de 1882.
Su carrera taurina comienza en el momento en que se va de Valladolid a vivir a Peñafiel, y allí comienza su intervención en las capeas que sigue por tierras de Extremadura, Salamanca, Madrid y Toledo.
Empezó a llamarse “El chico de la plaza” o también “El rata” por la viveza y habilidad con que burlaba a los toros.
Comienza en Tudela estoqueando dos novillos de Francisco Bocos Cano (ganadero de Montemayor de Pililla) en la fecha del 29-05-1902.
Debuta en Madrid el 29 de junio de 1908 con una corrida grande de verdad de Pablo Romero y ya la crítica en boca de Juan de Invierno dijo de él: “sabe andar alrededor de los toros, maneja con soltura el capote y tiene serenidad y valentía. Se arranca a herir con rectitud y guapeza, llegando con la mano a tocar el pelo de los toros”
En el año 1909 fue consagrado como uno de los grandes novilleros.
El 22 de mayo de 1910 pasaporta en solitario seis toros en Valladolid de Clairac alcanzando un gran éxito.
Tomó la alternativa en Valladolid de la mano de “Manolete” padre con Gaona de testigo, ante el toro de Nandín llamado “Calesero”.
En una corrida que toreo mano a mano con Florentino Ballesteros, en Madrid fue herido de gravedad en el pulmón, de la que fue operado por el doctor La Villa quien dijo de Pacomio que “es un muerto viviente”, pero tras recuperarse logró un gran triunfo en Valladolid alternando con “Joselito”, si bien al día siguiente en que actuaba con “Joselito” nuevamente, fue herido de gravedad.
Al año siguiente sufrió un grave accidente de moto cuando viajaba con su esposa, la actriz Araceli Sánchez, en una maquina con sidecar. Estuvo a la muerte pero logró recuperarse.
Finalmente se vistió por última vez de luces el día 23 de septiembre de 1919 en Valladolid estoqueando un toro de Villagodio al que cortó las orejas y el rabo.
Pacomio fue un torero poco original, pero siempre acertado ante el toro. Todo lo hacía bien menos matar. Manejaba el capote con suma facilidad e incluso era elegante con él. Completo muletero y excepcional banderillero. Tenía una gran inteligencia taurina y un completo conocimiento de la lidia.
Y después de este veloz paso por su vida, la anécdota que es la siguiente:
Como buen castellano, ¡reciedumbre de carácter!, y tanto, como que no permitía que “nadie le tosiera”.
Fue un 2 de septiembre en la Feria de San Antolín de la capital palentina.
Allí toreaba, más por favorecer al empresario amigo, Lucio González Medina que le había contratado como base de cartel, que por ganas, ya que estaba muy afectado por la muerte de su hermano Tomás banderillero a cuernos de un toro unos días antes en Colmenar.
Salió a la plaza psíquicamente agotado.
Una gran ovación agradeció su presencia.
La tarde transcurrió anodina, a causa de que los toros grandes, destartalados, mansos y con malas ideas, “no sirvieron”.
Uno de los que le tocó en suerte, no “cuadraba ni pa´trás”. Toreo de “pitón a pitón”, “macheteo va y macheteo viene” y el toro que no cuadraba.
Pacomio las estaba pasando “canutas”, hasta que de pronto cuando estaba situado de espaldas a la puerta de los toriles, ¡el toro cuadra!, pero cuando va a montar la espada, un espectador que con varios amigos ocupaba la delantera de la meseta del toril, agitó ruidosamente un cencerro. El toro al escucharlo hizo un extraño y el torero no pudo aprovechar el momento, teniendo que volver a empezar una laboriosa e interminable faena para conseguir que cuadrara nuevamente.
Cuando lo logra por segunda vez y se disponía a entrar a matar, nuevamente suena el mismo cencerro, quien provoca la misma reacción anterior.
Pacomio alza la vista y vio cómo se reían los autores del desaguisado. La mirada que les echó fue para fulminarlos, pero no obstante volvió a intentar nuevamente que el toro cuadrara. Cuando lo logra, nuevamente el dichoso cencerro que suena y da “al traste” con la posibilidad de entrar a matar.
¡Esto era demasiado! Pacomio tiró la muleta y el estoque al suelo, dejó al toro y dando un salto se encaramó a la meseta del toril y se lió a tortazos con los risueños del cencerro. “Les atizó de lo lindo” y acto seguido volvió al ruedo y cogiendo la muleta siguió su faena con el toro al que logró dar muerte a la primera estocada.
El público se puso en contra del diestro en bronca jamás igualada en el ruedo de Palencia. El Presidente ordenó a los alguacilillos que llevaran al diestro a su presencia.
Como también había muchos vallisoletanos en la plaza se armó una trifulca de “mil demonios” hasta que pasadas unas horas se calmaron los ánimos porque ambas partes tenían razón: Pacomio se “había pasado tres pueblos” (como se diría ahora), pero también aquellos energúmenos finalmente reconocieron que no se habían comportado normalmente en momentos tan transcendentales.